El Circo del Sol, un hormiguero luminoso que se instala en A Coruña

Carlos Portolés
Carlos Portolés A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

El Coliseum acogerá pases de este espectáculo itinerante internacional hasta el 4 de mayo

25 abr 2025 . Actualizado a las 16:29 h.

A menudo se piensa en el Circo del Sol como un inmenso gigante. Un mamotreto deslumbrador nacido para desorbitar los ojos y abrumar con contorsiones imposibles y malabares de fantasía. Luces y música y risas prendidas por la pirotecnia y los brillos fulgurantes.

Pero detrás de las bambalinas, en los intestinos profundos de la bestia, las cosas se ven muy distintas. La visión desde el otro lado evoca más bien la imagen de un sofisticado hormiguero. Una colonia populosa donde cada individuo cumple su función con meticulosidad y mimo, volviéndose así un engranaje fundamental de la enorme máquina.

Este jueves pusieron todas estas hormigas, con sus atuendos llamativos y sus talentos únicos, pies en A Coruña. Hasta el 4 de mayo habrá pases en el Coliseum de la rutina Corteo. Habrá dos sesiones diarias, a las 17.00 y a las 20.30 horas, y las entradas pueden adquirirse en la página web del show. Dos semanas teñidas de los mil colores del asombroso mundo del circo.

Como en una torre de Babel en miniatura, los 120 empleados de este espectáculo itinerante, provenientes de las cuatro esquinas del globo, son un popurrí de idiomas y nacionalidades. Todos se hacen entender, casi siempre en inglés, pero no exclusivamente. Rusia, Japón, Ucrania, Francia, Canadá... incluso España tiene su representación en este mosaico formado por 28 banderas.

La apretada existencia del girador

Pero la existencia del girador tiene también sus reveses. «La vida en tour necesita mucho trabajo de adaptabilidad. Normalmente cambiamos de ciudad cada semana. Tienes que vivir con la maleta hecha y minimizar al máximo tus pertenencias, estar lejos de tu familia y de tus amigos. Debes ponerte al día con ellos cada vez que vuelves a casa», explica el acróbata canadiense Francis Croft, que asombra a la concurrencia con sus piruetas sobre una cama elástica.

Lo bueno, no obstante, supera con creces a lo menos bueno. «Llevo ya 7 años con este circo. Para mí, como joven gimnasta, fue un sueño hecho realidad poder unirme a esta familia. Es muy emotivo, se nos permite ser nosotros mismos sobre el escenario. Contamos una historia preciosa que celebra la vida», añade.

2.000 piezas de vestuario. Cada actuante se cambia de atuendo entre dos y siete veces por pase. Técnicos, cocineros, clowns, bailarines... un monolito humano que rema al unísono para delinear una de las puestas en escena móviles más reconocibles del planeta. Dentro de poco, después de haber probado, se asume, el pulpo y la empanada, se embarcarán rumbo a Nueva Zelanda.