Mariluz Álvarez, vecina de A Coruña: «El párkinson me enseñó a ser más empática»

Caterina Devesa A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

Su vida cambió desde que le diagnosticaron la enfermedad en el 2020

31 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Lleva diez meses acudiendo a la Asociación Párkinson Galicia, en el barrio de las Flores de A Coruña. «Pena no haberme apuntado antes», dice Mariluz Álvarez, que destaca el trabajo de la entidad. «Vengo a clases de logopedia y también a fisioterapia. Además, me animo a todas las iniciativas que hacen, por ejemplo, el otro día fui a una charla y también realizo ejercicios cognitivos», añade.

La mujer, de 58 años, se animó a acudir a la asociación por sus compañeros de trabajo. «Me insistieron mucho, pero yo era reacia. Al principio me da miedo lo desconocido, pero la verdad es que nos ayudan en todo. Siempre te reciben con una sonrisa, aunque no se la ves, porque vamos con mascarilla en el centro. Nos la transmiten con la mirada. Lo único malo es el acceso, porque el pavimento de la calle está fatal y es fácil caerse». En su caso, le diagnosticaron párkinson hace dos años. «En el 2019 empecé con síntomas en la mano. Iba caminando y de repente los dos dedos me hacían pinza. Entonces ya dije: esto no es normal. Luego ya se me extendió a la pierna». Hasta dar con el diagnostico, pasó un año. «Me hicieron varias pruebas, pero cuando te dicen que parece párkinson, ya empiezas a asumir que lo es», dice Mariluz, que indica que aunque conocía a personas con esa dolencia, desconocía muchos aspectos relacionados con la enfermedad. «Por ejemplo, el otro día en la charla nos explicaron que hay cubiertos específicos para nosotros», dice.

Ayuda para algunas tareas

Desde que padece párkinson, su vida ha dado un giro. «Cambias tú porque te cambia la vida. Dejas de ser normal, por decirlo así, a ser más lenta, pero también aprendes a valorar pequeñas cosas que antes dabas por hechas», indica la coruñesa, que destaca que aunque la enfermedad no le impide valerse por si misma sí la ha obligado a «echar el freno». «Ahora lo que antes me llevaba 10 minutos me lleva 40. He aprendido que cuanto más nerviosa me ponga, peor. Porque soy muy impaciente, para mí el ayer no existe y ahora tengo que tener paciencia. Estoy aprendiendo». Otra de las enseñanzas es el no juzgar. «El párkinson me enseñó a ser más empática. A pensar que detrás de cada persona hay una historia. Me di cuenta de que antes, cuando veía a un enfermo, sentía lástima, pero con la enfermedad también me he dado cuenta de que esto no es para tanto. Hay cosas mucho peores. Creo que cada enfermedad te deja una enseñanza», destaca Mariluz, a la que todos llaman Lila.

En su día a día, la mujer hace vida normal, aunque admite que hay determinadas tareas que no puede hacer sola. «Por ejemplo, no cocino, pero nunca me gustó, y tampoco plancho, que sí me gustaba. Las tareas del hogar casi no las hago». En su caso, destaca que tiene suerte porque vive acompañada. «Vivo con mi madre y mis hermanos, entonces me ayudan». Por el resto, manifiesta que continúa con su rutina. «En mi caso puedo trabajar, soy telefonista en la UDC y no me afecta la enfermedad, ya que trabajo con auriculares y el ordenador. Lo que sí, tardo mucho más en llegar que antes, ya que voy andando. Después, como son muchas hora sentada, la pierna se resiente y tengo que hacer ejercicio. Los hago en la asociación, que tiene gimnasio, pero debería hacer más». Tampoco conduce, ya que para las personas con párkinson es un riesgo, «pero ya no conducía antes. Nunca me gustó», señala.

Lo que sí ha dejado de hacer es ir al Dépor. «Como las escaleras del estadio no tienen barandilla, me da miedo caerme, ya que con la pierna así me cuesta subirlas y bajarlas. Cuando peor estoy es por las mañanas, tardó en conseguir que se mueva y hay días que está agarrotada total. El clima influye mucho y la humedad afecta». Sobre su ausencia en el estadio de Riazor, señala que lo echa de menos, pero que con la enfermedad también aprendió a centrarse más en el presente: «Quién sabe qué deparará el futuro. Vi al Dépor en Tercera, después viví el Superdépor y los buenos tiempos y, de nuevo, en Tercera. Todo es posible», dice la vecina de A Coruña.

En la asociación ha encontrado, además de ayuda, amigos. «Yo voy a las clases grupales, las hay también individuales, y somos una piña. La verdad es que viene genial estar con personas en tu misma situación». Además de acudir a las lecciones, colabora con la entidad en todo lo que puede. «Es la forma de devolverles la ayuda», dice la mujer, que protagonizará el mes de octubre del calendario de la asociación. «Me apunto a un bombardeo», manifiesta.