Junto a su hermana Patricia, dirige en Juan Flórez la empresa Copymar, una pequeña imprenta que nació como un sitio de fotocopias
29 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Es un negocio en el que hay gente haciendo cola a cualquier hora del día. Ciudadanos de todas las edades que buscan soluciones a sus problemas. «Hasta imprimimos las analíticas de la gente mayor. Ahora no se las dan en papel y nos piden que se lo hagamos nosotros. Intentamos ser empáticas y pensar que podrían ser nuestros padres. No cobramos por el tiempo que les dedicamos, en la vida no todo es dinero», reflexiona Belén Alonso Puga, copropietaria de la empresa de Juan Flórez Copymar. «Ya no somos un sitio donde se hacen fotocopias, ahora somos una pequeña imprenta con cinco ordenadores, dos máquinas multifunción y otras más sencillas. Los tiempos avanzan y nos vamos adaptando a los cambios». Belén se pasa muchas horas en el negocio junto con su hermana Patricia. «Las dos hacemos de todo. Yo soy más habladora y ella es más callada y meticulosa en trabajos de archivos, revistas...», resume. Compartimos café en el bar Bistró, a unos metros de su establecimiento. «Es el punto de encuentro de los que trabajamos en el barrio. También le dio ambiente a la zona la apertura del supermercado Día. Es importante que no haya bajos vacíos. Pero se echa de menos al padre Rosendo, que siempre pasaba a saludar», analiza.
Una manzana y un café
Copymar lo regentaron sus fundadores, Mar y Antonio, durante muchos años. «Yo ya trabajaba allí, y cuando se jubilaron en el 2011 decidí seguir, con la ayuda de mi pareja y de mi hermana, sin ella no creo que pudiésemos ir adelante», destaca. Son oriundas de Touro, al lado de Santiago, y cuando el sábado al mediodía cierran el negocio están deseando dejar atrás el bullicio de Juan Flórez y caminar por los senderos de su casa natal. Belén estudio Administrativo, y su hermana, Relaciones Laborales. «Nos pasamos muchas horas aquí. Siempre hay algo que hacer. Cuando cerramos, aprovechamos para hacer algunos trabajos que es imposible llevar a cabo con clientes en la tienda. Como mucho puedo comer una manzana con el móvil en la mano viendo correos que nos llegan, y mi hermana va a por el café y a veces ni siquiera es capaz de tomarlo caliente», destaca. Belén tiene 48 años, dos hijas de 16 y 9, y reconoce que le piden «una fotocopia o unos lápices» y se olvida de llevárselos. «En casa del herrero...»
Las cartas de los restaurantes
La lista de trabajos que hacen es interminable. No te lo imaginas. Tesis, sellos, planos, pósteres, revistas, folletos, carteles, proyectos, catálogos, impresión de fotos, álbumes, servicios de fax, encuadernaciones, máquinas de oficina, adhesivos, etiquetas, regalo promocional, papelería corporativa, plastificados, laminados, servicios informáticos, material de oficina y escolar, fotografía, lienzos, cartón pluma, digitalización de documentos y, entre otras muchas cosas, «imprimimos dorsales y mapas resistentes a la lluvia para carreras de orientación», añade. Reconoce que es un poco maniática con las cartas de los restaurantes. «Las cotilleo para ver el tipo de papel, la letra, el corte, los acabados... Es por deformación profesional». Es consciente de que cada vez quedan menos negocios como el suyo porque «es muy sacrificado. Es un mundo que avanza muy rápido y tienes que estar al tanto de todo lo que va saliendo. Creo que cuando se acabe la generación que ahora tiene 50 o 60 años va a cambiar bastante el mundo». Llevamos un rato charlando y es hora de que Belén vuelva a la tienda para ayudar a su hermana. «Tenemos clientes de todas las edades, desde jóvenes estudiantes a esos mayores que piden que les imprimamos una foto o, como te decía, la analítica». Una mujer trabajadora, a la que le gusta el deporte aunque lo practica poco. «Por miedo a lesionarme, que es algo que no me puedo permitir. Tengo que estar en el negocio». Es la vida del autónomo. Ahí tienen a estas dos hermanas. Parecen fotocopias.