«Mi hija pidió venir conmigo para despedirse de todos sus recuerdos»

Toni silva MIÑO / LA VOZ

BETANZOS

CÉsar Delgado

La Xunta le otorgó una vivienda tras ser desalojada de la casa de su exsuegra, cuyas llaves llevó ayer al juzgado

31 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Mientras medio planeta miraba hacia Australia para ver sudar a Nadal y Federer, Fátima Ajmil corría más que ellos para embalar su vida a tiempo. Y ganó la batalla contra el reloj. Ayer, en compañía de su abogada, dejó las llaves del piso de Miño en el juzgado de Betanzos, 48 horas antes de que se reactivara el desahucio. Y como suele acontecer en este tipo de trances, luchando contra nuevos contratiempos. «Mi hija está con gripe», decía desde casa de una amiga, el único lugar donde puede recurrir a calefacción para que su hija, de doce años, no empeore.

Fátima está a punto de poner fin a semanas de desesperadas incógnitas. La más importante está despejada. Tendrá una vivienda donde criar a su hija, después de que fuera expulsada de la casa matrimonial tras la separación en el 2009, y de la de su suegra recientemente, en la calle Mercado de Miño (por necesidad de disponer de ella por el delicado estado de salud). Pero aún le quedan días de vivir en territorio de nadie. Porque, aunque la Xunta le ha otorgado una vivienda, esta no estará disponible hasta dentro de aproximadamente un mes. Así, el Concello de Miño ha comenzado a pagarle el alquiler de otra casa de transición. «Ando de un lado a otro sin parar, con todas las cosas esparcidas por ahí», explica Fátima, una marroquí de 47 años afincada en la comarca. Ese «por ahí» incluye la casa de su amiga, donde aprovecha para ducharse, y también el local de uno de los integrantes de Stop Desafiuzamentos, entidad que ha arropado a Fátima durante este duro trance. «El chico se llevó en un furgón algunos pocos muebles, ahora no puedo andar con ellos de aquí para allí hasta que tenga una casa definitiva», explica la mujer, de baja actualmente por problemas de ansiedad.

Otro apoyo fundamental para ella es su abogada, Laura Rivas, con quien acudió ayer al juzgado de Betanzos a entregar unas llaves con las que se cierra una etapa de su vida. Fue especialmente doloroso el momento de decirle a su hija -recordemos, en cama con gripe- que no podía ir con ella al juzgado ni tampoco ver el piso por última vez. «Me dijo que quería venir conmigo, que quería ver la casa de nuevo: ‘‘mamá, allí tengo todos mis recuerdos’’».