Grandes cerebros en las dos aceras

Toni Silva BETANZOS / LA VOZ

BETANZOS

CÉSAR DELGADO

Estudiantes de los dos institutos de Betanzos han sido reconocidos este año entre los mejores de Galicia

30 oct 2016 . Actualizado a las 08:32 h.

Se llama Avenida da Coruña y está en Betanzos. Acoge un concesionario con taller, una ruina que fue sede sindical y otra a la que llaman Fábrica de la Luz. No es una avenida vistosa aunque uno de sus extremos pasa sobre el río Mendo. Cuando pega el sol cuesta refugiarse. Y lo mismo ocurre con la lluvia. Uno de los principales nexos de unión de esta vía con el resto del mundo son las marquesinas de autobús. Porque aquí paran cientos de jóvenes estudiantes, muchos de los cuales proceden de los municipios limítrofes. Sí, es una calle de dudosa estética. Pero, en cambio, encierra mucho, muchísimo talento.

Aquí se han forjado y se forjan algunos de los estudiantes más brillantes de Galicia, promesas del intelecto que convierten esa avenida en un pequeño Silicon Valley con sendos centros en cada acera. A un lado, el Francisco Aguiar; en frente, el instituto As Mariñas. En el primero acaban de hinchar el pecho de orgullo gracias a Iago Codesido, uno de los 20 premios extraordinarios de bachillerato. Y en As Mariñas este verano ya se ha hecho popular Alfredo Crespo, la mejor nota de la selectividad del año en Galicia. El primero es de Abegondo, el segundo de Oza-Cesuras. Y ambos ya están instalados en Santiago con sus respectivos estudios universitarios.

La Voz se cita con ellos en una de las marquesinas para reflexionar en alto sobre la concentración de tanto talento en una misma calle. «Máis aló dos bos alumnos, que sempre os hai, a chave está nalgúns profesores que, no meu caso, me imprimiron a curiosidade permanente», explica Iago, ahora estudiante de Xornalismo en Santiago, y con esperanzas e entrar «no mundo da radio».

Recoge la palabra Alfredo: «Aquí en Betanzos temos un instituto, o Francisco Aguiar, que sempre consegue grandes notas na selectividade, pero tamén está o meu, o das Mariñas, que tiña peor fama, pero que agora en cambio está acollendo incluso xente de municipios alleos á comarca, como Carral. Por algo será». Sí, por algo será que su media de bachillerato es de 10 o la de Iago una igual de meritoria 8,9. Alfredo ha iniciado un doble grado de Matemáticas y Física y ahora, instalado en su «pensión residencial» de Santiago, es cuando le encuentra sentido a aquellas palabras de Olga, su profesora de Tecnoloxía Industrial: «A vida do estudante é moi bonita, pero a vida do bo estudante é moi dura».

La universidad tiene sus cosas buenas («as clases son máis relaxadas», dice Iago), pero también sus cosas menos buenas («cos profesores do instituto tiña un trato máis familiar»).

Juntos recuerdan los recreos, los lugares por los que frecuentaban en los minutos de ocio, las rápidas excursiones a la plaza en los días de feria para buscar churros. Coinciden en todo, salvo en un pequeño detalle:

-Nas Mariñas tiñamos a mellor tortilla da zona.

-Pois eu vin xente do teu instituto indo ao Francisco Aguiar mercar bocadillos de tortilla.