El Centenario, el gran reto de la fachada marítima de A Coruña

David García A CORUÑA

A CORUÑA

El traslado a Langosteira de las concesiones pendientes habilitaría un área tan grande como Santa Margarita y San Pedro

20 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El futuro de la ciudad de A Coruña pasa por sus muelles interiores y su apertura, un proceso que ya está en marcha con la recuperación provisional para los ciudadanos de Trasatlánticos, Batería y Calvo Sotelo. Sin embargo, a la fachada interior de la ciudad le quedan muchos metros cuadrados por liberar para continuar con la transformación de la urbe y solo el muelle del Centenario supone 125.670 metros cuadrados, una superficie equivalente a la suma de los parques del monte de San Pedro y de Santa Margarita. Además, su ubicación privilegiada depararía vistas por ahora desconocidas para el ciudadano de todo el frente litoral hacia el centro de la urbe y San Diego.

La construcción de este muelle finalizó en 1984 y se creó para dar respuesta al creciente volumen de tráfico de mercancías en el puerto coruñés. Se encuentra en el centro de los muelles interiores y es una prolongación de San Diego y el Este, siendo el que más penetra en la bahía herculina. Durante sus casi 40 años de historia es una zona que se dedicó principalmente a tareas de carga y descarga de mercancías. Durante muchos años, el carbón y los cereales fueron los productos con más tránsito en este muelle, pero la situación en la actualidad ha cambiado. La creación del puerto exterior y el cierre de la central térmica de Meirama modificaron los tráficos en la zona, con el traslado de la mayor parte de los cereales a punta Langosteira, salvo con los que sigue trabajando Grupo Nogar, y la pérdida del carbón. Ahora los protagonistas son el vidrio y la madera, de los que se encarga Terminales Marítimos de Galicia. Estas empresas operan mediante concesiones en este espacio, aunque este aspecto no debería ser un obstáculo determinante para liberar estos terrenos.

La primera consecuencia directa y que tendrá una repercusión en la zona será el desmantelamiento de la Medusa, que se creó como respuesta a las exigencias vecinales para cesar las descargas a cielo abierto que provocaban que el polvillo llegase a las casas de los barrios más cercanos. Esta estructura ocupa una superficie de 10.000 metros cuadrados de los que se desconoce qué uso tendrán una vez que desaparezca esta propiedad de Naturgy, que se encargará de su desmontaje después de que el Ayuntamiento descartase su reutilización en ese u otro espacio de la ciudad por el elevado coste que supondría para las arcas municipales. «Todo espacio que se pueda recuperar para la ciudad es positivo», asegura Juan Creus, quien hace unos años realizó un planteamiento de transformación de la fachada marítima para el Ayuntamiento incluyendo el muelle del Centenario. Además, el arquitecto apunta que se podría mantener en la zona «arqueología industrial», en relación a la conservación de elementos como grúas. 

Tiempo de cambio

El adiós de la Medusa evidencia que el puerto, de manera similar a la sociedad, se encuentra en un momento de cambio para atender a las necesidades y demandas del negocio marítimo y del contexto en el que funciona. El espacio que dejará esta estructura será un primer paso para la eliminación de la actividad industrial de la zona con vistas a su hipotética apertura a la ciudadanía en un futuro. «Lograr la continuidad urbana en la fachada marítima sería lo ideal, pero es algo que no se puede hacer de la noche a la mañana», destaca la paisajista Isabel Aguirre de Urcola, quien señala que «el desmontaje de la Medusa modifica el borde litoral y es un símbolo de un cambio de tiempo».

El siguiente paso sería reubicar la actividad que todavía permanece en el Centenario, que se vería abocada a las instalaciones de punta Langosteira, aunque por el momento es una cuestión que no se ha tratado entre las Administraciones implicadas y con el Puerto considerando que este muelle interior supone una oportunidad para crear una terminal de contenedores o cargas rodadas
—transporte en ferri de camiones con mercancías—.

El puerto exterior tiene en estos momentos una superficie disponible de alrededor de un millón de metros cuadrados, aunque la previsión es que la mayor parte se ocupe en los próximos años con los proyectos que hay en tramitación o previstos para energías renovables. Así, habría que encajar las piezas para que toda la actividad tenga acomodo, pero supondría un espaldarazo para ganar terrenos para los ciudadanos y dar continuidad a la fachada marítima interior.

Este traslado de la actividad tendría que ser objeto de un acuerdo entre el Ayuntamiento, la Xunta, el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana y la Autoridad Portuaria, que todavía tienen pendiente de definir el convenio sobre los muelles de Batería y Calvo Sotelo. Este texto no progresa desde hace más de un año a pesar de que el Gobierno gallego y el Puerto incluyeron en sus presupuestos fondos para la adquisición y posterior reurbanización de estos espacios, algo que no hizo el gobierno local, que es quien planteó el plan de adquirir el 75 % de estos muelles dejando el resto para las otras Administraciones.

