«Cuando se eliminó el poblado hubo muchos toxicómanos que buscaron rehabilitación»

c. v. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

22 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

L a historia se remonta a 1984, cuando el ayuntamiento realojó a 40 familias chabolistas que vivían en A Cubela porque El Corte Inglés se disponía a levantar allí su segundo centro en Galicia. El ayuntamiento les buscó otro hogar y escogió los terrenos cercanos a la refinería, creando las llamadas casas blancas. Eran microviviendas de bloques de una planta, sin agua corriente ni servicios sanitarios. Las familias iban a vivir allí un total de dos años, que se alargaron y acabaron siendo 28. Fue a comienzos del nuevo siglo cuando comenzaron los realojos. En el 2007 arrancó la fase final del plan de erradicación del chabolismo que concluyó hace diez años.

La situación que se vivía en Penamoa dista mucho de la realidad actual. La antigua presidenta de la asociación de vecinos del Ventorrillo, Rosa Barreiro, recuerda que vio «a chavales ensangrentados porque les habían pegado una paliza y a niñas que tenían que prostituirse a cambio de droga. Aquello era horrible». Allí vivía gente hacinada, niños sin escolarizar y el trapicheo estaba a la orden del día, según destaca el presidente de Aclad, Miguel Plaza, que describe aquello como una «situación tremendamente compleja».

Para los vecinos de los barrios próximos el fin de Penamoa fue un antes y un después en sus vidas. Rosa Barreiro manifestó que «fue una lucha muy grande por parte de todos. Fue además un proceso costoso». Miguel Plaza añade que su eliminación fue beneficioso. No solo se acabó con el mayor punto de venta de droga de toda Galicia, sino que se incrementaron las demandas de reinicio en Aclad. Como explicó su presidente, las personas que como mínimo llevaban seis meses sin acudir a sus instalaciones volvieron a retomar antiguos tratamientos. Hubo muchos toxicómanos que buscaron rehabilitación. «No se producía un incremento de tales medidas desde el inicio de la pandemia, cuando conseguir determinadas sustancias era una tarea complicada», dice.

No todas las consecuencias fueron positivas. «Borrar Penamoa del mapa no iba a implicar directamente la desaparición de este tipo de sustancias», señala Miguel Plaza.

La venta de droga que se había concentrado allí durante tanto tiempo se esparció por distintos lugares de la ciudad herculina. Los puntos de venta están en continuo movimiento. Según Plaza pueden vender droga en un piso de la Sagrada Familia y al día siguiente estar a 700 metros. Rosa Barreiro es clara: «Siempre habrá trapicheos. Por desgracia la droga existe».