Víctor Ares, el ceramista coruñés que te enseña a hacer tu propia vajilla

Patricia García Lema
Patricia García A CORUNA

A LA ÚLTIMA

En su taller puedes aprender a crear piezas únicas, la mayoría objetos utilitarios para casa: «La gente quiere ser autosuficiente»

01 nov 2020 . Actualizado a las 23:06 h.

Tuvo su primer contacto con la cerámica hace 30 años. «Empecé con 23 a dar clases con una ceramista de A Coruña». De Monte Alto de toda la vida, Víctor Ares recuerda que en ese momento llevaba contabilidad en una asesoría. «Pero era tan malo…», sonríe, que pronto cambió los números por el trabajo manual. Hace quince años montó su taller en el número 36 de la calle Ramón Cabanillas, en Os Mallos. Y ahí empezó a desarrollar su obra y también a dar clases de cerámica. Víctor reconoce que este oficio pasó por muchos momentos, buenos y no tan buenos. Lo que sí tiene claro es que la cerámica está viviendo un nuevo bum. Sus clases están llenas: «Estoy a tope». En su taller se sientan personas que quieren dedicarse al mundo de la cerámica, y otras que simplemente quieren disfrutar del placer de hacer sus propias creaciones. ¿Lo último? Apuntarse a clases de cerámica para hacerte tu propia vajilla.   

«Desde que se levantó el confinamiento, me centré en las clases», cuenta sentado frente a la mesa grande en la que enseña a otros a moldear el barro. «Mucha gente cuando se quedó encerrada se dio cuenta de que si quería coser un botón no sabía. Entonces se despertó esa necesidad de ser autosuficiente». Y eso se trasladó a la cerámica. «Primero hubo el bum de la cocina, y cuando la gente ya sabía cocinar, el paso natural es prestarle atención a la vajilla: tener un plato bonito para servir esa receta. La gente quiere sorprender: decir `mira qué plato hice'». Hacer objetos para la cocina es lo más demandado en sus clases. Muchos de sus alumnos incluso están ya trabajando con sus manos en los regalos de Navidad.

En su taller se aprende un oficio como se hacía antiguamente: empapándote de los conocimientos de un ceramista. A sus clases va gente que simplemente quiere disfrutar de la cerámica por placer, y también otras personas decididas a seguir con el oficio, a convertirse en ceramista. «Yo enseño cómo son las técnicas, cómo se fabrica, es una técnica tan antigua que lleva con nosotros desde el neolítico y es tan habitual que nadie la conoce. Pasa lo mismo con el pan. Y todo tiene su proceso», cuenta. Víctor explica que, aunque solo sea una taza, «tiene que cumplir con una serie de condiciones, de higiene... Al final le enseñas a valorar lo que hay detrás de una pieza». También aprenden la importancia del horno: «Después de 30 años todavía ahora cuando metes algo en el horno y lo vas a abrir aún te emocionas y lo abres esperando que todo haya salido bien».

Víctor cree que la cerámica tiene algo especial que la hace estar presente en muchos aspectos de la vida. «Te levantas y casi seguro vas a desayunar en una taza de cerámica». Es, cuenta, el hecho de que al final sea tierra la materia prima la que nos hace estar en contacto con la naturaleza. «Y todos necesitamos ese vínculo».