Libreros de viejo, los coruñeses que esconden auténticos tesoros en sus estanterías

Carlos Portolés
Carlos Portolés A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Francisco Barcia, dueño de la Fiandón
Francisco Barcia, dueño de la Fiandón MARCOS MÍGUEZ

El callejero cuenta con rincones donde se pueden encontrar reliquias bibliófilas, desde Quijotes hasta incunables

08 dic 2024 . Actualizado a las 23:04 h.

En el callejero coruñés hay rincones de literatura. A veces escondidos. A veces camuflados. Colecciones únicas con libros de otro tiempo, testimonio de lo que pasó. Con un papel que ya amarillea por el paso de los años. Volúmenes singulares, muchos de ellos con la impronta de la artesanía. Lomos de cuero y litografía irregular. «De viejo», los llaman. Pero no hace falta ser viejo para apreciarlos.

Entre los numerosos oasis bibliófilos de la urbe, algunos llaman la atención al momento. De una forma graciosa y excéntrica, parecen sacados de otra era. «Las librerías ya no son así», puede pensar uno. Pero sí son. Sí deberían ser. Como Orillamar, fundada en 1993. Cuatro paredes donde los tesoros se agazapan, esperando a ser descubiertos. Casi siempre por casualidad.

Un autobús lleno de libros

Regenta el reducido y compacto local Paco Ameneiro. Un librero libre. Y de raza. De raza porque lo soñó desde años púberes. Comenzó trabajando, antes de cumplir la mayoría de edad, para una editorial. Y desde entonces permaneció en su cuerpo el empeño del libro.

Y libre porque comenzó en un autobús y recorriendo todas las esquinas de España con sus tomos a cuestas. Parece todo sacado de una película. O de una novela, ya puestos. «Con mi bus lleno de libros iba recorriendo ciudades. Hacía el país de lado a lado y de arriba a abajo. Salía de A Coruña, ponía rumbo a Córdoba y ahí me quedaba, a lo mejor, todo diciembre. Y luego volvía», cuenta el librero.

Su forma de estar en el negocio puede juzgarse extraña para el presente. «En las librerías como Orillamar no trabajamos con editoriales, trabajamos con gente. Nos nutrimos de bibliotecas particulares. Tengo 69 años y no dejo de comprar, pero ya no me caben más cosas. Llega un momento en que tengo que filtrar mucho y ser selectivo».

Incunable

Tiene unas cuantas joyas en catálogo. Algunas muy valiosas. «Hay títulos muy antiguos y extraños que pueden costar de mil euros en adelante». Pero también hay ejemplares muy económicos. Lectura de todo pelaje para todas las carteras.

Dicho de una edición, hecha entre la invención de la imprenta y el año 1.500 —primera acepción—. Raro, valioso o que corresponde a los inicios de una actividad, de un arte, de una técnica —segunda acepción—. Eso es, según la Real Academia de la Lengua, un incunable. Pero además es una librería coruñesa llena de perlas. Y algunas de estas perlas, por cierto, son incunables originales. El más antiguo, un tratado sobre los signos zodiacales, data de 1488.

El buceador podrá toparse con alhajas algo posteriores pero igualmente añejas. Como el ejemplar de Salustio impreso por Joaquín Ibarra —nombre cotizadísimo entre los cazatesoros— en el siglo XVIII. O las Constituciones synodales de Mondoñedo, de 1618. «Aquí hay piezas que pueden rondar los 15.000 euros», explica Rafael Díaz, dueño de la librería.

Díaz heredó el negocio de su madre. La pasión que aún hoy, con el día de su jubilación ya cercano en el horizonte, se distingue en su voz es buena muestra de que la fiebre de los libreros no se cura. «Abrimos en 1984. Yo tomé las riendas en 1998. Es algo que mamé desde muy joven». En estos años, las cosas han cambiado enormemente. Dentro y fuera de las bibliotecas.

«El sector ya no es tan boyante como antes. Un tomo que hoy se vende a 10 euros, en otra época se habría vendido a 40. Los precios, al final, los marca el mercado. Un particular puede vender por internet, desde su casa y sin tener los gastos que tengo yo, el mismo ejemplar que tenemos en la tienda a un precio mucho menor». Pero no lo dice con amargura. Hasta parece encontrar cierto consuelo en el hecho de que cada vez la lectura sea más accesible para las personas. «Para mí, lo importante es que se siga leyendo, sea en el formato que sea. Que no se pierda la compresión lectora. Creo que está muy bien que se digitalicen libros antiguos para que todos puedan disfrutar de ellos», sentencia. Es, sin duda, un lector con mucha compresión.

Os libros de aquí

Un buen día, Fran Barcia se cansó de la hostelería, que durante dos décadas había sido su sustento. Le apeteció —o tal vez necesitó— un cambio de rumbo. Y en esto llegaron los libros. Y en esto, hace ya ocho años, abrió la Fiandón. «O do amor polos libros se leva no sangue. Pero, para ser libreiro, hai que levalo tamén un pouco na cabeza», explica.

Él hace una distinción de catálogo. Considera «libro antiguo» el editado antes de 1936. «Un ano que marcou un antes e un despois, pola Guerra Civil». Pero también guarda cosas de muy atrás. Un Quijote del siglo XVIII, por ejemplo. O los Geografía general del reino de Galicia, tomos con los que posa orgulloso y sonriente entre las altísimas estanterías abarrotadas que pintan las paredes de Fiandón.

Barcia tiene claro dónde reside la magia de lugares como el suyo. «O marabilloso é revolver».