El silencioso adiós de O Mascoto

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

José Merelas, propietario de O Mascoto
José Merelas, propietario de O Mascoto CESAR QUIAN

El coronavirus no solo nos encerró. Nos hizo mirar hacia dentro. Y nos obligó a olvidarnos de los de fuera. Cuando salimos a la calle muchas cosas eran diferentes

15 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El coronavirus no solo nos encerró. Nos hizo mirar hacia dentro. Y nos obligó a olvidarnos de los de fuera. Cuando salimos a la calle muchas cosas eran diferentes. Hubo negocios que ya no volvieron a abrir. Otros aguantaron un poco más. Y los hubo que aceleraron una jubilación que, quizá, se hubiera retrasado un poco más. O Mascoto de la avenida de Arteixo era toda una institución en el 15004. Un mesón concebido como casa de comidas que resistía como un orgulloso mohicano ante el empuje de la hostelería moderna. Allí se iba a comer lentejas, ensaladilla y milanesa con patatas, sin más florituras que el «mmm...» que acompañaba a cada mordisco. Era el sitio de ir con los abuelos. De la carne asada «jugosa» que encantaba a la hija y el filete de ternera «tiernísimo» que tanto gustaba el nieto. Pero, de pronto, justo cuando toda la locura coronavírica abortó esas reuniones en el restaurante de confianza, aquellas escenas tras la peculiar madera de la fachada se desvanecieron. Para siempre.

En septiembre del 2020, poco antes de que se reactivasen las medidas anticovid y hubiera que volver a cerrar la hostelería, Jose Merelas, su propietario, le contaba a Pablo Portabales que vislumbraba el cierre. La edad estaba ahí. Pero también la situación sanitaria abortando un despegue. Y mientras muchas familias pensaban en ese futuro en el que volver a finalizar comidas allí con tarta de queso y tiramisú, el local puso el cartel de cerrado, sin hacer mucho ruido. Un vacío que se empezó a notar más y más cuando la normalidad llegaba y apetecía un guiso de carne, unos guisantes con jamón o una simple sopa de fideos «como la de antes». Algo que en el centro de la ciudad empieza a ser una quimera. Aún quedan los barrios.