Aquiles Machado: «La idea en A Coruña no es llenar el teatro con dos nombres importantes y una superfigura, eso es sencillo»

montse carneiro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

El tenor hispanovenezolano asume el cargo de director artístico de la Programación Lírica tras la marcha de César Wonenburger con el desafío de la internacionalización

02 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Llega a A Coruña el tenor hispanovenezolano Aquiles Machado (Barquisimeto, 1973), curtido por «años de teatro, mordiendo tabla», y honrado por la invitación de Amigos de la Ópera para ocupar la dirección artística de la Programación Lírica tras la marcha de César Wonenburger, que se ha embarcado en proyectos nuevos fuera de la ciudad. «Desde hace 15 años a la temporada coruñesa de conciertos y ópera solo la he visto crecer, basta ver los nombres», apunta el hasta ahora director artístico del programa educativo Más que Ópera. 

—¿Qué lo atrajo de este proyecto?

—Recibí una llamada de la junta directiva de la asociación Amigos de la Ópera preguntándome si me interesaría hacer la dirección artística de la temporada y la verdad es que me sorprendió y me emocionó a la vez. Había tenido contacto con algunos otros sitios, pero teniendo en cuenta la importancia que ha cobrado Galicia musicalmente y esas ganas de proyección me pareció una oportunidad de oro y un reto. En el mundo de la lírica en España, de A Coruña se habla como un lugar con una apuesta clara por la calidad vocal y la gente viene a trabajar con la voluntad de quien sabe que está en un sitio en constante progresión. 

—¿Qué quiere hacer?

—Desde mi humilde experiencia, simplemente los años de teatro, mordiendo tabla, creo que son importantes para entender cuáles son las necesidades de los artistas y de las personas que colaboran con la producción y la organización. La idea no es otra que convertirse en un canalizador de fuerzas. Quiero que la temporada se transforme en un puente de internacionalización para muchos artistas españoles que necesitan esa confianza e incluso un pequeño empujón para decidirse a hacer cosas de mayor envergadura. Artistas muy importantes que tenemos en España. Se puede hacer esto y además mantener el nivel de los grandes nombres que ha tenido la ópera en la ciudad en los últimos años.

—¿Está pensando en nombres?

—En nombres y en generaciones. Hay generaciones que necesitan ser estimuladas como lo fueron otras. Cuando yo llegué a España, la generación de Carlos Álvarez, por nombrar a un grandísimo, había recibido un enorme apoyo. Lo sostuvieron desde el inicio, a Venezuela vino muy joven porque tenía a Theo Alcántara y gente que los apoyaba no solo a nivel nacional sino internacional. Creo que se pueden hacer cosas.

—No hay escenarios en España para los cantantes españoles.

—Uno de los mayores problemas a los que se enfrentan los cantantes es la duración de las temporadas. En Alemania hay 12 o 13 teatros que programan 365 días al año. Aquí si un teatro programa dos o tres o cuatro títulos al año, y quiere brindar a sus socios o a su público lo mejor, desde luego apuesta por los nombres más importantes, es algo lógico. Pero visto el esfuerzo que significa hacer un título, puede haber fórmulas para combinarlo con otro tipo de espacio y de programación, ampliar las réplicas para que finalmente los teatros sirvan de trampolín; es decir, yo no tengo por qué ir a suicidarme a La Scala a cantar una ópera que nunca he hecho pudiendo hacerla un par de veces en un sitio donde sé que me quieren y que me van a cuidar. Sería importante hacer eso.

—¿Qué se va a programar la temporada que viene?

La forza del destino y Norma ya están programadas con antelación y muy adelantadas. Quisiera poder ampliarlas con un tercer título, quizá, y también incluir alguna sorpresa. Habrá un par de debuts en algunos roles. A ver si tomamos esa idea de que algún cantante se arriesgue un poquito más allá de lo que cree que puede. Sabiendo la experiencia que tiene el público coruñés sé que va a apreciar que un artista tome esa iniciativa. Ahí hay un gran potencial y un gran futuro, en algunas voces.

—¿Qué aporta un cantante a la dirección artística?

—Todo el mundo tiene virtudes. Un grandísimo negociador tiene valores que lo favorecen frente a un músico como yo. Pero en la situación tan particular en que están los teatros es importante que cantantes y músicos asumamos responsabilidades. Podemos aportar, y otros no, el entendimiento de las dificultades a las que se enfrenta un artista, anticipar el desarrollo de muchos artistas que otros no ven y, sobre todo, reconocer y cuidar y mimar a esos talentos jóvenes que no tienen espacio. A nivel de estructura de funcionamiento, de ensayos, muchas de las cosas que ocurren en las funciones y que van en detrimento del espectáculo son a causa de no entender cómo funciona la naturaleza de los cantantes. Es importante saber que el máximo rendimiento de un espectáculo depende de cómo yo cuide y gestione el tiempo de los artistas que tengo a mi disposición en una temporada.

