El número de centenarios se duplicó desde el 2011. Expertos en gerontología plantean la necesidad de cubrir carencias asistenciales en edades más temprana
09 feb 2022 . Actualizado a las 18:36 h.No existen fórmulas misteriosas ni pastillas mágicas que consigan alargar la vida de las personas. Los expertos en gerontología recuerdan que el elixir de la vida se consigue, básicamente, con la actividad física e intelectual. Explican que la longevidad de las personas viene determinada por la genética en tan solo un 30 % y que tiene muchísima más influencia (el 70 % restante) seguir un estilo de vida saludable a lo lago de los años.
«De nada sirve tener una buena genética si una persona no se cuida, si no lleva una dieta adecuada, si abusa del alcohol y del tabaco o es sedentaria», indican. Según los últimos datos publicados el pasado mes de enero por el Instituto Galego de Estatística, en la ciudad de A Coruña y toda su área metropolitana hay un total de 250 personas que han cumplido los 100 años o que ya los han sobrepasado. La mayoría de estas personas son mujeres y, aunque casi todas tienen un índice de dependencia bastante elevado, hay excepciones, nonagenarios y centenarios que pueden llevar una vida prácticamente autónoma o independiente e, incluso, todavía ejercen su actividad profesional adaptada a sus capacidades motoras.
Por otro lado, los datos estadísticos constatan que el número de centenarios ha aumentado en los últimos decenios. Así en el año 2002 se contabilizaron en toda el área de influencia de A Coruña 88 personas de 100 o más años (la población total era de 409.645 vecinos). En el 2011 ya eran 105 centenarios (441.505 habitantes) y, actualmente, constan oficialmente 250 (448.763).
Expertos en gerontología que ejercen su profesión en el ámbito de A Coruña recuerdan que el envejecimiento de la población es un hecho consumado y hace décadas que la pirámide poblacional está invertida. Es decir, hay más personas ancianas que niños. En todo caso, puntualizan que habría que revisar el concepto de vejez ya que si hace unas décadas a una persona con 70 años ya se la consideraba anciana a día de hoy ya no es así. «Desde luego no es lo mismo tener 65 años que 90, pero si una persona ha mantenido hábitos saludables durante toda su trayectoria vital es posible que llegada a esta fase de la vida esté todavía en plenitud», indican. En este sentido, añaden: «Habría que replantearse cuándo se puede considerar anciana a una persona. En la actualidad, los problemas o las dificultades ligadas a la edad pueden aparecer a partir de los 80 o los 85 años. Sí es verdad que cumplir años supone comenzar a tener carencias, pero hay que salir del tópico de que ello signifique estar mal o enfermo. Y el hecho de que cada vez haya más centenarios, conservando buena parte de sus facultades, lo demuestra», añaden.
La geriatría, sector en auge
El progresivo envejecimiento de la población ha hecho que los ámbitos relacionados con la geriatría y la gerontología estén en auge y cada vez se destinen más recursos a la atención de las personas mayores. De hecho, en el entorno de A Coruña está prevista la creación de al menos seis residencias para mayores en el plazo de dos años, lo que permitirá reforzar la insuficiente oferta existente con otras 500 plazas.
Según los datos facilitados por la Xunta, en el ámbito que comprenden los ayuntamientos de A Coruña, Culleredo, Cambre, Oleiros, Arteixo, Bergondo, Abegondo, Carral, Curtis, Sobrado, Oza-Cesuras, Miño, Sada, Betanzos, Vilasantar, Vilarmaior, Aranga, Coirós, Irixoa, Mesía y Paderne hay actualmente cerca de 3.300 plazas en residencias de mayores. Como contraste, la población de estos municipios supera los 390.000 vecinos.
Por otro lado, los últimos estudios publicados por la Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales de España confirman que Galicia tiene un déficit de 14.331 plazas residenciales para alcanzar la ratio de 5 por cada 100 personas mayores de 65 años. Y, dentro de Galicia, las provincias de Ourense y Lugo son las que peor están en cuanto a recursos asistenciales disponibles.
