El descuartizador de Aranga y su banda vuelven al banquillo por asaltar chalés

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

ARANGA

CESAR QUIAN

Los mismos que fueron juzgados por asesinar a dos vecinos de Muros se enfrentan a penas de entre 3 y 5 años de cárcel

23 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Blanco Vila (Coke), Alberto Souto (Nocillas), Belén Fernández, Mónica Martínez y Fernández Borque formaban hace cinco años una banda muy activa en la comarca dedicada al robo en viviendas unifamiliares. Eran buenos amigos. Inseparables. Pero todo se torció el día en que el primero mató y descuartizó a dos vecinos de Muros para evitar pagarles una deuda por droga. Para los demás, aquello fue demasiado. Podían ir de la mano con él a robar cientos de casas, pero de ahí a asesinar a alguien había un largo sendero que nunca quisieron caminar. Por eso algunos cantaron. Sin tener que someterlos a un tercer grado, Souto y su entonces novia Belén confesaron que Blanco Vila tenía ocultos dos cuerpos desmembrados en una casa de Fonteculler. Así fue como se destapó el crimen de Aranga y como esa banda rompió en mil pedazos. Blanco Vila no perdonó que lo delatasen y cada vez que coincidía en un juzgado con algunos de sus excompinches no dudaba en amenazarlos.

En un mes se volverán a ver las caras. En el Juzgado de lo Penal número 6. Esta vez para responder por el asalto a una casa en Carral el 21 de marzo del 2009. Solo habían pasado cuatro meses de que Blanco Vila cometiese el doble asesinato -fue condenado a 34 años de prisión- y, según el fiscal, se presentaron en una casa de Tabeaio en la que Belén Fernández había trabajado. Tras someter el domicilio a vigilancia, decidieron entrar, convencidos de que sus dueños tenían muchos objetos de valor en la vivienda. Así, sobre las nueve de la noche -según explica la acusación pública en su escrito de calificación-, mientras Belén vigilaba, los que hoy son enemigos declarados Blanco Vila y Alberto Souto accedieron al interior tras forzar una ventana. Dentro, buscaron joyas. Y se encontraron con una caja fuerte oculta en un armario de la primera planta. Pesaba demasiado, por lo que decidieron ponerla sobre una silla con ruedas y lanzarla escaleras abajo para acercarla a la puerta.

En vista de que ellos dos no podían llevársela, supuestamente llamaron por teléfono a Mónica Martínez y a Antonio Fernández Borque, que eran pareja. Estos no se lo pensaron y en una hora ya estaban en la casa. Lucharon por acercarla. Pero nada. Así que se conformaron con lo que ya llevaban puesto, un montón de joyas y relojes de gran calidad, así como 3.000 euros en efectivo.

Terminado el asalto y ya en los vehículos, pusieron rumbo a Aranga, al domicilio de Blanco Vila, donde se repartieron el botín y quemaron carteras y papeles que también se habían llevado.

Un mes después, fueron detenidos. Alguno llevaba incluso en la muñeca uno de los relojes robados. Alguno confesó eso. Y también el crimen.