El cambio de alcaldía puede suponer una nueva oportunidad para el municipio, pero depende de que haya voluntad real de servir al bien común, más allá de cargos, más allá de partidos
11 sep 2025 . Actualizado a las 14:47 h.Señor director de La Voz de Galicia, Rubén Santamarta Vicente, me dirijo a usted en relación con la moción de censura que ha tenido lugar recientemente en el Ayuntamiento de Carral, y que ha provocado un fuerte debate ciudadano, político y ético en nuestra comunidad. Creo que este asunto merece una reflexión profunda, y por eso quisiera compartir con sus lectores algunas impresiones que considero importantes.
En primer lugar, conviene recordar los hechos: el Partido Popular, con sus cinco concejales, junto con dos concejales no adscritos (antiguos miembros de Alternativa dos Veciños), presentó una moción de censura contra el alcalde Javier Gestal (AV). El motivo alegado por los promotores: aseguran que el municipio está «paralizado», que no hay diálogo, que los presupuestos no se han aprobado, que falta impulso en áreas fundamentales como educación, sanidad, ordenación industrial, y que hace falta un gobierno estable para evitar que Carral «se quede atrás».
El resultado: la moción prosperó por mayoría ajustada (siete votos frente a seis), y José Luis Fernández Mouriño (PP) recupera la alcaldía de Carral. Todo cambio político supone legítimamente la puesta en común de criterios distintos; lo inquietante es cuando quienes tenían la responsabilidad de gobernar se perciben como ausentes o ineficaces, o cuando quienes tienen la función representativa parecen más movidos por intereses personales que por el bien común.
A continuación algunas reflexiones:
- La legitimidad y la transparencia. El uso del trasfuguismo (concejales que abandonan su grupo, o son cesados, pero siguen formando parte del pleno, y acaban apoyando otra opción política) plantea preguntas legítimas sobre la voluntad popular, la coherencia de las promesas electorales y la responsabilidad ética de quienes acceden al cargo. Si se cambian los votos o los apoyos por intereses peculiares, por lealtades personales, o por promesas no públicas, se erosiona la confianza ciudadana en las instituciones. En Carral, muchos vecinos se han preguntado qué contraprestaciones hay detrás del apoyo de los exediles de AV. No se han divulgado con claridad, lo que abre espacio para suspicacias.
- La responsabilidad política. Los gobernantes, sean del partido que sean, tienen el deber de interiorizar que gobernar no es solo ocupar un cargo, sino cumplir compromisos —acerca de servicios públicos, participación, transparencia, y previsibilidad. Quejas sobre «falta de presupuesto», «falta de diálogo», «gestión deficiente» surgen recurrentemente, pero deben acompañarse de acciones concretas, planes realistas, seguimiento ciudadano. Si la gestión resulta deficiente, hay mecanismos democráticos como la moción de censura, pero usarlos con responsabilidad, sin caer en tácticas partidarias que priorizan revancha o lucro político privado, es lo que define la calidad democrática.
- El impacto en la ciudadanía. Lo más importante, al final, son las consecuencias prácticas para los vecinos: mejoras en los servicios, coherencia administrativa, transparencia en las decisiones, inversiones reales, mantenimiento de la convivencia política. Carral —como tantos municipios en Galicia— no puede permitirse bloqueos administrativos, retrasos en proyectos esenciales, falta de planificación. Si la moción se justifica por esos motivos, la esperanza debe ser que quien toma las riendas asuma compromisos claros y sea juzgado por ellos.
- Las reglas del juego. La sentencia reciente del Tribunal Constitucional que permite mociones de censura apoyadas por concejales tránsfugas cambió el escenario político. Eso crea un nuevo marco en el que las mayorías pueden reconfigurarse, con todas las implicaciones que eso tiene para la estabilidad institucional, para la planificación a largo plazo, para la confianza en el resultado electoral.
En conclusión, es necesario que en Carral (y en toda Galicia) exista un debate público serio sobre el tipo de política que queremos: ¿una basada en lealtades personales, intereses particulares o cálculos tácticos? ¿O una política que respete no solo la letra de las leyes electorales, sino también el espíritu democrático, la transparencia, la coherencia con lo prometido? El cambio de alcaldía puede suponer una nueva oportunidad para Carral, pero depende de que haya voluntad real de servir al bien común, más allá de cargos, más allá de partidos.
Le agradezco que este espacio permita una reflexión de este tipo, pues los ciudadanos merecen participar con información clara y con responsabilidad en los asuntos que les afectan directamente.