En el inquietante castillo de Eilean Donan, Escocia, primera potencia mundial en fantasmas, tienen incluso uno español. Por páramos verdes, agua remansada y un denso manto de bruma vaga desde 1719 el espíritu de un soldado del regimiento de Felipe V (a saber qué se le perdió por aquellas latitudes) que atemoriza aún hoy a los nativos cuando pasea con su cabeza bajo el brazo.
En el baluarte de Moosham (Austria), añejo escenario de abominables ejecuciones, las almas en pena de mujeres asesinadas son ahora brujas, seres espectrales que -dicen las leyendas- compiten por el territorio con un pobre desgraciado que merodea por los bosques cercanos transformado en hombre lobo. Lo que recuerda inevitablemente a aquella extraordinaria transformación, documentada por Les Luthiers, del perro de un convento de carmelitas que en las noches de luna llena se convertía en hombre.
En fin, Abegondo no es Austria, y menos Escocia. Podríamos relatar que sus pazos están ateigados de espectros, que por ellos se pasea con kilt, medias altas y gaita escocesa el ánima de un gerifalte local que asusta a los paisanos con espantosos alaridos: «¡PXOM, PXOM!»... Pero Abegondo no es Escocia y no puede competir con almas en pena en castillos de oscuros secretos. Pero, eso sí, tiene un pazo fantasma rebosante de fenómenos paranormales que sería la envida de las Highlands.
De hecho, el último hit mundial en apariciones y desapariciones es el pazo de Crendes, un poltergeist en toda regla: el edificio, a la venta en varias inmobiliarias hasta hace unos días, ha desaparecido del catastro y del registro de la propiedad. También su licencia se ha esfumado, como confirmó el Concello. No obstante, sí figura en el último plan general del municipio, aunque en este caso lo que ha desaparecido es el plan general del municipio, decapitado sin compasión por el Tribunal Supremo hace un año.
Además, un escudo de armas y unas cuantas piedras se volatilizaron del pazo de Reibó (Negreira) para reconstituirse con otra forma en Abegondo, a 75 kilómetros de distancia, sin que, hasta ayer, saliese alguien a explicar la transmutación de los muros, un suceso que los expertos sitúan entre 1995 y 1998. Ahora parece que un familiar de los herederos habría trasladado los restos.
Fantasmagórica es también la web de Turismo de Galicia, que siguió localizando en Reibó los vetustos sillares de un pazo que ya no existe en Negreira y que, mutatis mutandis, se erige ahora en Abegondo, adonde fue trasladado piedra a piedra, según la publicidad de las inmobiliarias que lo tenían a la venta. Todo un misterio que hace palidecer las caras de Bélmez y que convendría que alguien aclarase por completo. Que los fantasmas no existen, pero las fantasmadas sí.