Rescatada «in extremis» en Cambre tras media hora con el agua al cuello

Alberto Mahía A CORUÑA

CAMBRE

Los bomberos salvan la vida de una vecina de Pravio que tuvo que subirse a una mesa y agarrarse a una viga. El café bar A Lagoa volvió a sufrir inundaciones

22 dic 2019 . Actualizado a las 16:53 h.

María del Carmen tiene más de sesenta años, pero nadie se los echa. Es una mujer fuerte. De las que pueden permanecer más de media hora encerrada en casa con el agua al cuello y agarrada a una viga sin que por ello tengan luego que llamar a una ambulancia para, al menos, quitarle el frío del cuerpo. No necesitó ni una tirita. Y eso que la tuvieron que sacar por el tejado. El dolor lo lleva por dentro al ver los estragos que le dejó una inundación que convirtió su casa en una pecera y el pez era ella. Aunque no sepa nadar.

María del Carmen se quedó en la calle. Sin nada. Sin casa, sin su ropa, sin libros ni donde sentarse. Todo lo preciado se lo llevó la borrasca Elsa. Sabe que todo pudo haber sido peor y haber muerto, pero está destrozada.

Es inimaginable cómo sería esa media hora en la que permaneció subida a una mesa y agarrada como una lapa a la viga mientras esperaba la llegada de los bomberos. Y luego, que la cojan en volandas los bomberos y la saquen por un agujero que abrieron en el tejado.

Sucedió a las 22.00 horas del miércoles. Llovía a mares en Muiño Vello, en la parroquia de Pravio (Cambre). Y el riachuelo que corre junto a la finca de esta mujer y de su hijo Ramiro se desbordó, inundando primero el solar y luego la casa de planta baja y los coches, que quedaron también inservibles. Su hijo no culpa a la naturaleza. «Es cierto que llovió muchísimo, pero hubo días peores y no pasó nada. No tengo pruebas, pero creo que alguien hizo una obra en algún lugar que causó el desbordamiento», dice.

Este joven fue el primero en ver lo que se les venía encima. Su madre estaba dentro de casa y Ramiro salió un momento para comprobar el correcto funcionamiento de las bombas. «De pronto, vi llegar desde el riachuelo una ola que recorrió toda la finca hasta que me alcanzó. El agua me llegó de pronto a las rodillas y me refugié en casa», recuerda.

Un ola que barrió la finca

En cuestión de dos minutos, cuando el joven quiso salir de nuevo para evaluar la situación, ya no pudo. El agua comenzó a entrar en casa y en cosa de dos minutos, ya les alcanzaba el pecho. Pero no paraba de entrar. Fue cuando María del Carmen se subió a la mesa y se agarró de la viga que recorre el techo de pared a pared. Mientras su hijo se esforzaba por pedir auxilio —su móvil se había averiado por el agua, pero no el de su madre, que pudo rescatar—. Llamó a un amigo, a su hermana y a los bomberos. Durante media hora, ambos se estuvieron dando ánimo. Hasta que llegaron los bomberos, «unos ángeles que dieron la vida por nosotros, que no les importó el peligro para sacarnos de casa», decía ayer la mujer.

El rescate fue complicadísimo. Un hombre y una mujer del parque de Arteixo accedieron a la casa. El agua les daba por el cuello. Tras comprobar que no la podían sacar por la puerta ni por una ventana, decidieron abrir un boquete en el tejado. La subieron a una silla, la alzaron y así lograron salvarle la vida. Sin ellos, y si hubiese crecido un par de centímetros más el nivel, puede que hoy se contase una tragedia.