Las pintadas se ceban con el casco histórico de A Coruña

Xosé Gago / Tamara rivas A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

Los vándalos afean el convento de San Francisco y escaparates de comercios de la calle Real

01 oct 2018 . Actualizado a las 12:50 h.

Los restos del histórico convento de San Francisco han sido víctimas otra vez del vandalismo grafitero. El convento, cuyos vestigios están entre la Fundación Luis Seoane y los jardines de la Maestranza, ha sido testigo de numerosos hechos reseñables en sus cerca de 700 años de existencia. El historiador Xosé Alfeirán recuerda que hospedó al rey Alfonso XI cuando en 1345 dirimió un pleito entre A Coruña y Betanzos. En una de sus salas se reunieron las Cortes convocadas por Carlos I en 1520, y unas décadas más tarde, en 1554, se alojó allí el rey Felipe II, que salía rumbo a Inglaterra. Entre otros avatares, fue incendiado durante las incursiones inglesas posteriores, y en 1821 albergó el primer juicio con jurado de la historia de Galicia. Hoy, sus muros ya no ven reyes, y se han convertido en un lienzo habitual para aquellos que, armados con botes de espray, deciden dejar su huella sin tener en cuenta su valor.

A las pintadas se suma en este caso la dejadez institucional, pues La Voz de Galicia ya denunció hace un año y medio (febrero del 2017) los grafitis en los muros, agravadas ahora por nuevos garabatos.

Pero el antiguo convento no es ni mucho menos el único edificio amparado por el plan especial de protección del casco histórico (Pepri) que sufre la acción de los grafiteros. En realidad, son muy pocas las paredes ubicadas en la Ciudad Vieja o la Pescadería que no presentan una pintada.

La semana pasada, cuatro negocios de la calle Real amanecieron con sus escaparates pintados con espray. A media mañana, la empleada del American European Market, una tienda de productos internacionales de alimentación, se esforzaba por intentar sacar la pintura del cristal. Logró restarle intensidad, pero los restos todavía eran ayer más que visibles. Unos metros más adelante, el mismo grafiti en color amarillo manchaba la cristalera principal de The Phone House. Toda la fachada de la tienda estaba, y sigue hoy, llena de pintadas. La encargada lamentaba que «no hay forma de sacar» la pintura que utilizan ahora los grafiteros, y que «todos los días aparecen más [grafitis]». Tanto ella como otros comerciantes de la zona piden que se incremente la vigilancia, pero el año pasado solo se impusieron 46 sanciones por hacer pintadas, una cifra similar a la de años anteriores. El último gran esfuerzo contra las pintadas se desarrolló en el 2014, cuando el Ayuntamiento identificó a cinco de los grafiteros más prolíficos -a alguno le atribuyeron cerca de un centenar de pintadas- y denunció sus acciones ante la Fiscalía. Pero el número de sanciones ordinarias fue poco mayor que en el 2017, 48 multas, y la oleada de pintadas no remitió.

La limpieza de los grafitis es responsabilidad de los propietarios de los inmuebles, pero muchos desisten de hacer el esfuerzo económico que supone limpiar las paredes por miedo a que en cuestión de días las vuelvan a manchar. De esa forma, algunos llevan años en el mismo sitio, y su proliferación distorsiona la estética del casco histórico y deja en papel mojado el énfasis que el Pepri obliga a hacer a los propietarios en la conservación.

El Ayuntamiento de A Coruña ha evitado concretar a este periódico cuántos grafitis limpió el año pasado, ya que la limpieza de espacios públicos sí es su competencia. Pero la eliminación de pintadas sí provocó una polémica cuando se supo que el gobierno local había dado orden de quitar aquellas con mensajes contrarios a la Marea Atlántica. Los grafitis de ese tipo se multiplicaron a partir del desalojo del colectivo okupa A Insumisa de la antigua Comandancia de Obras. Muchas de esas pintadas fueron eliminadas de la Ciudad Vieja en las primeras semanas de julio. Otras reaparecieron y fueron eliminadas varias veces, como en los muros de la propia Comandancia.