Así viven los vecinos de un narcopiso del barrio de la Sagrada Familia, en A Coruña

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

Pánico en el 17 de la calle San Lucas. Soportan incendios, droga y excrementos

15 ene 2022 . Actualizado a las 23:55 h.

Para saber lo que es tener de vecinos a un clan de traficantes hay que vivirlo. Cualquier cosa que cuenten los vecinos del número 17 de la calle San Lucas se queda pequeña. Ahí pasan muchas más cosas que encontrarse las escaleras llenas de papelinas vacías, excrementos, buzones rotos, pintadas, toxicómanos bajando y subiendo o el portal roto. Nada funciona en las zonas comunes. No hay iluminación porque en cuanto se pone una bombilla desaparece. «Les conviene vivir en penumbra», cuenta uno de los residentes. Cuando en ese inmueble cae el día, para subir a casa hay que ir palpando las paredes. Y muchas veces se toca en hueso. Gente en las escaleras pinchándose o sin saber si la calle está escaleras arriba o abajo.

A ese edificio de cinco plantas y diez viviendas llegaron los okupas del tercero izquierda hace seis meses. Hasta entonces, reinaba la paz y la buena vecindad. Pero fue entrar un importante clan de narcotraficantes de la Sagrada Familia y volverse todo del revés. Ya el portal dice lo que hay dentro. La puerta, forzada y con la cristalera rota, permanece abierta para que los clientes del tercero izquierda puedan entrar a cualquier hora. Los telefonillos no funcionan.

Una vez dentro, se puede apreciar que el contador del narcopiso está «pinchado». Y uno de los buzones, tirado en el suelo. Llegados a las escaleras, la oscuridad y las pintadas animan a no seguir subiendo. Pero si uno vive ahí, no hay otro remedio.

Cuentan vecinos que en ese edificio vive gente de todas las edades. Hay familias con niños, personas mayores o inválidos. Hay una mujer, por ejemplo, que no se atreve a abrir la puerta. Mucho menos, salir sola. Siempre espera a que alguien la acompañe. Y los menores no pueden hacer lo que todo el mundo hizo a su edad, que es jugar o cambiar postalillas en el portal.

Por si fuera poco, los responsables del narcopiso intentaron hacerse con una vivienda más, en el cuarto, pero antes de que la okuparan, fue alquilada. La policía fue decenas de veces. Pero ahí siguen.

Un incendio intencionado en un inmueble que limpia de arriba a abajo un voluntario

Los cinco pisos del 17 de la calle San Lucas se limpian casi todos los días porque de no hacerlo «la insalubridad sería absoluta y nos tendríamos que ir a vivir a la calle», cuenta un residente. Para evitar que las papelinas y la suciedad campen a sus anchas, uno de los vecinos, sin que nadie se lo pidiera y a cambio de nada, compra lejía y pasa la bayeta desde el portal hasta el último piso. Se trata de un hombre de origen africano que, según cuentan, no quiere que los niños pisen cosas que no tienen que pisar.

Aunque nadie quiere hablar a cara descubierta porque sienten pánico, han acordado firmar un documento y trasladarlo a las autoridades. Porque lo que ahí pasa casi todos los días puede acabar en desgracia.

Peleas

El pasado mes de diciembre, la puerta del narcopiso comenzó a arder. Alguien le prendió fuego por venganza o por un enfrentamiento entre clanes. Apagaron rápido las llamas, «pero el fuego pudo haberse propagado por el resto del edificio y suceder una desgracia».

Ni se sabe las veces que acudió la policía a ese inmueble. Se hicieron hasta controles en la puerta. Los vecinos llaman siempre que se produce una pelea, que son muchas, los agentes acuden, ponen orden y se van. «Sabemos que tienen las manos atadas, pero algo hay que hacer. Llegaremos a donde sea», dicen.