El viaje a ninguna parte

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

BETANZOS

MARCOS MÍGUEZ

A la estación de autobuses coruñesa la están dejando morir

20 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El domingo a media mañana tenía que coger un autobús a Betanzos. Fácil, ¿verdad? En una ciudad con una estación de autobuses ya no moderna, sino apañada, podría ser. Pero entrar en la estación el domingo tenía, de nuevo, algo de fantasmagórico.

El letrero luminoso no funcionaba. Algo que podría paliar cualquier trabajador en las taquillas. Ah que no, que no hay: un cartel recordaba que estas no funcionan y que los billetes se compran en el bus. Sería estupendo si una supiera a qué hora pasa. El sábado nadie atendía en el teléfono de la compañía, así que un amigo betanceiro me pasó el horario que él tenía, con muchas advertencias. Ojo a las frecuencias en rojo que son las que se cargaron con la pandemia y no sé si funcionan ya o no. Curiosamente, en la taquilla vacía lucía otro horario. Drama: mi bus no estaba.

Antes de dar media vuelta, bajé a las dársenas y allí sí que funcionaba el letrero que indicaba llegadas y salidas. Y sí, mi horario estaba bien. O sea que el de las taquillas no lo estaba. Todo facilidades, vamos, con teléfonos en los que nadie coge, webs no aptas para no iniciados, taquillas cerradas, luminosos apagados, y esa deprimente sensación de entrar en un edificio abandonado tras una hecatombe.

A la estación de autobuses la están dejando morir, me decían ayer. Será a la espera de que llegue esa quimérica intermodal en la que los usuarios del transporte público depositamos todas nuestras esperanzas mientras nos morimos de asco esperando buses que no llegan, en la eterna pescadilla que se muerde la cola de quienes justifican que no haya más buses (o trenes) porque no hay usuarios. ¿Cómo los va a haber, si parecen querer espantarte cada vez que pisas la estación?