La semana que cambió la vida a Azahara

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZDATA / AGENCIA

A CORUÑA

Alberto Mahía

A punto de ser desahuciada, encontró trabajo y le pagaron el alquiler

23 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace una semana, Azahara poco más tenía que lo puesto. Madre de una niña de 10 años, divorciada, con un préstamo sin pagar y residiendo en un piso del que la iban a desahuciar en febrero, se vio en lo más hondo. «Desesperada, sin poder dormir, llamando a todas las puertas para conseguir un empleo, una ayuda municipal», decidió hacer pública su situación. Se veía cerca del acantilado y dijo algo que abrió mil corazones: «No quiero dinero, solo un trabajo». Pues recibió dinero y trabajo. Y muchas otras cosas más. En cuestión de 24 horas tenía sobre la mesa 15 ofertas de empleo. «Cogí la primera y qué feliz soy, porque me acogieron como a alguien de la familia», dice. Eso sí, no quiere olvidarse de todos esos empresarios o autónomos que se pusieron en contacto con ella, a los que «quiero mandarles un fuerte abrazo y agradecimiento». Está segura de que «tendrán la vida llena de gracia por su gran humanidad».

Azahara, que llegó a España desde Marruecos en el 2001, también fue ayudada por la concejalía de Servizos Sociais. Ya llevaba tiempo recibiendo bonos o la beca comedor. Pero el único sueldo que entraba en casa era la risga. 500 euros que no llegaban para afrontar el pago del alquiler, un crédito que había tenido que solicitar y los gastos comunes de la casa.

La institución benéfica Padre Rubinos salió también a su rescate. Y cómo. No solo le pagaron el alquiler para evitar así el desahucio, sino también la pusieron en contacto con la pizzería Enzo’s, en el callejón Agar. Que es donde hoy trabaja. «Estoy contentísima», dice.

Azahara, que tiene una sonrisa perpetua de esas que abrazan, lo pasó muy mal hasta ahora, pero también reconoce que a lo largo de su vida se encontró con ángeles. Recuerda con mucha gratitud y cariño el matrimonio mayor para el que trabajó durante unos años hasta que ambos fallecieron. «Por las tardes dedicaban una hora a enseñarme a hablar y escribir bien el español», dice.

Y donde vive ahora también se topó con una mujer que habría que hacerle una estatua. Sabedora de las penurias por las que pasaba, todos los días le hacía una compra.

¿Cómo ve su futuro? «Con mucha esperanza», cuenta. Porque a Azahara nunca le gustó tener que pedir. Y tener un trabajo le va a dar para afrontar los gastos que las saquen a ella y a su hija de un infierno al que nunca más volverán. «Sé que la vida da muchas vueltas, pero soy muy trabajadora».