Al Mutante de Cambre le faltan pájaros

Dolores Vázquez CAMBRE / LA VOZ

CAMBRE

La escultura vegetal de Samuel Castro, diseñada para dar alpiste a las aves, compite sin éxito en San Lourenzo con una naturaleza prolífica

09 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El Mutante, una escultura vegetal de 5,7 metros, observa impertérrito el cruce entre San Lourenzo y Meixigo, en Cambre. Su cubierta de eucalipto, diseñada por el artista coruñés Samuel Castro ha tenido épocas mejores, pero su majestuosidad sigue sorprendiendo. El proyecto de su creación, inicialmente diseñada para A Coruña, se denominó «historia de una supervivencia» y ese epígrafe supone un buen resumen para una obra que en su ubicación actual, una finca particular en el rural, no ha logrado competir con la prolífica naturaleza que lo rodea.

«Habla del mundo natural, del mundo ritual, pero también es un reto de ingeniería», remarca. Castro explica que su objetivo era verla cubierta de aves, ya que la escultura busca atraer los pájaros mediante el aporte periódico de alpiste. A las horas cardinales, la obra suministraba una cantidad determinada de comida para generar un vínculo con las aves y pretendía demostrar en cuánto tiempo se habitúan a acudir a las horas señaladas.

«No se llegó a cubrir de pájaros, porque aquí les parece un espantapájaros y tienen mucha comida. La obra no esta realizada, al no haberse llevado a cabo en un entorno urbano, se había pensado para el parque de Santa Margarita o la plaza de España, para estar un mes e íbamos a documentar cómo interactuaban con la escultura, pero no se llegó a producir», explica. Problemas de seguros, por el riesgo a que le prendieran fuego, impidieron instalarlo finalmente en A Coruña. En este proyecto, que plantea desmontar para repararlo y que ya está inactivo, colaboraron la Sociedad Galega de Ornitoloxía, el IMCE, Taller Meteoro, Metal Quintela y Bricolabs.

«Aquí funciona por contexto vegetal, pero destacaría mucho más en las ubicaciones iniciales previstas», admite Samuel Castro, que logró financiación en el 2019 solo para la ejecución y que realizó, sin sumar sus honorarios, para llevar a cabo una idea que ya había desarrollado en sus años de estudiante.

Atractivo

Este gigante verde que se sostiene gracias a su estructura portante metálica, y en la que llegó a anidar un pájaro, es un gran comedero de aves y también un ejemplo de las investigaciones que plantea este artista de 40 años formado en Belas Artes en Pontevedra y que realizó su tesis doctoral con el título Proxectar no tempo. Morfoloxías biorreceptivas en superficies urbanas de Galicia. En Cambre, donde reconoce que supone un atractivo que atrae a la gente, no ha conseguido respaldo para documentar lo que supondría una segunda vida para una escultura que sus amigos familiarmente han denominado Tronki.

«Me dedico principalmente a temas de arte y naturaleza, aunque es probable que emigre porque los temas de investigación que me interesan tienen difícil acogida», comenta sobre su futuro, tras ser profesor de instituto y tener una academia.

«Hay que integrar la vegetación en la ciudad»

Detrás del gran gigante de eucalipto hay un muro vegetal. Es el resultado del trabajo de Samuel Castro en el cultivo de briofitas, de musgos, en placas de hormigón, que ya ha patentado. Es su nueva línea de investigación, para lo que cuenta con la colaboración de seis departamentos universitarios y la Sociedad Española de Briología, que preside Patxi Heras. Si bien él ha diseñado el proyecto, cuenta con colaboradores entre los que cita a Benita Silva, del departamento de Edafología de la USC; Diego Carro, de Ingeniería de Caminos de la UDC; y Jesús Aboal, de Biología de la USC, además de inversores.

«Son placas de 50 x 50 y tardan en colonizarse de cuatro a seis meses», puntualiza, comentando las variedades que crecen en estas piezas, de las que pretende instalar un prototipo en el Centro de Estudios Ambientales (CEA) de Vitoria. «Los beneficios son medioambientales, porque el musgo filtra muchas porquerías del aire, y está demostrando en Alemania que retira unas partículas que desprende la industria relacionadas con patologías, integrarlas en sus estructuras y convivir sin que les genere un problema, aunque hay que matizar que no todos los musgos», precisa. «Se están haciendo filtros naturales con ellos y aquí estamos en la tierra del musgo», indica, augurando que será un elemento que se comience a revalorizar al igual que pasó con las algas.

«Marca gallega»

Aunque pueda parecer una producción industrial separada de su vertiente artística, Samuel Castro relata toda una teoría que entrelaza ambos conceptos respecto a un nuevo diseño arquitectónico. «Hay que integrar la vegetación en la ciudad y en Galicia eso pasa de forma única. En vez de enfrentarnos a ella con productos químicos y gastar energía en limpiezas, deberíamos generar un modelo estético que lo aproveche y venderlo como marca gallega». «Las técnicas constructivas están dirigiendo a cómo integramos la vegetación en la ciudad y en este proyecto es fruto de tratar de entender cómo los vegetales se agarran a las estructuras rígidas construídas», precisa.

«Es un hormigón para el que modificamos la forma y el acabado, hicimos un sistema de cultivo», comenta en una conversación en la que reconoce que es un nuevo enfoque profesional en un momento en el que el arte contemporáneo sufre los avatares de la crisis y la reducción de galerías de arte.