Sucesos sorprendentes en A Coruña: un «gigolo» estafado y el ronquido de un secuestrador que no dejaba dormir

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Pilar Canicoba

Titulares asombrosos y noticias curiosas se suceden en la ciudad y su área metropolitana

29 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Las páginas de sucesos vienen a veces con titulares asombrosos. Hay sucesos sorprendentes, admirables, fascinantes, mágicos, milagrosos, prodigiosos, increíbles y de partirse de risa. Esta semana, La Voz publicó una de esas noticias curiosas que dejan pasmado al lector. Ahí se contaba que un ladrón tiró al estanque del parque de San Diego un bolso de marca valorado en cerca de 5.000 euros que minutos antes había robado en una tienda. Sucesos que dejan los ojos como platos los hubo y los habrá siempre. Estos son algunos de los que más asombro levantaron en los últimos años. 

Delincuentes con encanto

Una mujer estafa 50.000 a un jubilado con promesas de boda. Abundan los pillos, los delincuentes que engatusan, que desnudan con encantos, que dejan a cualquiera sin blanca dando los buenos días. Son estafadores del amor. La mayoría de las víctimas son mujeres. Pero en el 2018, la «mala fue ella». Fernando es un pensionista coruñés de 75 años que se enamoró de quien no debía. De una mujer que pese a no haberla tenido jamás delante le estafó en 8 meses 50.000 euros, un dinero que el hombre no tenía, pero hizo de todo para tenerlo. Tuvo que pedir créditos a varios bancos y financieras. 

La soledad lo estaba matando. Así que puso un anuncio en un periódico. «Escribí que necesitaba compañía, que era un hombre muy cariñoso, honrado y sensible», recordaba Fernando, quien «no quería una relación fugaz, sino sincera y para toda la vida». Dejó su número de teléfono para que toda interesada lo llamase. Al día siguiente recibió en su WhatsApp el mensaje de una mujer que decía ser rumana, de 45 años y residente en Madrid. El hombre destaca que le decía «cosas muy bonitas». Pasaba el día esperando el momento de volver a charlar con ella. Pronto hicieron planes de boda. Fernando estaba impaciente por tenerla en casa y ella le daba largas, le decía que necesitaba arreglar unos asuntos en Madrid para viajar definitivamente a A Coruña. Pero las semanas pasaban y su encuentro no llegaba. A los dos meses, con Fernando completamente enamorado, la estafadora le contó que sus padres iban a perder la casa en Rumanía, que ella no tenía recursos para ayudarlos, que 6.000 euros serían suficientes. El hombre no se lo pensó y le envió el dinero. Solo era el inicio. 

Quería ser «gigolo» y le robaron 3.000 euros. Famoso también fue el timo a un joven apuesto coruñés que en internet encontró una oferta de trabajo como chico de compañía para mujeres mayores. Le prometieron 5.000 euros por servicio. Pero debería abonar una fianza, que se la devolverían tras el primer encuentro, de 3.000 euros. El chico dio el dinero, pero jamás vio una dama interesada en sus encantos. 

 

Crimen nada perfecto

Mató a dos hombres y se lo contó a todos sus amigos. ¿Se imaginan a un criminal con el propósito de matar a dos hombres y en lugar de acabar con sus vidas en un monte los invita a su propia casa para hacerlo? Pues un vecino de Aranga lo hizo. ¿Se imaginan que el criminal pone en marcha un plan que consiste en meterles un tiro a cada uno en la cabeza y lo hace en presencia de su hijo de 4 años, su esposa y un conocido? Pues lo hizo. ¿Se imaginan a un asesino que tras ver los cuerpos sin vida de sus víctimas no se le ocurre otra cosa mejor que llamar a sus amigos y contarlo? Pues este lo hizo. La Guardia Civil no tardó en detener al autor de aquel doble asesinato de Aranga en abril del 2010. 

Cuando el malo es otro

La pesadilla de llamarse igual que un ratero. En el 2012, había un coruñés llamado Antonio que no había roto un plato en su vida y un vasco con su mismo nombre y apellidos que los había roto todos. La Administración los confundió y dejó al buen ciudadano gallego sin un céntimo en sus cuentas. Durante meses, no pudo cobrar el paro hasta que al final convenció al Estado de que el malo era el otro.

 

 

Arrestos inoportunos

Esposado frente a la tragaperras. Luis M.R.S. hizo que su bolígrafo pareciese un puñal. Le puso el «arma» al cuello a una farmacéutica en A Coruña en marzo del 2015, y logró un botín de 540 euros. Salió de la botica y tomó una caña en el bar próximo, y luego huyó. Pero se olvidó la cazadora, a por la que volvió al día siguiente. Pidió un vermú y probó suerte en la tragaperras. Cuando le tocaba el «especial», la policía llegó a detenerlo. Se enfrentó a los agentes, a los que exigía recoger todas las monedas antes de ir al calabozo.

Alegó que robó para darle a su novia un regalo de San Valentín. En febrero del 2018, un joven fue detenido como autor de un robo en un comercio de la ronda de Outeiro. El arrestado dio una explicación sorprendente. Explicó que el día anterior se había gastado en copas el dinero que tenía reservado para hacerle un regalo a su novia con motivo de San Valentín. «Agobiado» por ello, se vio en la necesidad de robar. 

Simulación de delito

¿Cómo cuento en casa que me gasté el sueldo en clubes? Era el día del cumpleaños de un amigo y en el banco le habían ingresado la nómina unas horas antes. Por tanto, esa noche el dinero no iba a ser el problema. O sí. La cosa es que el hombre ya salió chispa de la cena. Y más chispa estaba a eso de las tres de la madrugada, cuando convenció a sus amigos de ir a un prostíbulo. Para que no le dijeran que no, les prometió invitarlos a una copa. Y allá se fueron. El asunto es que a una copa le siguieron otras más. La cuenta engordaba al mismo ritmo que su euforia. Así que fue al cajero a retirar dinero. Varias veces. Lo hizo a las cuatro, a las cinco y a las seis. Y parece que no lo hizo a las siete porque ya no había más cuartos en la cuenta. Lo había gastado todo. Ya no le quedaba ni un céntimo de los 1.500 euros que le habían ingresado la mañana anterior. Y ahí se vino abajo. Porque este hombre no podía presentarse frente a su mujer y decirle: «Cariño, me he gastado el sueldo en un club nocturno». Más o menos es lo que le dijo al juez, al que se dirigió para expresarle lo que sentía en su interior después de vaciar su cuenta bancaria. «Cómo cuento yo esto en casa», pensó. Pues lo primero que se le vino a la cabeza fue contar que le habían atracado. 

 

Secuestros

«El viejo que me vigilaba no me dejaba dormir con los ronquidos». Un grupo de ocho personas decidió en el 2014 secuestrar a un maderero coruñés. Lo llevaron a una casa perdida en el campo. Y allí lo tuvieron una semana. Quien lo vigilaba era un anciano. Después de su liberación, la víctima recordó que no fue capaz de pegar ojo. No solo por el miedo, sino porque su custodio roncaba mucho.