«Me crie solo. Nunca me dieron un beso ni una caricia. Ni un regalo de cumpleaños»

A. MAHÍA A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

Con 23 años y tras una biografía de abandonos y abusos, Antonio trata de salir a flote con la ayuda de la institución benéfica Padre Rubinos de A Coruña. Cuatro de cada diez hogares de A Coruña llegan con dificultad a fin de mes

17 may 2023 . Actualizado a las 18:38 h.

Antonio vino al mundo hace 23 años y si le hubiesen contado antes cómo sería su vida volvería al vientre de su madre para no salir jamás. «Pensé muchas veces en que no volvería a nacer», dice. Su biografía es un espanto. Aunque ahora vive en A Coruña, cuenta que nació en Portugal. «Mi madre era una mujer maltratada y mi padre un alcohólico. No supe nunca lo que es tener una familia. Porque ya a los dos años me ingresaron en un centro de menores», recuerda. Estuvo hasta los siete, cuando lo enviaron, junto a su hermano, a Ourense. Allí estuvo en otra entidad benéfica. «Quisieron adoptarme. Pero solo a mí, no a mi hermano, que tenía problemas de hiperactividad. No quise. Les dije que o los dos o ninguno. Y salió ninguno». Continuó hasta que fueron dados en acogida. «Si ya antes mi vida era triste, aquello fue de mis peores recuerdos. A aquella familia solo les interesaba el dinero que les daban por tenernos», cuenta. Y si en casa estaba mal, en el colegio fue mucho peor, pues sufrió acoso escolar por parte de algunos compañeros.

 Comenzó a trabajar a los 16. Tenía que entregar el sueldo en casa. «No me daban ni para salir a tomar algo con los amigos». A Antonio le brotan las lágrimas al recordar aquello. Se recompone y dice lo peor que un niño puede sentir: «Me crie solo. Nunca me dieron un beso. Nunca supe lo que es una caricia. Es que ni siquiera sé lo que es tener un regalo de cumpleaños».

Aquella familia que lo acogió le ordenaba estar ya a las ocho en cama. Todo eran órdenes. Ni un abrazo. Ningún interés por los estudios. Por ninguna de esas cosas que un adolescente necesita. Todas las dudas que tenía, las tenía que resolver él.

Así que se refugió en el trabajo. Pese a que el sueldo lo tenía que entregar en casa, hizo de todo desde los 16 años. Ya en la mayoría de edad, se fue de aquella casa. Conoció a una chica y con ella tuvo una hija. El día que nació ella, nació él. Porque ahora vive y se desvive por la pequeña. Todo lo que gana, «es para ella». Porque todo lo que no tuvo él, lo tendrá esa cría.

Con la pandemia perdió el empleo y los ingresos. Y se vio obligado a residir en la institución benéfica Padre Rubinos. Donde no solo duerme, también realiza cursos. Su lucha es formarse, encontrar un trabajo y formar una familia. Y presenta su currículo: «Valgo para todo. Acato todas las órdenes. Me da igual la profesión. Aprendo rápido. Tengo conocimientos de informática».