No deja de sorprenderme la rapidez supersónica con la que un montón de espabilados coruñeses son capaces de acabar con las entradas y las plazas para las actividades infantiles
12 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Hay dos cosas que no dejan de sorprenderme en esta ciudad. Una es la pasión callejera que nos lleva a abarrotar terrazas, adoquines y jardines en cuanto sale un rayo de sol. La segunda es la rapidez supersónica con la que un montón de espabilados coruñeses son capaces de acabar con las entradas y las plazas para las actividades infantiles. Es como si hubiera un grupo misterioso de padres y madres al acecho que tienen una alarma que les avisa en el momento exacto en el que se abre un plazo para pedir una entrada para lo que sea. Aparece el concepto «plazas limitadas» y, todos a una, consiguen ese sitio para sus infantes que los demás, ilusos, no logramos nunca, condenados a la lista de espera.
El martes se abrió el plazo para inscribirse en las próximas Merendas con contos de las bibliotecas municipales: a mediodía o bien no había plaza, o ya había lista de espera. En Semana Santa, el planetario de la Casa de las Ciencias programó varias sesiones para niños sin posibilidad de comprar con antelación la entrada. Así que, con 45 minutos de adelanto, nos plantamos el Viernes Santo en una cola nada larga. Dos entradas para el planetario, por favor. ¿Para la sesión de la una? No, para las 11.30. No quedan, me dice. Cómo, pregunto, cómo que no quedan. Es que la gente vino antes... ¿Antes cuándo? A las diez, cuando abrimos. Adiós dinosaurios.
Este lunes se abrió el plazo para los talleres en familia de la exposición de Picasso. A las 9.36 horas solicité el del sábado próximo. A las 12.00 recibí respuesta: no hay plaza, puede pedir para los próximos. Nos la han dado para dentro de tres semanas. No sé si pintar la torre de caramelo o hacer un tercer grado a los otros padres para ver si me dejan entrar en el grupo de los listos.