Tamara Honcharova refugiada ucraniana en A Coruña: «No sé si tendremos a dónde volver, mi ciudad, Járkov, está siendo destruida»

Caterina Devesa REDACCIÓN / LA VOZ

A CORUÑA

Tamara y su hijo durante un paseo en A Coruña
Tamara y su hijo durante un paseo en A Coruña

Huyó de su país embarazada y con su hijo de 13 años. Ahora están en la residencia del IES Rosalía Mera

15 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Literalmente con lo puesto. Así emprendieron la huida de su ciudad, Járkov, en Ucrania, Tamara Honcharova y su hijo, Miron, de 13 años. La mujer, de 36 años y embarazada de seis meses, confiesa que «por el estrés no recuerdo la fecha exacta en la que nos fuimos. Fue el 11 o 12 de marzo». Su salida se produjo de forma repentina porque su marido escuchó que tropas chechenas iban a invadir la urbe y por precaución le dijo a su mujer que se pusiese a salvo con su hijo. «Nos fuimos en autobús hasta la la frontera polaca», indica Tamara, que añade que «tenía miedo de las explosiones en las plantas de energía nuclear que los rusos podrían provocar».

Salir de su país no fue fácil, ni física ni emocionalmente. «Mi marido se quedó en Ucrania, es voluntario. Mi padre está ahora en un albergue para refugiados, en el oeste del país, y mi madre, mi hermana y su marido, con mis dos sobrinos, viven en el pueblo de Borovaya, cerca de la ciudad de Izium, donde ahora se están produciéndose batallas», lamenta Tamara, que antes de abandona su ciudad se refugiaba con su hijo y otros vecinos en un sótano. «Estábamos cuatro adultos y dos niños en una pequeña habitación, de aproximadamente 1,5 metros por 2».

Acogidos primero por una familia polaca

Cuando llegó a Polonia se sorprendió con la cantidad de voluntarios que aguardan a los refugiados para prestarles ayuda. «Me quedé asombrada al ver que personas que no te conocen ofrecen su ayuda. Por ejemplo, en el tren a Varsovia, una chica polaca. Bárbara, escuchó nuestra historia y nos ofreció su casa para pasar la noche, ya que era muy tarde. Además, en la estación, los voluntarios, Leo (ucraniano), Dorota (polaca), junto a otros chicos organizaron una estancia para nosotros y nos buscaron transporte para venir a España. Ellos fueron los que nos encontraron una familia de acogida y nos presentaron».

La misma familia que los acogió fue la que los trajo desde Polonia. «Alexandra y Marcin Palajeo son polacos y llevan nueve años en Galicia. Son maravillosos. Ellos nos llevaron a su casa en Galicia desde la estación de Varsovia. Antes de que llegáramos a Galicia, Marcin ya había arreglado una escuela para mi hijo. Un día después, nada más llegar, Alexandra me llevó a hacer una ecografía para ver si todo estaba bien con mi embarazo», indica Tamara, que se siente muy agradecida con ellos y con todos los que la han ayudado. «Ahora he decidido acogerme al programa de refugiados de Accem y estoy en la residencia IES Rosalía Mera con mi hijo. Quiero agradecer a los voluntarios y a todas las familias que aceptan ucranianos. Es un gran apoyo para nosotros. Ahora vivimos con si fuésemos un gato ciego al que han tirado a la calle para sobrevivir. Gracias a las personas que donan ropa, zapatos y demás, desde la asociación Vira Ucrania, que fue creada por Natalia y su esposo, Manuel, nos dieron prendas para vestir». Porque cuando Tamara y su hijo llegaron no tenían nada más que ponerse que el pijama con el que salieron de casa. «Me consiguieron una almohada para embarazadas. Y no solo eso, luego Natalia me encontró pantalones de maternidad, que ahora son muy necesarios para mí. Son personas con un gran corazón, pensé que ya no existían».

Ahora, para adaptarse a su nueva vida, Tamara acude a clases de español, ya que no sabe cuándo podrá volver a su país. «No sé si volveremos a Ucrania o nos quedaremos aquí, porque nuestra ciudad está siendo destruida y tal vez no tengamos a dónde volver». Por eso, señala que «a pesar de todas las dificultades, me gustaría quedarme si mi marido pudiese venir». Para aprender el idioma cuenta con la colaboración de la Escuela de Idiomas Liceo La Paz (ESID), que les ofrece clases gratis a los refugiados. «Mi profesora, Vivi, nos ayuda también mucho. Si no fuera por esta terrible guerra, nunca hubiera creído que todavía hay tanto amor en el mundo», apunta Tamara.