Raquel Martínez Buján, socióloga: «España es uno de los países de Europa con más empleadas del hogar»

Mila Méndez Otero
mila méndez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Martínez Buján fue decana de la Facultade de Socioloxía entre los años 2017 y 2021
Martínez Buján fue decana de la Facultade de Socioloxía entre los años 2017 y 2021 MIGUEL MIRAMONTES

La exdecana de la UDC, que demanda más políticas de conciliación en el 8M, recuerda que en muchas ocasiones se rompen los techos de cristal porque en casa «están ellas para limpiar los cristales»

07 mar 2023 . Actualizado a las 10:08 h.

Para la profesora de Socioloxía de la UDC Raquel Martínez Buján, A Coruña (1976), el feminismo solo conseguirá ser transformador si es diverso y dialogante. La exdecana, criada en el barrio popular de la Sagrada Familia, defiende que la cuestión de género y de clase son indisociables.

—¿Se acuerda de su primera manifestación del 8M?

—Fue a finales de los 90, en A Coruña. Yo era estudiante. Creo que había cuatro o cinco personas. Era algo muy raro. No se veía como un fenómeno social. No era popular ser feminista.

—¿Hoy lo es?

—Decir que eras feminista hace 20 años tenía connotaciones negativas. Se reían de ti. Hoy en día nadie se atreve, se ha instaurado como un valor.

—Y a las manifestaciones ya no van cuatro o cinco estudiantes.

—En el año anterior a la pandemia, el 2019, la manifestación fue multitudinaria en todas las ciudades de España, también aquí. Fue increíble, me emociono pensándolo. Con la plaza de las cigarreras como lugar de tránsito. Ya no veía solo a mis alumnas, sino a mujeres, y hombres, de distintas generaciones. Fue como una celebración familiar. Eso enriquece mucho al movimiento feminista.

—El 8M dejó de ser también una marcha exclusivamente urbana.

—Hay que reivindicar los espacios que no son centrales en el Estado español. Las mujeres que se manifestaron en los pueblos demostraron que el feminismo pide un cambio en todos los espacios.

—¿Cuándo empezó a germinarse el cambio?

—Fue hace una década cuando empezó a expandirse, a hacerse más visible, más plural, con generaciones diversas. Coincidió después de la crisis del 2008, que aquí impactó más tarde. Tras las políticas de austeridad y del 15M, ha sido una explosión.

—¿En qué se ha convertido para usted hoy el 8 de marzo?

—El 8M se ha convertido en un movimiento llamado a repensar nuestra existencia. Un espacio único de reivindicación feminista que se ha ido popularizando y desde el que reclamar un cambio. No solo para la igualdad de género, sino del sistema económico. Que tenga en cuenta la vida y los cuidados. Lo que se hace dentro del hogar, donde las mujeres estamos sobrerrepresentadas.

—Regresando a la pluralidad. ¿Hoy es más abierto?

—Hay una diversidad de opciones que antes eran impensables. Las trabajadoras del hogar, muchas de ellas migrantes, han conseguido poner sus lemas en el centro del movimiento feminista. Eso lo enriquece mucho, lo hace más cercano a nuestra realidad cotidiana, no solo a unas pensadoras o intelectuales de clase media alta. Para ser transformador, tiene que englobar a todas, sino, solo es un movimiento de clase.

—¿Cambiaron la agenda?

—Han conseguido politizar cómo nos organizamos en los hogares y evidenciar la necesidad de un cambio. Visualizar la carga que suponen los cuidados de las personas mayores en situación de dependencia, cuestionar los trabajos de hombres y mujeres dentro en los domicilios, la necesidad de contratar personas porque no hay políticas públicas. La lucha por la igualdad de género también lo es de estas mujeres.

—¿Habían quedado al margen?

—España es uno de los países con más empleadas del hogar de Europa. Es así como muchas mujeres de clase media o media alta han conseguido potenciar su trayectoria profesional, y no por un cambio en la mentalidad de los hombres. Donde menos políticas públicas hay de apoyo a la familia, hay más empleadas domésticas. Sucede también en Portugal o Italia. En nuestro grupo de investigación decimos que los techos de cristal se rompen porque están ellas para limpiar los cristales.

—En la pandemia, la marcha del 8M se puso en el punto de mira.

—Se utilizó políticamente para destruir al movimiento y recibir las críticas que sigue recibiendo.

—Comenta que es más plural, pero el feminismo también llega dividido al 8M, después de la aprobación de normas como la ley trans. Un sector considera que desdibuja a la mujer.

—Lo veo muy polarizado y con muchas dificultades para conversar sin excluir opciones diferentes a las nuestras, y creo que eso resta fuerza. Tenemos que dejar pausar los valores y ver cómo se desarrollan las legislaciones. Estos procesos requieren un debate pausado entre las partes, para no acabar imponiendo determinadas opciones. Como socióloga, siempre intento pensar en quienes quedan excluidos con una norma. A veces es difícil posicionarse sobre temas polémicos con muchos grises. Muchas feministas tampoco tenemos tan claro todo lo que es bueno o malo, entre comillas, para las mujeres.

—¿Qué avances destacaría?

—Se ha conseguido muchísimo, se ha ratificado el convenio 189 de la OIT (Organización Mundial del Trabajo) en el que se reconocen los derechos de las trabajadoras domésticas, como el desempleo. Una demanda histórica. También hemos conseguido las excedencias por cuidados o la extensión del permiso de paternidad, más allá de la polémica.