Un gallego triunfa en su presentación en Las Ventas

A CORUÑA CIUDAD

JuanJo Martín | EFE

18 jun 2017 . Actualizado a las 14:28 h.

Iván Fandiño Barrós triunfó. No cortó orejas, pero recibió los aplausos del exigente público madrileño tanto al acabar la lidia del primero como del segundo toro que le tocó en suerte en la tarde de ayer en la feria de San Isidro. «Esto es el toreo, es su grandeza, y esto es lo que quiero ser», comentó al terminar la corrida este hijo de emigrantes gallegos en el País Vasco mientras recibía una ovación por su valerosa actuación. El segundo astado le corneó en la mano y el pitón le pasó muy cerca del muslo en otro revolcón de infarto. Fandiño, ensangrentado y descalzo, mató con brillantez. «Heroico, importante, valiente y torero. Ha dejado su tarjeta de presentación en Madrid», narró Manolo Molés, el comentarista de televisión impresionado por la actuación de Iván. «Es el día que tanto he esperado. Voy a torear bien y bonito», había dicho segundos antes de pisar la plaza que sirve de gran escaparate de la fiesta. Cumplió.

El 25 de agosto del 2005 tomó la alternativa en Bilbao con el Juli como padrino y ayer la confirmó sobre la arena en la que jamás había toreado un gallego. Su padre, Francisco, es del municipio de Oza dos Ríos, próximo a A Coruña; su madre, Charo, es de Figueroa, una aldea del concello coruñés de Abegondo. Iván dedicó el primer toro a sus progenitores. «Por todo lo que me habéis apoyado», dijo montera en mano, aunque su madre prefirió no ir «porque lo pasa muy mal».

Hace muchos años dejaron Galicia y se instalaron en Orduña, localidad de unos 5.000 habitantes situada a 40 kilómetros de Bilbao, una tierra tan poco pródiga en toreros como Galicia. Allí lo apodan el Maestro de Orduña , pero cuando se le pregunta confiesa que se siente «muy gallego». Sus compromisos taurinos limitan sus viajes a Galicia, pero le quedan los inolvidables recuerdos. «Las vacaciones que pasaba de pequeño con los primos son como un sueño maravilloso. La playa de Miño, la empanada, las fiestas, los amigos...», rememora el primer torero gallego en pisar el albero de la plaza más importante del mundo y en la feria de San Isidro. A principios de siglo, otro torero de Galicia, Alfonso Cela, Celita , actuó en Madrid, pero todavía no existía Las Ventas.