Sophie Simonds, música: «Nunca fui la más popular del colegio, así que decidí ser alguien interesante»
A CORUÑA

Tras las melodías del saxo que toca en la calle Real hay una historia de superación
29 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Se le podría poner el nombre de Sophie Simonds (Londres, 1995) a una de esas ciclogénesis explosivas que azotan nuestra costa cada invierno. Sus efectos son semejantes: llega a una ciudad y la pone patas arriba, la revoluciona hasta convertirse en el centro de todas las miradas. Este torbellino vino de Londres hace dos años junto a su novio y un camaleón que odia a las gaviotas, y ha encontrado en la esquina en la que la calle Real se convierte en Riego de Agua el escenario perfecto en el que, con su saxofón, ponerle banda sonora a la ciudad. Mientras, va ampliando su ámbito de actuación: la pasada semana fue una de las cabezas de cartel del concierto que se celebró en Méndez Núñez por el 25-N. Y todo gracias a que decidió venirse a pasar un año sabático a España que se tornó en indefinido gracias al covid.
—A pesar de su juventud tiene un currículo musical impresionante.
—A los dos años ya estaba aporreando el piano, y mi madre no dejó de poner instrumentos a mi alcance, porque no se me daba mal. Ahora canto y toco el saxofón, el violín, el bajo, el piano, la guitarra, la flauta, el ukelele y también el cajón, pero este muy mal, lo reconozco. Estuve unos seis años trabajando profesionalmente, con orquestas, pero me saturé. Y también tengo una carrera como deportista [Ríe]. Fui portera de hockey, estuve en un equipo de remo, formé parte del equipo de natación de Londres y soy instructora de navegación. ¡Qué menos, si mi padre fue olímpico!
—Y todo con 26 años. ¿Cómo le ha dado tiempo?
—Supongo que eso se lo debo a mi trastorno autista. Me creé desde niña un mundo propio, porque no entendía lo que pasaba fuera de él. No era la chica más popular del colegio, no me sobraban amigos, así que el modo de conseguir popularidad fue convertirme en alguien interesante. Y tocar ocho instrumentos parecía una buena manera. Pero todo pasa factura, y al llegar a los 23 años quise huir de tanto estrés y venirme a España.
—¿Y qué tal le han sentado estos aires?
—Maravillosamente. Una de las cosas que más me chocó cuando llegué aquí fue el ritmo de vida. Lo despacio que anda la gente por la calle. En Londres te van atropellando. Y eso le ha sentado muy bien a mi cabeza. Aquí he encontrado la paz por primera vez en muchos años. Entiendo que haya gente que prefiera otros lugares, pero para mí, en este momento, A Coruña es el lugar perfecto.
—Lleva ya dos años por aquí.
—Y no me pienso ir. Vine a pasar un San Juan porque un amigo que había estado de Erasmus en Londres me había invitado. Me enamoré de la ciudad y decidí venirme con mi novio a pasar una temporada con los ahorros que teníamos. Pero llegó el coronavirus cuando apenas llevábamos tres meses aquí. Al principio no entendíamos nada, no hablábamos español. Cuando nos confinaron no nos enteramos. Salimos a la calle y no había nadie. Llamé a un amigo y me dijo: «¡Vete corriendo a casa, no salgas!» [Ríe]. Sabíamos que Italia se había confinado, pero no esperábamos que eso pasase aquí. Lo mismo cuando empezaron a aplaudir desde las ventanas. Nos asomábamos y mirábamos a ver qué estaba pasando, a quién aplaudían. No entendíamos nada, pero aplaudíamos también.
—Y terminó tocando el saxo desde su ventana.
—Había dejado de tocar, estaba saturada, pero lo retomé aquí. Los primeros días estaba muy oxidada. Además, salía por la ventana a tocar con medio cuerpo fuera, el saxo colgando, y vale unos 3.000 euros... Todo muy incómodo. Pero me sirvió para volver a tocar. Empecé a colgar vídeos y uno de ellos ha alcanzado un millón de visitas. De hecho estoy intentando aprender algo de indonesio, porque muchísimos seguidores son de allí y, claro, no entiendo nada de sus comentarios. Lo malo es que ese vídeo es probablemente el peor que tengo tocando el saxo.
—Hablando de vídeos, acaba de publicar el de su canción «Warm waters rising».
—Si se busca @Sophsimo se pueden ver todos mis vídeos. Este lo grabé con ayuda de mis amigos en la playa de As Lapas, y es parte de un conjunto de canciones que hablan de las otras pandemias que estamos atravesando. Esta es sobre el calentamiento global, la contaminación y el poco cuidado que tenemos con la naturaleza.
«Hubo días en los que no podía desayunar hasta que conseguía unas monedas»
Sophie se vino de Londres a A Coruña con unos ahorros a pasar una temporada que se ha hecho indefinida. Y los ahorros, claro, se acabaron: «Nos pusimos a trabajar. Mi novio hace joyas. [Enseña un colgante de un saxofón tallado en plata que lleva al cuello]. Y yo me puse a tocar en la calle».
—¿Cómo es la experiencia de tocar en la calle?
—Nunca lo había hecho antes de llegar aquí, solo había dado conciertos. Y las primeras veces estaba muy insegura. Llevo 20 años tocando y estuve seis como profesional, pero esto era totalmente distinto. Eso sí, llega un momento en el que empiezas a reconocer caras, gente que se para a verte todos los días. Se me parte el corazón cada vez que toco en la calle. Un día se juntó muchísima gente y me aplaudieron. Llegué a casa y me puse a llorar de felicidad. No paraba de decirle a mi novio: «¡Les he gustado!».
—Supongo que no todo habrá sido llorar de felicidad.
—Hubo momentos difíciles, días en los que no tenía nada que desayunar hasta que salía a tocar y conseguía unas monedas. Pero también momentos increíbles. Estuve tan mal de dinero que incluso me planteé volver a casa de mis padres. Tenía el ánimo por los suelos. Pero bajé a tocar y un señor me dejó 50 euros. Paré y le seguí, diciéndole que se había equivocado. Él solo sonrió.
—¿Y cómo van ahora las cosas?
—¡Ahora todo va estupendo! Me llaman para actuar en el concierto del 25-N, incluso se han acercado a mi mientras toco en la calle para pedirme si podría tocar en una boda. ¡La gente viene a pedirme que toque! No puede haber nada mejor. Porque cada pequeña parte de mi existencia está marcada por la música. Lo es todo para mi.
