María Jesús Lorenzo Modia, catedrática de Filoloxía Inglesa de la UDC: «Las escritoras del XIX no hablan de con quién casarse, sino de cómo sobrevivir»
A CORUÑA
La especialista en literatura de autoría femenina, que promovió la visita de Vargas Llosa a la ciudad en el 2019, ingresa en la comisión nacional que evalúa a los investigadores españoles
09 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.María Jesús Lorenzo Modia es una de las cuatro catedráticas de la UDC recién designadas por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad para formar parte de la comisión estatal que evalúa el trabajo investigador de profesores universitarios y funcionarios de las escalas científicas en España. El nombramiento le llega en plena cosecha editorial tras la publicación de un libro sobre la recepción literaria de Joseph Conrad en Europa, que motivó la visita de Mario Vargas Llosa a A Coruña en el 2019; de una edición bilingüe en inglés y gallego, en el marco de la colección Francisco Pillado Mayor, de dos comedias de Frances Burney, una de las autoras inglesas más importantes del siglo XVIII, censurada por su padre, y unos meses antes, la publicación de la traducción al castellano de La gitanilla española, de George Eliot, y un volumen en inglés sobre ecofeminismo editado en Routledge.
—Toda su carrera atiende a la obra de las mujeres.
—Recuerdo una anécdota de Virginia Woolf, hija de un catedrático de universidad, que no pudo matricularse, porque las mujeres no tenían acceso, pero escribía, publicaba y de vez en cuando recibía una invitación para dar una conferencia. Y decía ella: «Quiero que me paguen, no que me regalen una pañoleta». Yo misma pedí un libro de Frances Burney en préstamo a la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y me contestaron diciendo que no existía tal persona. No puede ser, pensé, hasta que caí en la cuenta. Volví a escribirles, y con el apellido del marido, D’Arblay, sí existía. Son anécdotas representativas de cómo las mujeres aparecen definidas en función de si son hijas de o mujeres de, no de su trabajo.
—Aún hoy. ¿Cómo nació su preocupación por este asunto?
—Toda investigación empieza por una duda. Al acabar la carrera hice una tesina sobre Jane Austen y, como ella cita a escritoras, pensé que había algo allí que no me habían explicado y empecé a investigar a las autoras. Había que ir a Inglaterra, porque aquí no teníamos bibliografía ni se habían publicado las novelas. Eran los años 80, primeros 90. A raíz de la crítica literaria feminista, las americanas especialmente empiezan a publicar estudios de mujeres para tratar de poner en valor, rescatar y editar textos que no se encontraban salvo en bibliotecas muy antiguas.
—Novelas de señoras finas...
—Estoy pensando en un libro de aquellos años, Jane Austen and Money [y el dinero], porque efectivamente se decía que eran novelas de señoras ricas, finas, que tomaban el té y hablaban de su época. Y sí, hablaban de su época, como todos, pero detrás de los vestidos estas obras que luego aparecieron en la BBC como películas o series de época hablan de un problema social, de cómo las mujeres se desenvuelven en la vida. Si no tienen medios de fortuna propios, su única manera de sobrevivir es casarse.
—Y se presentan como novelas románticas.
—Y no se trata de ver con quién me caso y con quién no, sino de ver cómo sobrevivo, cómo me sitúo socialmente y cómo puedo llegar a cierta independencia. Ellas están tratando de hablar de esos problemas. Y esto, para mi grandísima sorpresa, ya estaba en la novela de autoría femenina del siglo XVIII. Evidentemente, en época medieval, las francesas, Cristina de Pizán, ya hablan de esto, pero no se soluciona. Y esto es lo que el feminismo nos planteó y que ha llevado a cambios en el canon literario y en la consideración e interpretación de las obras de las escritoras.
—¿Cómo fue el encuentro con Vargas Llosa en el 2019?
—Todo vino de una llamada de Elinor Shaffer, de la Universidad de Londres, en la que me comentó que iban a publicar un libro sobre la recepción de Conrad en Europa. Le dije que Vargas Llosa le dedica un personaje en El sueño del celta que debería formar parte, y decidimos intentarlo. Yo no sabía cómo ponerme en contacto con él ni si me iba a aplicar un caché de muchos miles de euros. Nunca pensé que vendría sin pedir nada a cambio, nada, absolutamente nada. No es habitual. Lo que planteé fue organizar un seminario de investigación sobre su obra, con expertos de Estados Unidos, Australia, Francia y España. Él vino, dio una entrevista pública y después tuvo la amabilidad de concederme una entrevista privada sobre Conrad. Se la envié, traducida, y le pareció excelente. Se acaba de publicar.
«Los sexenios pasaron de complemento salarial a marchamo de calidad»
Recuerda la catedrática una conversación con el fallecido Rubalcaba en la que el ministro socialista admitía que no había dinero para subir los sueldos de los profesores pero sí para crear un complemento salarial que premiara la labor investigadora.
—¿Por qué son tan importantes los famosos sexenios?
—Porque con el tiempo lo que nació como un complemento salarial se convirtió en un marchamo de garantía del nivel del profesorado y una herramienta de promoción de la carrera profesional. Para que un ayudante o contratado doctor sea titular, por ejemplo, o un titular, catedrático, suele considerarse su número de sexenios (aunque no solo eso). Los llamamos sexenios, porque pueden solicitarse cada seis años.
—¿Cómo se evalúan?
—Se publica un baremo en el BOE con lo que hay que presentar. Tienes que someter a evaluación cinco aportaciones que pueden ser un libro, un capítulo de libro o un artículo, sujetos a determinados índices de calidad, es decir, tienen que estar publicados en editoriales o revistas reconocidas por su calidad nacional e internacionalmente. Hay ránkings, de hecho.
—¿Investigan más los varones?
—El techo de cristal existe. Las mujeres tienen una vida personal a la que probablemente aportan más horas que sus compañeros y eso penaliza sus carreras necesariamente. Los cuidados han estado históricamente de su lado. Yo he sido la primera catedrática en mi área de conocimiento de la UDC. La carrera universitaria es muy larga, muy dura, está muy ralentizada, y prácticamente no llegas a un puesto estable hasta los 40, lo cual es más injusto para las mujeres. Por publicar no te pagan y los complementos por sexenios no son tan altos. Pagarle a una persona para que atienda a tu familia mientras trabajas te cuesta muchísimo más.