El Kiosco Alfonso acoge las exposiciones de Lucas Varela y Kundo Krunch
15 ago 2024 . Actualizado a las 08:48 h.Dos maneras muy distintas de entender el cómic, venidas ambas de Argentina, se mostraron este miércoles en Viñetas desde o Atlántico de la mano de los autores Lucas Varela y Kundo Krunch. Aunque hay algo en lo que coinciden totalmente: «Lo peor es dibujar caballos».
El primero —de familia de origen betanceiro— dejó Buenos Aires para venir a vivir a Europa: «Me fui a Francia en primer lugar por motivos laborales, pero terminé quedándome por mi mujer», reconoce el autor de Paolo Pinocchio, un gran experimentador del formato cómic y de sus límites y posibilidades como medio narrativo. No en vano tiene obras como El día más largo del futuro, en la que cuenta una historia de ciencia ficción tan solo con imágenes, sin diálogos ni ningún tipo de texto; o Diagnósticos, obra con guion de Diego Agrimbau en la que analiza diferentes fobias sirviéndose de los recursos que brindan las viñetas: «Son libros complejos, requieren cierto esfuerzo del lector para seguir la historia, pero créeme, no es lo que yo quiero hacer. Yo quiero llegar a todo el mundo, pero siempre termino metiéndome en problemas con historias complicadas. Eso sí, reconozco que los resultados son muy satisfactorios», dice Varela entre risas. De hecho, asegura que empujó a Agrimbau a hacer algo más accesible: «Basta de intelectualizar tanto el cómic, le dije. Y de ahí salió El humano, que al final también tiene su punto complejo, oscuro, amargo».
Por su parte, Kundo Krunch presentó Carne para perros, un cómic con guion de Manuel López Poy que recoge la historia de Antonio Soto, el líder de la Patagonia rebelde, un sindicalista de origen ferrolano que dirigió las revueltas campesinas de los años 20 en Argentina: «Detrás de esto está Manel Cráneo —director de Viñetas—, que cuando editó aquí otro libro mío, La cárcel del fin del mundo, me propuso llevar al cómic la vida del gallego Soto», cuenta el autor, que resalta la larga labor de documentación que requirió este trabajo, algo que ya había sufrido en otras obras suyas, como Tomb, ambientada en el Madrid de los años 40.