Secretos de la ría de Betanzos que asombraban a los navegantes ingleses

Cristóbal Ramírez A CORUÑA

BETANZOS

Cedida

En el siglo XVIII no tenía el ancho actual, tenía mucho más y los barcos la remontaban sin problema

17 ene 2022 . Actualizado a las 15:03 h.

Hasta el siglo XVIII sumaron legión los John o George —o como se llamaran— que no podían ocultar su asombro cuando su barco se adentraba en la ría de Betanzos.

Por supuesto, el puente de O Pedrido no era ni siquiera un sueño: lo inauguró el dictador Franco en 1943. Tampoco podían ni imaginar que en torno a 1960 un hombre ganaría una apuesta nada menos que de 500 pesetas (tres euros), todo un dineral entonces. Y en efecto, la ganó —y cobró— por recorrer andando la parte superior del inmenso arco. Un valiente.

En el siglo XVIII la ría no tenía el ancho actual: tenía mucho más, y los barcos ingleses la remontaban sin problema, intentando aprovechar la marea. Hoy, en sentido contrario y por tierra firme, de Betanzos hacia Ferrol se circula por la ya muy antigua Nacional VI, renombrada illo tempore como N-651. La ría queda a la izquierda, a veces oculta por arboleda autóctona, a veces a la vista.

Y en el kilómetro 2 una pista muy estrecha anima a subir, pasar Betanzos Vello y ganar Tiobre, para inmediatamente girar a la izquierda dejando a la mano contraria su impresionante iglesia románica. Tan solo unos metros y se llega a un campo de fiesta. ¿Qué hace allí? Pues estaba al lado de una capilla, la de San Paio. ¿Y dónde está el templo? Es ese montón de sillares que se amontonan al fondo, ciertamente mal tratados, y el más elemental sentido común indica que algo hay que hacer antes de que alguien se los lleve.

Medio kilómetro después de Tiobre se ven los primeros viñedos, y otros 400 metros más allá, en el stop, un marco indica que por ahí discurre el Camino Inglés: a los peregrinos les quedan 67 km para plantarse en Compostela, con un hórreo a la vista que sería notable ejemplar si recibiera algunos mimos.

La siguiente sorpresa espera tan solo unos minutos más adelante: una fuente que no deja indiferente al recién llegado: o la admira o le parece estéticamente muy mejorable. Su nombre: la fuente de Gas, con la inscripción «Por los vecinos de la fuente, 1884». En la bifurcación, a la izquierda. Es decir, en descenso, con la ría allá abajo. Pero antes de llegar a la N-651 la parada se convierte en obligada ante la iglesia de Santa María de Souto, vecina de Viñas, topónimos que remiten a una de las producciones históricas de esa zona, hoy en retroceso en cuanto a extensión pero que lleva años intentando recuperarse. Y por cierto, ¿qué hacían por esas aguas y esos lares, hace 300 o 400 años, John, George y sus camaradas a bordo de un barco extranjero poniendo proa a Betanzos? Pues sencillamente, al igual que otras docenas o quizás cientos de barcos ingleses, iban a cargar el muy estimado vino justamente de ahí: de Betanzos.