La apertura de estas nuevas residencias (también está prevista la inauguración en la próxima primavera de unos apartamentos y una vivienda comunitaria en O Portádego con un total de 18 plazas) no solo permitirá aumentar la oferta geriátrica sino que también generará puestos de trabajo muy específicos y relacionados con la atención a personas mayores. «Que haya más residencias requerirá también más profesionales», indican expertos en gerontología. En este sentido, recuerdan que en la Universidade da Coruña (UDC) se imparte el único Máster en Valoración e Intervención en Xerontoloxía e Xeriatría de toda Galicia, aunque también existe otro título oficial relacionado con la psicogerontología en la Universidade de Santiago de Compostela (USC). Por otro lado, está previsto que en unos años pueda iniciarse en la UDC, en colaboración con las otras dos universidades gallegas, el Máster en Cronicidad y Nuevos Modelos de Atención Sociosanitaria. Se trata de una de las propuestas de nuevas titulaciones para el SUG 2030 de la Xunta, como iniciativa de la Consellería de Cultura, Educación e Universidade, en colaboración con Feuga.
Otro tipo de oferta
Empresarios y analistas del ámbito gerontológico puntualizan que no solo existe una demanda de centros para el cuidado de las personas mayores, como residencias o centros de día, sino también de otro tipo de oferta. En este sentido, Marcos Núñez, responsable de la empresa coruñesa Raiola SAPM, S.L., explica que para la horquilla de edad comprendida entre los 60 o 65 años y hasta los 75 hay «una falta de servicios enfocados hacia el ocio, como viajes, instalaciones deportivas con actividades orientadas específicamente para mayores o la búsqueda de pareja, aunque muchos lo consideren todavía tabú». Lo cierto, según Núñez, es que «se trata de todo un mundo de servicios que ya está implantado en muchos países nórdicos de Europa pero que, aquí, todavía falta por desarrollar». Así, aunque el nicho de destinatarios de servicios geriátricos no deja de aumentar, pocas empresas deciden invertir en servicios orientados a los mayores, a sus intereses de ocio, cultura, salud y alimentación. Y no sería mal negocio, ya que la esperanza de vida de las personas que nacen en Galicia en la actualidad es de 83,44 años, tan solo superada por Japón. Cuando nacieron los centenarios actuales, esa esperanza de supervivencia era de entre 35 y 38 años.
José Manuel Liaño Flores, 100 años, A Coruña: «El despacho es mi pan de cada día, lo que alimenta mi mente»
El pasado 15 de noviembre José Manuel Liaño Flores cumplió 100 años. Un aniversario que no para de celebrar ya que, como dice él, coincide con multitud de premios y reconocimientos, entre ellos el de ser el abogado en ejercicio de mayor edad de España. Trabajador incansable, el que fue alcalde de la ciudad, sigue encargándose de muchos casos que llegan a su despacho: «Mantengo la actividad profesional, eso sí, limitada a asuntos más concretos», confirma. Dice que, para él, ese es el elixir de la vida: «El despacho es mi pan de cada día, lo que alimenta mi mente. Mantengo esa inquietud y mi cabeza no tiene un momento de reposo, siempre hay que pensar en algo e intentar superarse», explica. Recuerda que su amor por la abogacía surgió cuando todavía era un niño y en el ámbito familiar hubo un pleito sobre una separación de bienes: «Yo escuchaba palabras extrañas y oía hablar de justiprecios. Me di cuenta que se trataba de un lenguaje legal y, más adelante, ya mayor, pensé en la posibilidad de ejercer la abogacía». Liaño Flores explica que, evidentemente, sabe manejar un ordenador, «porque uno tiene que saber desenvolverse en todo tipo de materias», pero sigue siendo «de papel y pluma». De hecho, cuando llega a casa, inmediatamente después de cenar, coge su diario y escribe todo lo que ocurrió ese día y algún comentario personal, una costumbre que mantiene desde que era estudiante en la Facultad de Derecho de Santiago: «Imagínate la cantidad de agendas que tengo». Y alguna vez, según explica, tiene que acudir a ellas para consultar temas profesionales. Esa vocación de servicio público es el auténtico alimento vital de Liaño Flores: «Siempre fui muy delgado y no soy de paladar gourmet. Como muy poco». Eso sí, cada día intenta fortalecer su corazón con largos paseos.
