Un río de A Laracha que cruza un tajo desconocido en las guías turísticas

Cristóbal Ramírez A CORUÑA

A CORUÑA

Cristóbal Ramírez

El municipio tiene áreas de enormes panorámicas, y verdes, muy verdes

29 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A Laracha puede presumir de tierras más altas de lo que en general se cree. Áreas de enormes panorámicas, y verdes, muy verdes. Eso sí, abunda escandalosamente el eucalipto y abunda escandalosamente también el vacío demográfico.

Un recorrido por esas tierras altas permite constatar todo ello, pero también permite descubrir un pequeño tesoro que no figura en las guías. Naturaleza, carencia de huella humana excepto una granja y, por lo tanto, área libre de covid convierten el valle del Rego Cercido en una oportunidad de hacer una ruta preciosa al lado de casa. O de atreverse con la bicicleta, claro está.

Para ir en el mismo sentido que la corriente hay que tomar en Cerceda la carretera ancha, en muy buen estado y gradualmente ascendente, que lleva a A Laracha. Tras dejar atrás el circuito de motocross, al fin aparece un desvío de tierra sin señalización. A los pocos metros se tiene una vista del nacimiento del Rego Cercido, que en estos momentos invernales se asemeja más a unas brañas que a un manantial.

Y con los eucaliptos amenazantes, la corriente se adentra en un bosque de ribera autóctono y muy denso, que ya desde lejos, con la granja a la diestra, demuestra que es una maravilla.

Cristóbal Ramírez

Pero dicho queda que se ve lejos, en el arranque del valle. ¿Hay manera de descender? La hay. Se trata de seguir subiendo justo bordeando la granja dejando las vacas pastando a la diestra y al medio kilómetro escaso, en la bifurcación a la izquierda.

La pista es ancha pero se va a convertir en casi un camino, siempre terrera y de firme por lo general bueno pero con irregularidades que en determinados lugares obligan a ir atendiendo a dónde se ponen los pies. Y de repente, en una recta, a bajar para alcanzar la corriente.

La sorpresa, no menor, es que el río corre impetuoso, en plan pirenaico, en esas tierras altas, con prisas para llegar al Anllóns, en el cual verterá sus aguas. El desnivel es grande, y el excursionista reconocerá entonces cuánta razón tienen los veteranos al afirmar que lo que castiga el cuerpo no es subir, sino bajar, porque sufren más rodillas y tobillos. El paraje lo define el bosque y el ruido del agua saltando.

Curiosamente, los últimos cien metros son los más duros, con una pendiente acusada que lleva a la carretera. Todo el mundo la cruza para ver por dónde sigue el Rego Cercido.  La mala noticia es que la pista remata ahí, una hora -mínimo- después de haber comenzado a poner un pie delante del otro.

¿Es posible seguir? Sí, desde luego, pero solo para aventureros bien entrenados y, por supuesto, atreviéndose en compañía y con el móvil bien cargado.

El inicio 

43º12'37"N 8º30'01"W

Inicio del descenso

43º13'15"N 8º29'56"W

La foto más personal 

Con el nacimiento del río al fondo

El desafío 

Continuar hasta llegar al Anllóns