El proyecto comenzó hace siete años, cuenta con el apoyo de Repsol y según Carmen, ha dejado muchas alegrías para las familias. En cada actividad, los niños están acompañados de sus seres queridos y especialistas que encaminan la experiencia entre los que participan un terapeuta emocional, un logopeda, monitores de ocio y tiempo libre o auxiliares de enfermería. «El trabajo que se hace desde la equinoterapia requiere una responsabilidad muy grande porque estamos hablando de niños con epilepsia, trastornos de conducta o diversidad funcional. No todo niño es para el animal y viceversa, el trabajo debe ser bajo un guía», afirma.
Las familias recomiendan centros hípicos, Carmen se comunica con ellos para verificar que dispongan de las acreditaciones necesarias y realiza unas visitas para conocer el lugar. «Hay muchos guías que trabajan por medio de voluntariado, no consiste en coger al niño, subirlo al caballo y dar unas vueltas, tiene que haber gente capacitada», señala.