Paquita Salguero Camarero, 107 años, A Coruña: «La actividad física y la intelectual van muy unidas, y yo cuido las dos»
Paquita Salguero Camarero nació el 7 de mayo de 1914, así que le queda muy poco para cumplir 108 primaveras. Casi nada. Lo más sorprendente de ella es que tiene una vitalidad y un buen humor que muchos quinceañeros querrían. De hecho, no para de viajar, de quedar con gente para comer, de pasear, de arreglarse frente al espejo... Maneja las nuevas tecnologías con destreza y es la reina del WhatsApp, aunque, eso sí, no perdona completar cada día el crucigrama de La Voz. Dice que su longevidad no tiene nada que ver con la genética, porque sus padres murieron muy jóvenes: «Y el resto de la familia, dura lo normal, aunque hay alguno con 90», explica. Tampoco lo achaca a la dieta: «Mucha sal, aceite y azúcar. Aunque como todo con lentitud, saboreándolo mucho y dejando siempre un huequito libre». Lo que sí cuida, por partes iguales, es la actividad física y la intelectual: «Ambas van muy unidas y yo cuido las dos».
Quizás el secreto de su longevidad ha sido hacer de la alegría y el buen humor el motor de su vida. «Y muchas ganas de disfrutar de la vida», añade. Esa vitalidad la lleva cada día a un sitio distinto. Esta semana, por ejemplo, estuvo recorriendo una parte de la ruta de los faros de Galicia. «Y todavía estoy emocionada por haber vuelto a uno de ellos, en donde vine al mundo». En realidad, tal y como matiza, no nació en un faro sino en Cedeira, «el lugar más bonito de la provincia». Y, como su padre fue farero, en las islas Sisargas cumplió 8 años. «Volví a verlas desde tierra y, aunque no me creas, estuve emocionada, recordando mi infancia que fue... ayer». A los que ya comienzan a cumplir años les aconseja vivir la vida, «sin preocuparse por el pasado ni por el futuro. No hay que darle importancia a lo negativo y sí recibir con alegría lo positivo».
Marina Amil caridad, 102 años, Brexo-Lema (Cambre): «Levei moitas tundas na miña vida e traballei moito, cadroume durar»
Marina Amil Caridad tuvo una vida azarosa, porque sus 102 años (recién cumplidos el pasado 24 de enero) dan para mucho. Se casó y tuvo 12 hijos. Dividía su tiempo entre la casa, la crianza de los niños y las labores del campo. Después de 29 años de matrimonio, se separó de su marido y se fue a vivir a Fonteculler. Trabajó en hostelería y también como asistenta hasta que pudo jubilarse. Y, cuando falleció el padre de sus hijos volvió a la casa familiar. «Sería sobre o 2002 cando volveu para Brexo-Lema», recuerda su hija Mariluz. Pero Marina siguió conservando su independencia hasta que la pandemia del coronavirus lo cambió todo. «Ela plantaba a horta e foi autónoma ata os 97 anos, aínda que viviu soa na súa casa ata cumprir os 100 anos. Cando empezou a pandemia decidín mudarme eu aquí con ela», recuerda Mariluz. Marina es una entusiasta de los viajes; una apasionada del parchís (hasta el confinamiento acudía a un campeonato en Pastoriza) y le encanta comer fuera, de restaurante. Con esta vitalidad no es raro que Marina siga conservando todas sus facultades, aunque desde que tuvo una gripe fuerte le da más pereza hacer cosas. «Durmo toda a mañá e como pouquiño, xa non teño apetito. Aínda que son bastante larpeira», confiesa. De hecho, las cajas de bombones que le regalaron hace días «volaron». Dice que no sabe cuál es el secreto de su longevidad y, mientras se calienta un vaso de leche en el microondas, dice que siempre sacó fuerza de flaqueza: «Levei moitas tundas na miña vida e traballei moito. Eu creo que cadroume durar». Ahora disfruta de una veintena de nietos, otros tantos bisnietos y una tataranieta. Está deseando verlos este verano en el cámping de Veigue, donde el año pasado tuvo una gran fiesta.
