Alejandro Alder, psicólogo: «¿Qué pasa si me duele el alma y me siento roto en mil pedazos?»

A CORUÑA

El también doctor en Derechos Humanos dará una ponencia sobre salud mental y emocional en el activismo en los XXXII Encuentros Estatales
08 oct 2022 . Actualizado a las 22:44 h.Los XXXII Encuentros Estatales LGTBI se celebrarán en A Coruña entre los días 21 y 23 de octubre, tras el parón a causa de la pandemia. Este año se retoman con el objetivo de generar un espacio de reflexión en varios bloques temáticos. Uno de ellos será la salud, donde Alejandro Alder, doctor en Derechos Humanos y psicólogo general sanitario, realizará la ponencia Activismo LGTBI, salud mental y emocional: Para ser eficaces es importante cuidarnos. El plazo para inscribirse a las charlas finaliza este domingo, 9 de octubre.
—Es la primera vez que estos encuentros abordan el tema de la salud mental y emocional en el activismo.
—Sí, es la primera vez que dentro del activismo LGTBI se empieza a hablar sobre la salud mental a nivel estatal y sobre todo, en el activismo. El plantear qué heridas emocionales podemos tener las personas que hemos elegido compartir parte de nuestras vidas trabajando en los derechos humanos, en este caso en los derechos LGTBI. ¿Qué nos ha llevado a esto? ¿Para qué estamos aquí? ¿Cómo nuestras vivencias con la elegetebeifobia han podido influir en nuestra elección? Son parte de las preguntas y del debate que tengo como objetivo exponer en A Coruña.
—¿La sociedad se muestra más receptiva a tratar estos ámbitos de la salud?
—Creo que empieza a gestarse un cambio de conciencia en lo que respecta a familiarizar la salud mental y emocional y la psicología. Si me duele una muela voy al dentista, si me duele la garganta voy al médico de cabecera, pero, ¿qué pasa si me duelen las emociones, si me duele el alma y me siento roto en mil pedazos o sin vitalidad o energía? Pues lo funcional es acudir a un profesional de la salud mental para que me ayude a sanar, como lo hacen en sus campos los otros sanitarios.
—¿Qué aspectos abordará en la ponencia?
—Abordará la importancia de que quienes estamos en los movimientos sociales valoremos empezar a ir hacia dentro: el vernos emocionalmente, atendernos, cuidarnos y repararnos. Plantear que los activistas sopesen la opción de incluir en su agenda interna el abordaje de la salud mental. Primero con las personas que somos activistas, para después trabajar con nuestra comunidad LGTBI y la sociedad en general. Solo podemos dar lo que tenemos. Si no tenemos algo, no podemos darlo a las demás personas. Si nosotros nos atendemos primero, podremos dar más a la comunidad. Pero si no lo hacemos, partimos desde una carencia, y primero hemos de abordarla para poder ser más eficaces a nivel individual y colectivo.
—¿Cómo afectó la pandemia del covid-19 al colectivo LGTBI?
—Afectó muchísimo a todas las personas pero, en lo que al colectivo respecta, fue muy difícil para quienes tuvieron que experimentar un confinamiento con familiares o compañeros de piso tránsfobos, bífobos [odio hacia personas bisexuales] y homófobos. Esos niveles de violencia emocional fueron experimentados por un considerable número de personas LGTBI, según los datos que han expuesto las asociaciones. Si a esto le sumas que eres adolescente, que dependes económicamente de tus padres o de otra persona, que eres una persona mayor, que eres extranjero en situación irregular y convives con el VIH... la situación es aún más compleja si vas sumando variables. Muchas personas presentaron unos niveles de ansiedad altos, así como de depresión.
—¿En qué consiste la psicología afirmativa y para qué casos se debe emplear?
—Digamos que es una rama de la psicología que se centra en las necesidades específicas del colectivo LGTBI, teniendo en cuenta siempre en el tratamiento psicológico, la variable de la diversidad sexual. Es una perspectiva terapéutica que cuida el bienestar de la comunidad LGTBI, trabajando las heridas emocionales y secuelas que pueden dejar la elegetebeifobia (externa y/o interna). Tiene en sí un objetivo clave: comprender los mecanismos de construcción de las identidades LGTBI y, a partir de allí, poder ayudar a las personas que han experimentado discriminación por razones de su diversidad sexual. Igualmente está centrada en promover y mejorar el bienestar y la calidad de vida de la persona teniendo en cuenta la variable LGTBI en el proceso terapéutico, asesorar y acompañar a la persona, ayudar a reparar las heridas y secuelas por razones de elegetebeifobia, así como potenciar la propia aceptación de la persona tal y como es, abordando la posible elegetebeifobia internalizada. Todos son aspectos que aborda la psicoterapia afirmativa LGTBI. Por otra parte, el terapeuta tiene que conocer y entender este tipo de vivencias. Es fundamental que sea así para poder crear una buena relación terapéutica y así ayudar a la persona a sanar psicológica y emocionalmente. Si el terapeuta ignora la realidad LGTBI no va a poder ayudar a la persona.
—¿Los jóvenes reciben una educación afectivosexual adecuada?
—A mi parecer, la actual educación afectivosexual es inexistente. Somos seres sexuados y aún existe ignorancia y tabú con la sexualidad en general.
—Hace una semana comentabas el momento de Federer y Nadal llorando juntos para hablar sobre los modelos tradicionales de masculinidad. ¿Cuál es el primer paso para hacer la transición hacia esa masculinidad constructiva y que no sea destructiva?
—Ser conscientes y crear consciencia de cómo el machismo nos ha dañado a todos los hombres. El primer paso para el cambio es el factor de conciencia. El machismo nos ha dañado y ha creado un arquetipo social colectivo de un masculino destructivo y eso aún está arraigado en el inconsciente colectivo. Es importante que los hombres empecemos a desinstalar esas memorias cognitivas aprendidas en el pasado socialmente de «cómo tiene que ser un hombre», un aprendizaje que tanto daño nos ha hecho a todos los seres humanos. Después de la conciencia, que para mí es el 50 % del cambio, viene la elección de cambiar y de poner en práctica estos cambios en nuestro día a día, primero en la relación con nosotros mismos y después en la relación con terceras personas.