El «acqua alta» de Venecia, en el sótano de esta cafetería de A Coruña

Mila Méndez Otero
mila méndez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

El subterráneo está bajo el nivel del mar y no es el único en la zona del relleno de la Marina

17 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En los sótanos del Café Cantante hay tres bombas, pero no se asusten, su misión no es la de causar ninguna explosión, sino la de evitar un pequeño desastre. El subterráneo de esta cafetería ubicada en uno de los bajos porticados de las Casas de Paredes está bajo el nivel del mar. El océano que se filtra por los cimientos parece tan lejano desde la terraza que es fácil olvidar que la gran explanada de la Marina se levanta sobre un terreno ganado al Atlántico.

«La madre de una clienta, que tiene cerca de cien años, sigue llamando a esta parte de A Coruña ‘‘el relleno’’», cuenta Gemma García, la hostelera que está al frente del establecimiento desde el 2011. Junto a su marido, Fito, en este tiempo no solo han realizado funciones de camareros, «también de fontaneros», bromea Fito. Si el local no está lleno de gente se puede percibir una ligera vibración. Es casi imperceptible. Son las bombas, señal de que la marea está subiendo.

Para ver sus efectos hay que bajar al subsuelo. En el almacén, todos los productos (botellas y latas de bebida) están en alto, sobre los estantes. También el deshumidificador y los aparatos eléctricos. Y las katiuskas. «Aquí tenemos tres bombas, por si falla alguna. Están funcionando todo el día. Su función es achicar el agua del mar, que entra todo el rato y va llenando el aliviadero -explica Fito mientras levanta la tapa del suelo que descubre el chorro de agua-. Cuando llega a un tope, como una cisterna, suben el agua y la derivan a la red del alcantarillado».

Mareas vivas

Cuando sube la marea, el flujo del mar que se filtra al aliviadero del sótano crece. «Cuando hay mareas vivas se anega. Desde que estoy aquí tuvimos cuatro inundaciones importantes, o porque había mareas vivas o por lluvias torrenciales que coincidían con pleamar, como la del verano del 2018. No sé si hay una relación con el cambio climático porque todavía llevamos diez años con el local», reconoce Gemma, siempre pendiente de la previsión meteorológica.

Lo cierto es que cuando se hizo la reforma que dotó de subsuelo al bajo, en el año 90, ya se preparó el sistema de las bombas y del aliviadero. «Si no estuvieran, esto se inundaría en segundos. Muy pocos negocios de la Marina tienen sótano por este motivo y están a ras del suelo», añade la hostelera. La cafetería Piccadilly, la tienda Mango o la antigua sucursal del Etcheverría, enumera, son algunos casos contados. Dos veces al año limpian las bombas para evitar que se atasquen con los sedimentos marinos. Por eso, cuando hay un apagón, como el ocasionado la pasada semana en la Marina por las inundaciones en un cuadro eléctrico del callejón trasero, la alerta fue doble en el local. «Las bombas no funcionan sin luz y tuvimos una pequeña inundación en el sótano», dice Fito.

Argollas para los barcos

En la parte trasera del bajo, cuyos soportales tienen enfrente a la Autoridad Portuaria, está el Calexón da Estacada. Un nombre nada casual. «En las paredes había argollas para amarrar los barcos, que atracaban aquí», recuerda Benito Doldán, el propietario del local, uno de los que albergan las Casas de Paredes. En la cervecería La Marina, con entrada por el callejón, hay restos de la sujeción de uno de estos aros.

Fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando se llevó a cabo el primer gran relleno en la Marina. Las Casas de Paredes, «planeadas al estilo de los edificios de la fachada marítima de Burdeos», enfatiza un cliente desde la terraza, son anteriores. Comenzaron a construirse en 1778. Sin embargo, hay otra ciudad europea que Gemma tiene más presente. «Sin el sistema de las bombas, el sótano sería un poco como el acqua alta de Venecia», sonríe. Y, como la urbe italiana, su cafetería gana todavía más encanto con este curioso fenómeno.