Seis asientos ocupados en un vagón de 46 plazas

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

BETANZOS

El tren parte de la estación Betanzos Ciudad rumbo a Infesta.
El tren parte de la estación Betanzos Ciudad rumbo a Infesta. CÉsar Delgado< / span>

La falta de horarios cómodos y la dilación en Infesta convierten en residual el uso del tren en la comarca

23 sep 2019 . Actualizado a las 19:58 h.

La estación de Betanzos Ciudad es una excelente metáfora del sector ferroviario en la comarca. Vacía, grafiteada, sin nadie que mire por ella. Los desperfectos impiden incluso una simple consulta de los horarios en el tablón, cubierto con una policromía que se presume hecha con nocturnidad. Así se recibe al viajero. La estación de esta que fue capital del Reino de Galicia se ha quedado en un apeadero con techumbre, aprovechada por jóvenes ociosos que ven los trenes (y la vida) pasar.

Es lunes y el reloj marca las tres menos cuarto. Con puntualidad asoma el tren que ha salido de Ferrol hace cuarenta minutos. En el vagón, 46 asientos, cuatro ocupados (uno de ellos por el revisor). Las vistas a la ría de Betanzos dan paso al polígono de Piadela y de ahí a Infesta, la estación del Norte de Betanzos. Al vagón se aúpa una joven al tiempo que el maquinista cruza todo el tren. La falta de by-pass le obliga a apagar la máquina y encender la del lado opuesto para de deshacer parte del camino andado rumbo a Bergondo.

En Cambre, sin parada

La afluencia del vagón ha crecido un treinta por ciento. Ya son seis las personas sentadas (uno de ellos, el revisor). La dispersión de los viajeros, junto con las tabletas con auriculares, e incluso el sueño profundo de algún usuario, hacen complicada la interacción entre humanos. Así que solo queda disfrutar del paisaje y comprobar desde esta tribuna móvil como el eucalipto va ganando terreno a las especies autóctonas en el entorno de los bosques de Cecebre. A las 15.04 el tren pasa por el apeadero de esta localidad, pero no hay intención de parar. Lo mismo ocurrirá en Cambre. El tablón de horarios le ha asignado a estos lugares una raya en lugar de las horas, lo que significa que este tren no va a parar así vea una multitud apostada en su andén.

Con su teléfono móvil y sentado en sentido contrario de la marcha juega Álvaro Rancaño, un estudiante de Arquitectura natural de A Estrada y que, de manera extraordinaria, ha viajado en esta jornada en esta línea desde Ferrol. Porque para él lo habitual es desplazarse entre Santiago y A Coruña, experiencia que nada tiene que ver con la excesiva tranquilidad del viaje que disfruta desde Ferrol. «A veces, especialmente los viernes por la tarde, vas muy apretado a Santiago, en cambio aquí...». «Aquí» es un pequeño vagón en el que Álvaro se encuentro solo. A las 15.19 hace un amago de bajarse en el apeadero de Elviña, pero finalmente apura el desplazamiento hasta la estación de San Cristóbal donde, 120 minutos después de salir de Ferrol, apenas una decena de personas se baja de un tren que ofrece más de cien asientos. Álvaro, con su maleta, cruza varias calles para tomar un autobús en la avenida Alfonso Molina. Por suerte, ese día no llueve.