Crímenes embalados

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

Llegará el momento en que desearás ver a Dexter (o a Lecter) entrar por la puerta con sus útiles de cortar por lo sano

29 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Seré raro, pero veo el portal forrado de cartones para proteger las baldosas y las paredes del trasiego de escombros que suben y bajan de un piso en obras en mi edificio y lo primero que se me viene a la cabeza es una de esas películas o series de crímenes en las que los malos, justo antes de liquidar o torturar al pasmado de turno, envuelven la habitación con plásticos, para no salpicar los muebles y no dejar pruebas de la carnicería que están a punto de perpetrar.

Seré raro, o igual es que el cerebro tiene usos secretos que ni uno mismo entiende, pero cuando acabo de bajar la escalera y me encuentro el zaguán revestido de papel de embalar, lo primero que me imagino es al mismísimo Dexter Morgan timbrando al telefonillo antes de desenfundar sus plásticos para decorar la sala de despiece.

Si los obreros han empapelado las escaleras, el ascensor, el descansillo, lo mejor es salir corriendo con lo puesto. Todo recto, hasta llegar a la Patagonia. Porque ese embalaje del rellano solo abre dos opciones. Si eres el dueño del piso de la reforma, cuando te claven la factura justo entre los omóplatos, y tengas que vender tu hígado al mejor postor para pagarla, pensarás que lo que hacía Hannibal Lecter a sus víctimas no estaba mal del todo y que, en comparación con el firmante del recibo, el caníbal era un tipo civilizado.

Y si eres el vecino de abajo —o de arriba, en estos estropicios el dolor es conmutativo—, después de dos o tres semanas con el taladro y el martillo horadando tus entrañas, llegará el momento en que desearás ver a Dexter (o a Lecter) entrar por la puerta con sus útiles de cortar por lo sano.

Según con quien los compares, los asesinos en serie no son tan mala gente después de todo.