
El lugar había sido precintado para evitar que jóvenes se colaran para hacer botellón
12 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Hace mucho frío por las noches en el bajo del número 10 de la avenida Barrié de la Maza, frente a la plaza del Orzán. El viento entra brusco donde vive y duerme un hombre. Para amainar el temporal, el indigente levantó un muro de ropa y cartón alrededor de su cama. Que no es más que un roído colchón de noventa que si lo llega a poner en mitad de la calle la humedad le calaría igualmente los huesos.
Ahí está desde hace meses. En una especie de soportal que en su día fue cerrado con una verja de hierro hoy pasto del óxido y de los agujeros que le fueron haciendo para colarse los jóvenes que ahí hacían botellón. Uno de esos huecos, rodeado de un viejo precinto policial, sirve de entrada al vagabundo que no quiere responder a la prensa. Los vecinos lo hacen por él. Cuentan que no da problemas. Que los problemas son otros, como el abandono de ese bajo de unos cien metros cuadrados que da a la calle Don Bosco. «Estamos mejor ahora que antes. Por lo menos, esta persona no molesta. Lo que era tremendo era cuando aquí se juntaban decenas de chavales a beber todos los fines de semana», cuenta uno de los residentes.
Quien okupó el bajo se preocupó de tapar el resto de agujeros con colchones, madera y cartón. Solo dejó un acceso por el que parece difícil pasar sin resultar herido. Dentro tiene sus pertenencias. Una maleta con ropa, unas ollas, cajas y más cajas.
Durante el día, según cuentan los vecinos, deambula por la zona. Dicen que es usuario de la Cocina Económica, «no se mete con nadie y no arma follones». La verdad, dice una vecina, «ni nos damos cuenta de que está».
Cuarenta personas sin hogar
Como este hombre, unas cuarenta personas duermen en las calles coruñesas. El estudio ampliado dice que un centenar de vecinos que no tienen un hogar alternan las noches en los cajeros y los bancos con las pernoctaciones en algún albergue.
Desde Asuntos Sociais son conscientes de que los problemas sociales y económicos de esta gente no les permite descansar bajo un techo. Si bien, son muchos «los que renuncian a las ayudas que les ofrecemos», indican desde María Pita. Aun así, los técnicos municipales logran en alguna ocasión convencer a alguna de estas personas sintecho a que acudan a los albergues de la ciudad. Sin embargo, a los pocos días de estar en estos centros «se van, no se adaptan a compartir con otras personas y prefieren la calle», explican las mismas fuentes.