La vida de contrastes de Ramón Beade

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

BETANZOS

césar delgado

Está a punto de viajar al Círculo Polar Ártico tras sufrir temperaturas extremas en Maputo, Omán o Volgogrado

02 ene 2017 . Actualizado a las 22:38 h.

Ramón Beade vive entre el frío gélido y el calor abrasivo. Sin término medio. Solo disfruta de temperaturas dóciles cuando descansa en su Betanzos natal junto a su hijo y el resto de la familia. Hoy comerá las uvas con los suyos, pero poco después de Reyes ya comenzará a montar sus voluminosas maletas para desplazarse a su nuevo destino, la península de Yamal, junto al Círculo Polar Ártico. Este técnico superior supervisará allí la instalación eléctrica en la construcción de la mayor planta de gas licuado del mundo. Serán entre diez y doce meses. Y no, no habrá temperaturas suaves. «Alí chéganse aos 50 baixo cero», dice mientras camina por el paseo Ramón Beade de Betanzos, diputado durante la Segunda República y bisabuelo de este profesional de la electricidad.

El relato laboral de Ramón transmite las mismas sensaciones que esos tratamientos de aguas de los balnearios, donde el usuario atraviesa una piscina muy caliente justo antes de otra a 4 grados. Esta sucesión de contrastes comenzó en el 2013. Le reclamaron para trabajar en una desaladora en Omán. Tuvo la suerte de llegar en septiembre, cuando las máximas alcanzaban «solo» los 45 grados. Allí pasó tres meses y recuerda con mucho orgullo el trabajo realizado. «Quedou moi ben feito e permitiunos conseguir un contrato importante cunha das mellores firmas da enxeñería española», apostilla Ramón quien, tres pasar un mes en casa volvió a preparar pasaportes y ropa muy distinta de la que acababa de desempaquetar. Esta vez buscó en el mapa la localidad de Jbarosk y descubrió que estaba en el extremo más oriental de Rusia, a pocos kilómetros de la frontera con China y no muy lejos del mar de Japón. Beade tiene otra forma más contundente para transmitir la lejanía de este lugar: «Desde Moscú son nove horas en avión». Y allí, en Jbarosk, pasó la Navidad y la Nochevieja del 2013. El proyecto era la instalación eléctrica de una refinería, un trabajo nada cómodo dadas las temperaturas que se despeñan hasta los 35 bajo cero. Primero vivía en un hotel, luego en un piso, con otros compañeros españoles. Durante la semana se trasladaban en autobús al trabajo, pero para los turnos de fin de semana tenían que contratar el servicio de un taxi.

-Pero resulta que os domingos non nos viñan buscar.

-¿Entón?

-Eu quedei tirado un día ás sete da mañá. Non me deixaban entrar de volta na refinería, por seguridade, e estiven máis dunha hora con 30 baixo cero.

Quizá recordando aquel episodio abrazó con alegría su nuevo destino, Maputo, la capital de Mozambique, donde colaboró en una planta de carga de combustible para camiones. Fueron diez meses de calor, pero de incómoda convivencia con la corrupción. «Había que subornar á propia empresa de seguridade para que non che desaparecera a ferramenta», recuerda Ramón, quien recalca que le encanta su trabajo.

Luego cambió Mozambique por Volgogrado, otra refinería con desplazamientos diarios con mucha tensión. «Tiñamos unha hora de autobús e os condutores eran uns kamikazes no medio da neve». En aquella planta vivió una peligrosa evacuación tras reventar un compresor de hidrógeno. «A chama da refinería alcanzou 20 metros de altura».