María Luisa Hermidas Rodríguez, 100 años, Celas Peiro (Culleredo): «As dúas pasamos o covid e, por sorte, non tivemos síntomas»
María Luisa Hermidas Rodríguez, vecina de Celas, cumplió los 100 años el pasado 9 de noviembre. Todos los días se levanta sobre las nueve de la mañana y, tras desayunar de forma contundente, se sienta en un sofá especial para ella. Su hija Manola es la que se encarga de velar por su bienestar, ayudada por su hermana Pilar. Explican que María está «coma unha rosa» y que jamás tuvo que acudir al médico por ninguna enfermedad grave. «De feito non toma pastilla algunha. Tan so lle recetaron unhas píldoras para durmir, pero tampouco necesita tomalas sempre. O único que ten é que precisa un aparato para escoitar mellor e xa ten que moverse en cadeira de rodas», dice Manola. Tanto ella como Pilar recuerdan que su madre fue una mujer con carácter fuerte, pero muy querida por sus convecinos. «Labrou a terra toda a súa vida e, sen saber ler nin escribir, sacou a familia adiante». María, con mirada sonriente, escucha lo que dicen de ella. «Non paraba en todo o día. Aínda que a casa era vella, ela a facía nova. En total tivo cinco fillos, pero dous deles morreron no parto, outro de moi pequeniño e saímos para adiante dúas», dice.
Manola acaricia y lanza lisonjas a su madre y recuerda que hace un año ambas pasaron el covid. «Estabamos as dúas vacinadas e, por sorte, non tivemos síntomas». Y, aunque no fue determinante, lo cierto es que los achaques de María en el último año fueron a más. «Hai un ano ela rexía ben da cabeza, pero agora xa non, agora é unha persoa máis dependente. De todas formas, a miña nai é feliz. Fala moito, moitísimo, das cousas de antes. Disfruta comendo, ten bo apetito», explica su hija. Mientras estaba bien, lo iban llevando, pero ahora echa en falta alguna ayuda asistencial y económica.
Pura Gómez Carro, 102 años, San Cidre (Bergondo): «Ahora ya no tengo fuerza en las manos para cocinar»
«Porque Dios lo quiere. No hay ningún secreto. Simplemente ser buena gente, con carácter y comer de todo». Pura Gómez Carro cumplió el pasado mes de diciembre 102 años. Dice que no tiene explicación para su longevidad y, aunque tiene pequeños achaques derivados de la edad, se encuentra perfectamente de salud. Eso sí,el corazón lo tiene algo dañado por una ausencia dolorosa: «Murió mi marido hace poco. Estaba sentado a mi lado y me apretaba la mano. La médico me decía que se estaba despidiendo...». Juan la dejó habiendo cumplido los 100 años también. Una de sus dos hijas, Mari Carmen, explica que los dos eran uña y carne y que la pandemia les pasó factura. «Antes del confinamiento los dos iban a Sada y se tomaban su café en el centro cultural y jugaban la partida con los amigos. Sin embargo, con el covid dejaron de andar tanto y eso ahora se nota». De hecho, Pura necesita bastón y un brazo que le ayuda a desplazarse por la casa, aunque su mente está lúcida como siempre.«No necesito agenda, la tengo a ella. Tiene una memoria prodigiosa y si antes organizaba su casa, ahora organiza la mía». De hecho, Pura trabajó en una empresa de conservas toda su vida y, al mismo tiempo, fue una ama de casa excepcional. Lo suyo era, sin duda, la cocina. «Me enseñó de joven una señora que era de Betanzos. Hacía caldo, callos, pescado, arroz con leche, flan, roscones y amasaba. Ahora no tengo fuerza en las manos». Pero voluntad no le falta. Su hija Mari Carmen explica que ayer iba a hacer caldo y le dijo que limpiara mejor los grelos, que no quería los tallos. «Y tuve que traerla conmigo a la cocina», dice. «Es que ella no quiere que vaya porque tiene miedo de que me caiga», se queja Pura. Con 102 años sigue siendo igual de coqueta que cuando era joven y todos los días su hija le arregla el pelo, le pone pendientes de perlas y, una vez a la semana, le hace las uñas. «Y usa colonia de firma, no te vayas a pensar», añade. Cuando su marido estaba vivo, ambos leían juntos La Voz, pero ahora un problema de cataratas la dejó con la visión un tanto dañada. Eso sí, la cartilla de ahorros la ve sin problema y no duda en quejarse si la tinta no es lo suficientemente oscura para ver bien los números. De forma regular tiene la visita de sus nietos y bisnietos, que le dan mucha vida y alegría, aunque después de 75 años de casados nada suple la falta de su marido. «Es que se sentaban los dos en el sofá agarrados de la mano», recuerda Mari Carmen. Aún así, Pura se levanta cada día preparando instrucciones para organizar a todos. Fuerzas no le faltan