José Carlos Alonso: «He incluido hasta los análisis de pulmón que hacían a las cigarreras»

FErnando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

F. M.

Ven la luz unas «historias visuales» de la Fábrica de Tabacos y Santa Cristina

17 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

José Carlos Alonso (León, 1964 —«pero viviendo desde los 5 años en A Coruña», aclara—), se ha convertido en cronista gráfico de la ciudad a través de un proyecto personal que bautizó como Flujos y con el que ha editado una serie de libros que abordan, desde la perspectiva de las imágenes históricas y siempre con un ojo puesto en la evolución urbanística y arquitectónica, el pasado y el presente de zonas como As Xubias, Os Castros, la Gaiteira, la Cubela, Casablanca, Casanova de Eirís, el puente de A Pasaxe, el puerto, Monte Alto o, en sus últimas publicaciones, la Fábrica de Tabacos y la playa de Santa Cristina.

—¿Cuántos libros tiene publicados con el proyecto Flujos?

—Son 17 ya. Los primeros eran más pequeños, pero poco a poco fue creciendo la edición en páginas y en calidad. Empecé en el 2016 recopilando documentación para contar cómo había sido mi infancia en Monte das Moas, entre el rural y la ciudad. Monté un blog con eso e hice unas exposiciones en el Fórum Metropolitano, y como fueron un éxito me animé a plasmarlas en libros. Empecé con los del barrio, después vino uno sobre la Cros de O Burgo... Hasta 17, que están a la venta en las tiendas Telocompro. Y siempre centrado en los barrios, que son la parte de la ciudad a la que no se le ha prestado atención históricamente.

—Y ahora aborda uno de los edificios más ilustres de la ciudad, el de la Fábrica de Tabacos.

—Pocos edificios así tenemos en la ciudad. Si quitas el Palacio Municipal de María Pita, el Cuartel de Atocha, Capitanía... Pero es que además este tiene una implicación muy importante. Fíjate que acabamos de citar dos edificios militares y el Ayuntamiento. Pero un edificio civil, con esa relevancia social, laboral y arquitectónica, solo está la Fábrica de Tabacos. Cierto que en otros tiempos hubo otras fábricas grandes, aunque no tanto como esta, Pero eran más pobres arquitectónicamente. De hecho, la fábrica en principio eran muros de piedra con ventanucos. Incluso ahora no es un edificio demasiado luminoso.

—Bueno, era una fábrica al fin y al cabo.

—Ya, pero puedo comprender ese modo de construir a principios del XIX, cuando se le otorga la función de fábrica de tabacos. Pero cuando hay una reconversión en torno al inicio del siglo XX, me duele que se apostase por un edificio tan masivo, cuando en aquellas fechas la industria había descubierto la ligereza en la edificación y llevaban décadas establecidos los palacios de cristal en Reino Unido, con el beneficio de luz que eso suponía.

—¿Qué le parece cómo quedó el edificio tras la reforma?

—Es funcional, pero está muy bien. Poco más se podía hacer, teniendo en cuenta cómo estaba en sus últimos tiempos. Se fue almacenando maquinaria en cuartuchos, se le dieron mil martillazos para encajar tubos que no estaba previsto que pasasen por allí, para encajar las cintas transportadoras se hicieron auténticas burradas... Era un caos.

—¿Le pasó factura el tiempo que estuvo sin actividad?

—No estuvo tanto tiempo, el problema es que ya estaba muy deteriorada de antes. Llegó un momento en el que se dejó de invertir en el edificio y eso se notó. Y así hasta su cierre. Había interruptores que podían tener sesenta años.

—Se ha escrito mucho sobre la fábrica, y ahora usted suma un libro más.

—Por eso quise hacer una historia más visual, incluyendo los planos y toda la información que pude sacar del archivo de la propia fábrica que hay en el del Reino de Galicia, además de otras fotografías y documentos que me pasaron particulares, especialmente cigarreras. Están hasta las pruebas médicas que les hacían, los análisis respiratorios y de pulmones.

—Ha conseguido documentos curiosísimos, como los planos del aparcamiento de bicicletas.

—Es del año 36 y tenía su propia marquesina. Y no era un tenderete de chapa, sino una construcción sólida muy bien hecha. Se aparcaban las bicicletas en vertical, para aprovechar el espacio. Y también hay un cuadro de Modesto Brocos de alrededor de 1900 en el que se ve la cara que actualmente es la fachada y que se reflejaba sobre el mar, porque la Palloza estaba sin rellenar.

«Del concurso de castillos de arena de Oleiros salieron grandes arquitectos»

La playa de Santa Cristina, es la protagonista de otro reciente libro de Alonso.

—Impactan las imágenes de los coches entrando en la arena, pero más todavía ver aviones aterrizando en la playa.

—A finales de los años 20 del siglo pasado se usaba como aeródromo. Aún no estaba deformada la playa por las corrientes que cambió el dique de abrigo, así que con marea baja había tal explanada que podían aterrizar los aviones. Era todo un evento cuando pasaba.

—Recoge también en el libro los concursos de castillos de arena.

—Ahí se forjaron familias de grandes arquitectos de A Coruña, como los Franco Taboada. Me pasó José Antonio Franco Taboada unas fotografías donde se le ve a él y a sus hermanos participando en el concurso. No sé si por aquel entonces ya tenía claro que su futuro sería la arquitectura, pero lo cierto es que terminaron ganando el concurso varias veces e incluso yendo al nacional y al que se celebraba en Francia.

—Y ya está trabajando en su siguiente libro.

—Estoy preparando un retrato de los animales coruñeses. Me he topado a lo largo de estos años con infinidad de imágenes históricas que tienen presencia de animales, de caballos militares a bueyes de carga en el puerto, burros que transportaban a sus dueños a los mercados... Eso sí, mascotas, pocas. Había perros guardianes en el campo, pero mascotas solo tenía la alta burguesía. Tengo una foto de Pedro Barrié con su enorme perro, se llamaba Napoleón.

—¿Y qué animales hay ahora?

—Todavía encuentras gallinas, caballos o corderos en Elviña o Visma. Y si algún dueño de mascota quiere que figure en el libro, que me mande la foto.