El verano en Betanzos comenzaba cuando Jesús Casariego llegaba

Juan maría garcía otero

BETANZOS

Regentaba una tienda de tapices en Madrid que presidía una foto de su pueblo gallego

19 abr 2020 . Actualizado a las 06:46 h.

En marzo falleció en su casa de Madrid una buena persona y un mejor amigo. Se llamaba Jesús Manuel Casariego Lourenzo, había nacido en Betanzos en 1941 y con su desaparición deja un profundo sentimiento de tristeza y de dolor entre una gran cantidad de amigos y conocidos que le conocieron y lo trataron.

Durante los veranos cuando invariablemente retornaba cada año a su pueblo para pasar las vacaciones, Jesús se transformaba en un extraordinario trovador que con sus canciones y su simpatía nos aportaba una sana alegría. Según Manuel Cupeiro (el Tufi, DEP), el verano en Betanzos no comenzaba hasta que Casariego llegaba.

Aunque se fue pronto a Madrid siempre llevó anclada en su alma la ciudad que le vio nacer. En este punto me viene a la memoria una conversación mantenida hace ya unos cuantos años con el también ya desaparecido Amador Cortes y el propio Jesús, en aquella ocasión estos dos personajes betanceiros hablaron con pasión de ese arraigo a la tierra y a los amigos de la juventud. Aquel día pude comprobar el profundo significado de la palabra morriña. Por lo que nos cuentan todos los poetas Gallegos, la morriña es algo consustancial con sus gentes, de hecho Amador en Mallorca bautizó con ese mismo nombre a una discoteca que fue de su propiedad. En el caso de Jesús recuerdo la sorpresa que me causó la primera vez que le visité en el negocio que él regentaba en la Gran Vía de Madrid (Tapicerías Peña), me quedé sorprendido al ver una enorme fotografía de Betanzos que cubría toda una pared de fondo, aquello me dijo mucho del amor que sentía aquel betanceiro por su ciudad.

Podría decirse sin temor a equívocos, que en las callejas de Betanzos hubo dos tipos de verano, antes de Jesús y con Jesús.

Jesús poseía el magnetismo necesario para congregar entorno a su persona y a su magnífica voz a toda una pléyade de amigos y conocidos, amigos que de una manera sana y distendida celebrábamos cantando frente a unos vinos nuestra alegría por la vida. Al tiempo que las canciones iban saliendo, la felicidad inundaba los corazones de todos los presentes y de los que por allí pasaban, muchos de los cuales se unían a aquellas sanas fiestas que se organizaban entorno a la figura de Jesús. Los veranos en Betanzos con Jesús transcurrían más alegres, esa es al menos la sensación que a mí me queda de aquél tiempo.

Verano tras verano este acontecimiento era esperado y celebrado. La fecha de la venida de Jesús estaba prevista, así como su marcha a Madrid, en ambos casos con una fiesta de recibimiento y otra de despedida. Él mismo se había ocupado de suministrarnos todo tipo de artilugios musicales para acompañarle con su guitarra y su incansable y melodiosa voz. Jesús era capaz de cantar horas y horas sin mostrar cansancio.

Allá donde estés, amigo Jesús, fue toda una regalía y un honor ser tu amigo.