El «skate» se llevó al monopatín

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

CARRAL

G. v.

Cuando los nuevos usos lingüísticos empiezan a parecerle a uno algo extraño e incluso ridículo es que, quizá, sea el momento de admitir que ya estás más cerca de la vejez que de la juventud

22 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Admitámoslo: cuando los nuevos usos lingüísticos empiezan a parecerle a uno algo extraño e incluso ridículo es que, quizá, sea el momento de admitir que ya estás más cerca de la vejez que de la juventud. No solo puede ser, seguro que lo es. Pero no puedo evitar sentir un chirrido en los oídos cuando escucho según qué cosas. Tampoco, sentirme en una especie de resistencia de las viejas costumbres al aferrarme al idioma propio para designar las cosas y acciones que rodean nuestra vida.

El último rechinar lo sentí ayer cuando me informaban de que se suspendían las clases de skate de mis hijos. Los mismos que cuando yo digo monopatín me corrigen y me dicen que no, que ese es el que tiene manillar (el patinete, vamos). Entonces, les hablo de aquellas tablas naranjas de la marca Sancheski con las que nos criamos nosotros, cómo bajábamos con ellas la cuesta de Antonio Viñes o Pla y Cancela... y veo perfectamente que empiezan a contemplarme, aburridos, desde el otro lado del abismo generacional.

Es cosa mía. Los otros padres son más enrollados. No solo lo llaman skate, sino que hablan de runners en el paseo marítimo y de restaurantes molones que tienen delivery con riders. A lo del street coffe no han llegado aún, pese a que ya se ven anunciados de ese modo por la ciudad. En algunas panaderías-bollerías lo ofertan y en el letrero puedes ver combinaciones tan explosivas como anunciar el pan de Carral con el término bakery a su lado, como si nada. Será que vivimos en la ciudad de Los Cantones Village, los muffins xeitosiños y los discotecas de into + drink. La que me hace sentir como aquellos viejos que le llamaban balompié al fútbol hace tantos años y fallaron en su empeño.