Esta es una cuestión que no escapa a quienes se encargan de estudiar las posibilidades de la fachada marítima coruñesa, ya que todo cuenta a la hora de diseñar el futuro de la urbe. «La Autoridad Portuaria abre parcialmente los muelles, pero eso no soluciona el problema de la deuda y de los costes que conllevaría la transformación, lo que hace falta es una operación a largo plazo que no se está planteando», explica Carlos Nárdiz, ingeniero y profesor en la Escuela de Arquitectura de A Coruña. Los proyectos realizados hasta el momento sobre la transformación de la urbe englobaban todos los muelles, de ahí que la posibilidad de dedicar el Centenario a espacios públicos no es una cuestión que no se haya tratado o estudiado con anterioridad

Solo superado por San Diego

Los más de 125.000 metros cuadrados del Centenario supondrían una oportunidad de desarrollo muy importante para la ciudad, ya que es una superficie mayor al conjunto de Trasatlánticos, Batería y Calvo Sotelo y una tercera parte del muelle de San Diego —incluida la estación—, esta última una zona que en el 2027 afrontará un punto de inflexión con el fin de la concesión de Repsol. También es un espacio más grande que la unión de los muelles de Linares Rivas y A Palloza, que conforman el centro neurálgico de la actividad pesquera en la ciudad junto a las naves que hay en los de San Diego y Este. 

El traslado de la actividad pesquera a Oza, ¿una opción a largo plazo para seguir abriendo espacios?

Los muelles de Linares Rivas, A Palloza, Este y San Diego —a excepción de la zona del muelle petrolero— concentran la actividad pesquera de la ciudad, aunque el amarre de los barcos se realiza en Oza, en el extremo más hacia el interior del puerto en la ría.

Menos San Diego, vinculado al final de la concesión de Repsol en el 2027 y el traslado de toda la actividad a punta Langosteira, sobre el resto de muelles no se produjeron conversaciones en los últimos años sobre su posible transformación en espacios abiertos a la ciudadanía.

Sin embargo, ocupan una posición privilegiada en el entorno de Linares Rivas y Cuatro Caminos, dos zonas urbanas de alta concentración de actividad ciudadana en el día a día. Además, la posibilidad de un hipotético traslado de las labores pesqueras a Oza es una cuestión que ya se planteó en alguna ocasión. «En la propuesta que hice en el 2001 ya se incluía esta opción porque tener la lonja separada del muelle de Oza genera mucho tráfico y actividad en puntos alejados», explica la paisajista Isabel Aguirre de Urcola.

Mientras, el arquitecto Juan Creus recuerda que en el proyecto que realizó «se presentaban líneas de acceso peatonal por toda la fachada». Además, destaca que el edificio de la lonja provoca una «dificultad visual porque no permite ver el mar» y que A Palloza sería un «sitio emblemático para abrir a la ciudadanía por la memoria histórica en clave pesquera».

El actual edificio de la lonja, en el muelle de Linares Rivas, se inauguró en el 2004 después de una inversión de 23 millones de euros y fue diseñada por César Portela con un ancho de 415 metros. Mientras, en el muelle de A Palloza se concentran los almacenes de mayoristas y exportadores y en el del Este están las naves de transformación de pescado —Gadisa tiene previsto crear una nueva con una inversión de 4,9 millones—, que también se extienden por parte de San Diego.

El sector pesquero, a pesar de las dificultades que atraviesa en los últimos años vinculadas a cuestiones como los recortes, continúa siendo un motor económico de la ciudad, ya que solo entre minoristas y exportadores suman unas 400 empresas y autónomos.

Juan Carlos Corrás, presidente de la lonja, entiende que el traslado de esta actividad productiva podría darse «a largo plazo» y que «tener todo el sector concentrado en un lugar sería ventajoso», aunque recuerda las complicaciones que entrañaría la reubicación de todas las empresas comercializadores y exportadoras. Sonia Revert, presidenta de la Asociación de Subastadores, cree que es una posibilidad «de aquí a 10 o 15 años, pero habría que ver si es viable que descarguen en Oza los barcos».

Una postura diferente es la que mantiene Amando López, presidente de la Asociación de Minoristas de la ciudad: «En principio nos negaríamos rotundamente, la lonja fue una inversión que costó mucho y tiene que estar en el centro de la ciudad por proximidad, donde estamos es una zona estratégica. Lo que hay que hacer es conseguir que vengan más barcos, el veto a las zonas de pesca es el tiro de gracia».

La Ciudad del Mar, el plan de Busquets que preveía una nueva urbe en el 2020

RAQUEL P. VIECO

Joan Busquets diseñó a principios de este siglo la Ciudad del Mar, un proyecto que transformaba la fachada marítima de la ciudad por completo y que debería haber estado finalizado en el 2020.

El urbanista incluía todos los muelles en su propuesta, con Batería y Calvo Sotelo convertidos en un área institucional y de ocio dando continuidad a los jardines de Méndez Núñez, mientras que trasladaba la lonja de Linares Rivas a Oza. Una de las propuestas estrella se centraba en el muelle del Centenario, para el que planteaba dos opciones. Una convertirlo en una isla, y la otra crear un lago junto a los de San Diego y Este. El espacio contaría con varios edificios, plazas, jardines y muelles de atraque. Además, la variante del lago proponía la superficie acuática como un espacio idóneo para las actividades recreativas. Sin embargo, las propuestas de Busquets para esta zona y para Linares Rivas se toparon con la negativa del Puerto, que preveía su continuidad con actividad portuaria.

Mientras, para San Diego proponía la construcción de viviendas, espacios públicos y la instalación de empresas y centros de investigación.