Cachiño, la tienda de pan, embutidos y productos artesanales de A Coruña en la que todos los días son buenos días

Patricia García Lema
Patricia García A CORUNA

A LA ÚLTIMA

Delia Rujano, que dejó hace cinco años Venezuela, rinde homenaje a su abuela en este negocio abierto de sol a sol con el que trae un «cachiño» de la aldea a la ciudad mientras crea familia con sus clientes

26 nov 2022 . Actualizado a las 12:16 h.

En una de las paredes de Cachiño, la tienda de pan, embutidos y productos artesanales del número 5 de la plaza Mestre Mateo, cuelgan unos dibujos. Son un regalo que le hicieron dos pequeñas clientas a Delia Rujano, la responsable de este lugar en el que, además de vender el mejor pan de A Laracha, regala su corazón a todas las personas que entran por su puerta. Da igual que llueva o que sea un domingo por la tarde, Delia siempre tiene preparado un «que tenga un buen día» al despachar sus «cachiños de la aldea» a la ciudad.

«Creo mucho en la familia. De hecho, llevo esa palabra tatuada». El tatuaje se lo hizo justo antes de abandonar Venezuela, hace cinco años, para recordar y llevar siempre cerca del pecho a la parte de la familia que se quedó allí. Aquí se vino con su abuela, a la que rinde homenaje con su tienda. «Mi abuela era de Monte Alto. Siempre nos cantaba en gallego canciones como ‘Ondiñas veñen' y nos decía que tomásemos ‘un cachiño más de arepas'». Natural de Mérida, en Venezuela, estudió hotelería y a los 22 años montó un restaurante en el que llegó a tener 18 empleados. Dice que el espíritu emprendedor es algo innato de los venezolanos y que España «es un lugar maravilloso lleno de oportunidades». Delia es una trabajadora incansable: abre la tienda todos los días, de lunes a viernes de nueve a nueve, y los sábados y domingos de diez a ocho de la tarde. En su esquinita de la plaza Mestre Mateo está siempre activa: es fácil verla barriendo la calle, hablando con sus clientas o simplemente regalando un «buenos días». Cuando no hay clientes, entre pedido y pedido, disfruta de la lectura. Le encanta la poesía, la música clásica y escuchar a Facundo Carral. «Antes de abrir la tienda decidí darme un capricho y autoregalarme un sueño: ir a París. ¡Por fin pude ir al Louvre».

Para ella, las horas que pasa en Cachiño no son un lastre, son una felicidad: «El que trabaja está desocupado: si amas lo que haces no es trabajar». Aunque su familia acaba de sorprenderla con una reserva de una casa en Caión para que pueda descansar, al menos, el día de Navidad. Conoce a todo el mundo por el nombre y cada día hay más gente haciendo cola delante de Cachiño. Hay quien va a comprar uno de sus vinos; su miel de Cambre, sus empanadas de Bergondo, sus cestas de Navidad o sus increíbles empanadillas, y quien se acerca para charlar un rato con Delia. «Haces un poco de psicóloga y vas viendo lo que necesita cada persona». Son su pequeña familia. Como le decía su madre, «dónde vayas debes hacer familia».