—¿Qué capacidad tiene la ópera para dirigirse a la sociedad actual y a las instituciones de las que depende, por otra parte, para financiarse?

—Una cosa no puede dar resultado sin la otra. Nadie se lanzará a financiar proyectos operísticos si no ve en la ópera un espacio de encuentro de la sociedad. Es tan simple como eso. Y para que eso se produzca el teatro y lo que se programa tiene que estar en contacto con la sociedad en la que se asienta. Hay que hacer un buen trabajo de reconocimiento para saber cómo respira el público de la ciudad, cuáles son sus necesidades y cuáles las funciones del espacio operístico. Eso solo se conoce estando en el terreno y sabiendo leer la información que te va dejando el público. Una de las razones que hace que la gente venga al teatro es sentirse incluida en el escenario. Hay que apostar por el talento de aquí, por la creación plástica y artística de A Coruña. Eso hará que se abran muchas puertas y que de esa interrelación crezca la ópera, porque a los inversores les interesará estar allí donde esté la gente. Pero primero hay que saber leerlo y luego plantearlo como un proyecto de crecimiento.La idea no es llenar un teatro, que se puede hacer fácilmente con dos nombres importantes y trayendo a alguna superfigura. Eso es muy sencillo de hacer si se tiene el dinero. La idea es que el teatro esté a rebosar de personas que conviven con él, personas de lo cotidiano que pasan todos los días por delante del teatro.

—No necesariamente cultas.

—Esa enorme confusión de que la ópera es elitista y exclusiva es fruto de un error de márketing. ¿Por qué? Porque de alguna manera se intentó darle esa imagen para recuperar cierta inversión en ella, pero así se ha alejado a mucha gente del teatro, por el temor de que sea algo aburrido o que no entiendan. Y es todo lo contrario, en este momento de tan elevada capacidad para absorber información audiovisual la ópera es un lenguaje superaccesible, y más con las apuestas estéticas y musicales que hoy tenemos, tan marcadas por el cine. Hoy la ópera es más accesible para la gente normal que hace 40 años.

—¿De dónde tiene que venir la renovación, si tiene que venir?

—La renovación ya existe y se ve en que hay dos mercados completamente distintos. Uno que ha apostado por un star-system que produce una enorme cantidad de dinero y eventos, y que está muy bien. Y otro, la otra cara de la ópera, que es la que continúa en el teatro, la de batalla. Es ahí donde creo que se está librando uno de los procesos más interesantes que podemos encontrar ahora mismo en las artes escénicas. Entender que dentro de la ópera hay un patrimonio cultural importantísimo que tiene que ver con lo que somos y lo que vamos a ser en el futuro como sociedad. Cuando tengamos conciencia de que sí, efectivamente los espectáculos son para pasarlo bien y son entretenimiento, a todos nos gusta una almohada de plumas, pero no solo, que deben servir a la reflexión cultural y social, cuando consigamos establecer reglas sobre ese patrimonio que recibimos, entonces tendremos una nueva comunicación con el público. Y eso pasa por que los teatros se conviertan en entes vivos, no solo espacios donde ocurre un concierto. Ya no entramos en esa cuestión contemporánea e interesantísima acerca de cuál es la verdadera función del teatro en nuestros tiempos.

—¿Por qué óperas como Don Giovanni siguen vigentes?

—Es extraño porque precisamente las obras que parecieran destinadas a morirse se han convertido en verdaderas obras reivindicativas, porque nos muestran eso que éramos o nos hacen reflexionar acerca de si de verdad hemos mejorado o seguimos siendo eso pero maquillado detrás de algún tipo de acuerdo social. Es interesante verlo. Yo no soy partidario, como se ha hecho en algunos países, de prohibir Don Giovanni por ser machista. Desde luego que ya no podremos aplaudir a Don Giovanni, no nos pondremos de su parte, saldremos con cierto sentimiento amargo hacia nosotros mismos por haber pensado las cosas que hemos pensado durante muchísimos años, o por cuánto de Don Giovanni sigue vivo aún y con tanto poder de garrote. Es lo maravilloso de la universalidad de ciertas obras, que son una reflexión viva que cambia con los tiempos.