«Nunca me gustó el cine de ciencia ficción... pues vivirlo menos aún»

Alberto Mahía ARTEIXO

ARTEIXO

En una urbanización de Arteixo, se respira el aire sobre el césped, «pero me faltan las personas y los edificios»

26 abr 2020 . Actualizado a las 01:20 h.

Todas las mañanas, más o menos a la misma hora, mi vecino Pepe y yo salimos a nuestros respectivos jardines. Nos miramos y decimos siempre una frase digna de ser cincelada en mármol: «Amigo, qué afortunados somos». Ahí de pie, en pijama, como ahora recibimos al sol los que vivimos en el campo o en una urbanización de las afueras, como es el caso. Con la sonrisa en Arteixo y con los ojos puestos en los montes de Culleredo. Son esos placeres sencillos que hacen más habitables nuestros días. Ese momento lo percibimos como si nos regalasen un estuche de gozos. Como algo nuevo. Pero nos dura un ratito. Luego nos miramos y caemos en que solo es una ilusión. Es el consuelo al que nos agarramos para seguir tirando. Porque lo de ahí afuera, cuando ponemos un pie en la calle y cogemos el coche para ir a trabajar, el alma se nos cae a los pies. No hay jardín que valga ni sinfónica de pájaros que nos reconforte. Es más. Hay días que los que vivimos a las afueras echamos en falta los edificios, algo más a lo que mirar que no sean árboles. Sino personas. Porque aunque parezca increíble, sentado en el césped, en estas circunstancias, a veces es como hacerlo en un callejón sin salida.

 A alguien al que jamás le gustaron las películas de ciencia ficción, vivir algo parecido es todavía peor. Esto no lo entiende nadie porque nadie se lo imaginó. Si mañana viésemos una película que nos contase que en tal o cual continente remoto sus ciudadanos padecen una altísima tasa de mortalidad porque creen que en invierno hace un calor sofocante y salen a la calle en mangas de camisa, muriendo de congelación, concluiríamos que tales personas han enloquecido y que la peli es mala con avaricia. Lo mismo ocurriría si nos sentásemos en el sofá y en la televisión emitieran una serie que en tal o cual comarca extraviada de los mapas los lugareños han resuelto que el agua es nociva para la salud, renunciando desde entonces a beberla, con la consiguiente mortandad por deshidratación. Pensaríamos que tales personajes han sufrido una especie de alucinación colectiva e inspiración diabólica.

Prefieron buscar gente como un hambriento busca un pan. Al vecino que saca al perro, al otro que lava el coche....»

Tengo momentos del día, cuando el trabajo se acaba, que desde la ventana de mi casa pienso en esas películas o libros que jamás vería o compraría. Prefiero buscar gente como un hambriento busca un pan. Al vecino que saca al perro, al otro que lava el coche... Y comprender un poco esto del confinamiento que tanto nos está superando. Eso sí, sabiendo que el veneno que nos mata es al mismo tiempo la medicina que garantiza nuestra supervivencia. Porque dar marcha atrás resulta ya imposible, o tan arduo que ni siquiera podemos concebir (mucho menos afrontar) las consecuencias insoportables de la renuncia. Sabemos que estamos atrapados, sin salida, pero no será para siempre.