Una pata amiga para niños que son víctimas de violencia machista

BETANZOS

PRESENACION DE LA AMPLIACIÓN DEL PROGRAMA DE ACOMPAÑAMIENTO EN LOS JUZGADOS CON PERROS DE TERAPIA PARA MENORES VÍCTIMAS DE VIOLENCIA DE GÉNERO EN LA FUNDACIO MARIA JOSE JOVE
CESAR QUIAN

La Fundación María José Jove amplía un proyecto que ha atendido ya a 42 menores

24 nov 2020 . Actualizado a las 19:54 h.

Al juzgado de Betanzos de Violencia contra la Mujer también acuden niños. Menores que han sido víctimas o testigos. Es un proceso duro; lo es para los adultos, pero más para un pequeño. «Recuerdo muy bien un caso», cuenta Natalia Vázquez, miembro de Asociación pola Igualdalde e a Coeducación (Apico), «Ese niño salió de la sala de testimonios completamente sudado. La situación los somete a demasiada presión, saben el motivo por el que van a declarar, lo entienden. Sienten miedo, terror», explica. Sin embargo, desde hace casi dos años, el panorama ha cambiado: gracias al programa Venus, de la fundación María José Jove en A Coruña, estos pequeños han encontrado una pata amiga.

El proyecto persigue poner al alcance de menores, de entre 3 y 13 años, el apoyo de perros adiestrados que alivien la carga emocional a la que se enfrentan en el juzgado. El resultado es que reducen el estrés y la ansiedad que experimentan los niños, mejoran su autoestima, la comunicación familiar que establecen, sus resultados escolares e incluso sus horas de sueño.

Natalia cuenta que la diferencia la notaron de inmediato. Viene a su memoria uno de los primeros casos en el que implementaron el proyecto. «Lo recuerdo con especial emoción, porque el pequeñín no quería pasar al juzgado sin que entrara la perrita. Cuando llegamos con Venus, que era su acompañante, ya no le hizo falta nada más, cogió la correa y entró él solo, se fue encantado con ella. Una maravilla», señala.

A los juzgados llegan menores en estados emocionales muy distintos: «Puede haber niños muy deprimidos, algunos con frustración, rabia, impotencia o de problemas conductuales diversos», explica Lucía Lombardía, terapeuta ocupacional. «Lo que aportan los perros es tranquilidad, sentir que no están siendo juzgados y que van a pasarlo bien, a jugar y a recibir y dar cariño. Todo lo que a lo mejor a lo largo de su día a día les puede faltar por la situación que están viviendo».

Cuatro perros son los protagonistas del proyecto en la actualidad: Bosco, Pot, Uva y Matilda.

Bosco, de 5 años, fue recogido en una protectora tras ser abandonado con 6 meses por tener «un carácter agresivo»; Matilda tiene casi 4 años y es la más divertida; Pot, de 3, se las ha arreglado para cumplir con su labor a pesar de tener problemas de visión y movilidad; y, por último, está Uva. «Tiene año y medio y es nuestra más reciente incorporación», cuenta Adrián Paredes, de la empresa de terapia con animales Candamín, «Bosco es más tranquilo, Matilda es más juguetona, Pot es de muchos mimos y Uva es el equilibrio entre todos».

Desde Candamín, encargados de adiestrar a estos profesionales caninos, cuentan que el entrenamiento que reciben consiste en fomentar un carácter tranquilo, pero también actitudes y habilidades, tanto de cariño como de juego. Además, enseñan a los perros a gestionar el estrés producto de su labor.

«Después, cuando termina el trabajo, juegan, saltan y son perros totalmente normales», explica Adrián. «No solo tenemos cuatro perros en activo para ofrecer variedad a las personas, sino también para que puedan tener vacaciones y descansar, para nosotros es importante que tengan una buena salud».

Pero hay otra figura clave: Venus, una perra de terapia pionera en este tipo de programas. Tenía 12 años y falleció hace unos meses. Todos la recuerdan y por eso decidieron poner su nombre a la iniciativa, que en año y medio ya ha atendido a 42 menores.

«Fue una ilusión muy grande y un proyecto que abordamos con muchísima esperanza. Hoy sabemos hasta qué punto vale la pena, porque los resultados son realmente positivos», subraya Natalia. Por eso, el proyecto, que fue piloto en España y que se inició en Curtis y Betanzos, ahora se expandirá a Miño y Cambre.

«No se trata de que los niños estén con un perro, sino de que lo sientan como suyo, el perro que les gusta, su amigo», explica Adrián. «Ahí surge la confianza, la tranquilidad de poder hablar con ellos sabiendo que no van a ser juzgados por lo que digan. Los niños se sienten empoderados y con más autonomía».

«Es un proyecto duro porque detrás de cada caso hay vivencias muy negativas, pero notamos hasta qué punto estamos ayudando a estos niños», asegura Lucía, «Que te digan que han sido muy valientes porque Uva los ha acompañado, tiene mucho valor, porque notas lo que significa para ellos estar con los perros, y es inmenso». «Al final, buscamos establecer nuevas conductas, que los niños aprendan a gestionar sus emociones para que no repliquen las conductas dañinas que han aprendido en su infancia», subraya Lucía.