Bea Benito: «La soledad es una enfermedad casi peor que el cáncer»

A CORUÑA

Bea Benito tiene 50 años, es técnica de vigilancia aduanera y voluntaria de siempre de la Asociación contra el Cáncer en A Coruña.
Bea Benito tiene 50 años, es técnica de vigilancia aduanera y voluntaria de siempre de la Asociación contra el Cáncer en A Coruña. MARCOS MÍGUEZ

Técnica de Vigilancia Aduanera, es voluntaria de la Asociación contra el Cáncer

28 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Es una persona que contagia optimismo. «Soy como la canción de Xoel López cuando dice «del lodo crecen las flores». De todo sale algo positivo. Cada momento que vives y estás a gusto es impagable», destaca María Beatriz Benito Bañuelos, Bea Benito para todos. Es técnica de Vigilancia Aduanera, voluntaria desde hace muchos años de la Asociación Contra el Cáncer (AECC), seguidora del Básquet Coruña, amiga de sus amigas y capaz de nadar en verano del Playa Club al Matadero aunque «me impacta ver el fondo oscuro», admite. A su padre se lo llevó el cáncer cuando tenía 58 años. Un tiempo después, Bea fue a la AECC. «Pregunté en qué podía ayudar sin molestar. Estuve en cuestaciones por la calle, vendí lotería, entregué dorsales en carreras y, cuando surgió el programa de acompañamiento, me lo plantearon», recuerda esta mujer que hoy forma parta de la junta directiva y del consejo de la asociación. Me habla de su amiga y también voluntaria, Carmen García Sierra, con la que llevó a cabo labores de acompañamiento en casas de personas con cáncer. «Les das a las familias una válvula de escape para que puedan salir. Es una labor dura, pero hay que probar. Hacen falta más voluntarios para acompañar. Poco a poco, la gente se va quedando aislada porque no va a las comidas de los amigos, no queda con nadie... La soledad es una enfermedad casi peor que el cáncer. Por eso es tan importante la AECC», reflexiona. 

De abogada a funcionaria

Charlamos en El Andén. Pide un agua. «Esta es mi zona. Soy de Riazor de toda la vida. Nací en Monforte por circunstancias familiares, pero siempre viví en A Coruña. Fui a las Esclavas y acabé los estudios en los Salesianos. Vi hacer el paseo marítimo y cómo se iba transformando la zona. Tenemos un paseo que es un regalo», sentencia. Está soltera, es una tía enrollada con los sobrinos, y tiene 50 años. «Da un poco de vértigo, pero con el bagaje positivo. Trato de cuidarme», asegura. Estudió Derecho en la UDC y trabajó en un despacho de abogados. «Llevé algún asunto, pero no me acababa de convencer, y eso que hasta di clases particulares. Después trabajé un tiempo en una empresa de telemárketing mientras preparaba las oposiciones de agente de aduanas de la Agencia Tributaria. Era un trabajo duro y menos invasivo que ahora con las llamadas. Aprendí mucho», recuerda. Aprobó las oposiciones y, cuando pensaba que la iban a destinar a Algeciras o a Málaga, le dieron la plaza en A Coruña. 

La «andaina» solidaria

El próximo domingo se celebra la décima edición de esta actividad, A Coruña en marcha contra el cáncer, en la que esperan contar con miles de participantes. Allí estará Bea, por supuesto. «Los voluntarios somos la cara de la asociación. Tienes la oportunidad de conocer a mucha gente de distintos ámbitos. Siempre enriquece. Te decía que la soledad es un problema terrible y por eso programamos cantidad de salidas, rutas... Es una manera de hacer ejercicio y hace que la gente se sienta arropada. Hay que pensar que todas las actividades de la AECC son gratuitas. Se nutre de socios y donaciones e invierte en investigación y en sacar adelante proyectos como el acompañamiento, entre otros muchos», resume. Aunque dice que a veces es un poco brusca en sus reacciones, cuesta creerlo. Confiesa que utiliza el sentido del humor como herramienta y con una sonrisa me muestra su lista de Spotify. «La voy cambiando. Por ejemplo, acabo de añadir el Days Like This, de Van Morrison». Sueña con el Básquet Coruña en la ACB, con poder viajar a Japón con unas amigas, como habían reservado en el 2020, cuando llegó la pandemia. «Logramos que nos devolvieran todo», recuerda. Y en su tiempo libre lo tiene claro: «Me gusta quedar con todo el mundo que puedo», reconoce esta voluntaria que es un soplo de vida, como el viento de Riazor.