A los ártabros les gusta el vino de Italia

Xosé Alfeirán

ARTEIXO

Lo traían en sus barcos comerciantes de origen fenicio-púnico procedentes de Gadir

17 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hacia mediados de la primavera, en abril o mayo, aprovechando los vientos más flojos y variables de esa estación, su silueta se recortaba sobre el horizonte marino a la altura de las Sisargas. Antes no, pues, para los antiguos, de noviembre a marzo el mar estaba cerrado a la navegación por los temporales.

Después, tampoco, porque a partir de junio y durante el verano sopla fuerte la nortada en las costas de Portugal y el nordeste en las de Galicia, haciendo dificultosa la subida. Tras la dura jornada de doblar el cabo Fisterra, se mantendrían al pairo sobre dichas islas, antes de aventurarse de noche por una costa peligrosa.

Su llegada era esperada y su presencia ya se había extendido por los castros costeros. Desde el de Pastoriza, en Arteixo, su visión sería perfecta. Al amanecer desplegaron la vela cuadrada y avanzaron, lejanos a la costa para evitar bajíos y corrientes, hacia el cabo Prior. Quizás fuese un hippos, un navío fenicio, de mediano porte, entre diez y 15 metros de eslora, de propulsión mixta remo vela, que tenía un timón de espadilla en la aleta de estribor y un mascarón de proa con cabeza de caballo (de ahí su nombre en griego).

Podrían ser dos, para apoyarse en el proceloso océano, y el otro quizás fuese un gaulós, el mercante fenicio panzudo, de unos 15 a 30 metros de eslora y dos timones laterales. No lo sabemos. Venían desde la ciudad de Gadir (hoy Cádiz) y se dirigían hacia el gran golfo de los ártabros. Conocían la ruta, ya la habían recorrido antes, por lo menos desde el siglo III antes de Cristo. Tras embocar la ría, anclaron a la altura de la playa de O Parrote y enfrente del gran castro de O Castrillón. Transportaban ánforas, vajillas y otros productos de lujo típicos del Mediterráneo; buscaban estaño, plomo, oro y pieles.

Más de dos mil años después, los arqueólogos, en las prospecciones subacuáticas de la bahía coruñesa y en las excavaciones del castro de Elviña, encontraron diferentes fragmentos de ánforas.

Se trata de unos recipientes cerámicos de gran tamaño, con dos asas, cuello largo y base cónica, producidos en serie para el transporte marítimo de alimentos. Por su forma y tipo de pasta, se puede identificar su procedencia y cronología. Y entre esos hallazgos hay ánforas itálicas tipo Dressel 1, uno de los modelos más emblemáticos. Se hicieron en los alfares de Campania, Etruria y el Lacio, en Italia, a partir de los años 140-130 a. C. y se utilizaron para transportar los vinos de esa zona hasta los 60-50 a. C.

Por ellas sabemos que los ártabros, que vivían durante esos años en los castros del actual espacio coruñés, bebían vino de Italia. Les gustaba, a juzgar por los diferentes tipos de ánforas vinarias descubiertas, y con él hacían fiesta. Según el historiador griego Estrabón, al referirse a los pueblos del norte de Hispania, cuando conseguían el vino, lo consumían rápidamente en festines familiares.

La comida se la pasaban unos a otros, por orden de edad y dignidad, sentados en bancos construidos alrededor de las paredes y mientras bebían, danzaban en círculo al son de la flauta y la corneta, saltando y arrodillándose.