Era imposible entrar en ese minúsculo espacio que me dejó el conductor que se pegó para estresarme el día
08 nov 2024 . Actualizado a las 10:43 h.Hay días Colón, en que todo luce blanco, y hay días en los que ni el KH7 te quita la grasa del pantalón. Son esos días en que sin saber cómo te ves atrapada. Me pasó esta misma semana, en que llegué al aparcamiento de la plaza de Pontevedra y clavé el coche con solo dos movimientos de volante. Listo. Mi Opel quedó perfectamente encajado entre la columna de la derecha y otra plaza que en ese momento estaba libre. Y mira que suelo pisar la raya blanca porque ya sé, como coruñesa con másteres en párkings de la ciudad, que en este hay que darle ancho. Pero como quedaba niquelao, me confié. Así que abrí la puerta de la conductora con la libertad de quien tiene la mañana para hacer recados. Llegó el mediodía, y con la prisa que mi cuerpo siempre tiene dentro, me dirigí al coche. Pero ¡oh, no!, me paré en seco. Nada por aquí, nada por allá. Ni un huequecito para que mi cuerpecito extraño se colara entre mi coche y el que, ahora sí, tenía pegado al mío. Entonces pensé en meterme por la parte del copiloto para comprobar si el pilates ha hecho de mí una mujer más elástica. Pero nada, cuando voy a buscar el mando para abrir veo que no va, ¡pulso, pulso y no tiene pila! ¡Mi Opel solo tiene llave por la puerta del conductor! Así que volví a intentarlo, me enfajé en mi mismidad y así, aplastada entre mi coche y el de al lado, conseguí abrir como pude mi puerta. Otro intento... ¿y?, ¡ni pilates, ni yoga, ni Kunfú Panda! Era imposible entrar en ese minúsculo espacio que me dejó el conductor que se pegó para estresarme el día. Pensé en protestar, en montarla, en llamar a la grúa... Pero, como era la hora de hacer la comida, salí del párking acalorada, pedí un taxi y llegué a casa chorreando en sudor y grasa. Cogí el KH7 y froté y froté. Por la tarde, moralmente aplastada, recuperé (y pagué) mi coche.