Bañistas y surfistas conviven como cada verano, pero ¿es justo el reparto de la playa?

amara fontao / a. a. OLEIROS / LA VOZ

A CORUÑA

Gente paseando por la orilla de la zona de surf, donde imparten clase las escuelas
Gente paseando por la orilla de la zona de surf, donde imparten clase las escuelas EDUARDO PEREZ

La labor de mediación de los socorristas es imprescindible para evitar conflictos

22 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Sueño de un día de verano podría ser una de las comedias de William Shakespeare si este hubiese pasado una jornada de playa en Bastiagueiro. De hecho, el dramaturgo no tendría siquiera que discurrir los personajes, ya que el arenal de Oleiros le proporcionaría un elenco de lo más variado.

Los jugadores de pachangas, armados con pelotas de fútbol, voleibol y otras, comparten el arenal con los que toman el sol y con los que abren la sombrilla. Pero el escenario de esta obra no se limita a tierra firme; el agua también puede ser fuente de drama entre bañistas y surfistas.

Son dos prácticas que no casan bien entre sí. Un nadador en el momento y en el lugar equivocado podría impedir que alguien «pillase la ola de su vida», por no mencionar el peligro que podría correr la integridad física del bañista si es golpeado con la tabla.

Para poner orden entre las diferentes acciones de esta trama playera se necesita un narrador: el servicio de socorrismo municipal.

Alejandro González es el socorrista jefe de la playa de Bastiagueiro, uno de los encargados de clavar las banderas de la orilla que indican dónde surfear y dónde darse un chapuzón. Eso sí, ninguna bandera le ha evitado a él o a sus compañeros tener que avisar a surfistas que se metían en la zona de baño o a los nadadores que cruzaban su límite, o incluso tener que meterse en el agua cuando no eran obedecidos.

«Intentamos mediar entre las dos partes para que todo el mundo esté contento. Pero claro, la playa es la que es, y lo que sí que no podemos hacer los socorristas es agrandarla», explica González mientras vigila junto a una compañera desde la orilla. Los problemas suelen darse los días «de sol y olas», momento en que las acciones de un hueco de mar se disparan en la bolsa acuática.

En una carta al director de La Voz de Galicia, Rosa María Salinas, una usuaria de Bastiagueiro, criticaba que se destinase el espacio acuático para «el lucro de un negocio privado como las escuelas de surf» a costa de la limitación de espacio para los bañistas.

Los que apuestan por coexistir

Desde el otro lado del ring -ya que esto va de deportes?, Christian Diz, instructor de Son do Mar, afirma que le parece «ben que estea regulado, e que as zonas sexan máis amplas ou menos dependendo das condicións».

Una monitora de otra escuela explica la clave para la buena convivencia: «Los socorristas hacen bien su trabajo y nosotros respetamos las limitaciones que tenemos». Además, apunta que ellos tienen licencia, es decir, también está regulado por el Concello de Oleiros.

Al hablar con personas a pie de playa las opiniones son positivas hacia los surfistas. Una mujer abogaba desde la orilla por «compartir todos o espazo» y otra que paseaba mojando las piernas animaba a los jóvenes a seguir practicando deporte, «que falta hace después del año que vivimos». Un hombre que salía del agua decía bañarse «sin problema» y consideraba importante que todo el mundo disfrutase de la playa de distintas maneras.

Pero no todo el mundo está contento siempre. González cuenta que el martes tres mujeres fueron al puesto de socorrismo a quejarse de la zona de baño.

Son muchos los diferentes tipos de personajes que intervienen en la playa, cuyos intereses difieren. Pero esa es la clave de las buenas historias. Si hasta Richard Gere podría aparecer como estrella invitada en esta obra teatral -pero real-, para que por la megafonía de la playa comenzase a sonar la banda sonora de Pretty Woman.

Hasta 128 alumnos podrían tener las escuelas de surf en el agua

After Surf, Base, Prado, Son do Mar... Son ocho las escuelas que enseñan a hacer surf en el arenal de Bastiagueiro. Se trata de una playa tranquila y apropiada para iniciarse.

Todas tienen licencia municipal para poder desarrollar su actividad y un máximo de 16 alumnos en el agua. Esto hace que el máximo de surfistas provinientes de las academias deportivas sea de 128 personas, aunque no siempre ocurre.

No deben cumplir con una limitación horaria, pero sí espacial durante la temporada de verano: la zona de surf señalizada por los socorristas. Pueden llegar a acuerdos entre las escuelas, para que una de ellas emplee el cupo de otra en un momento en el que no esté impartiendo clases.

Además de estas ocho escuelas, el Concello de Oleiros cuenta en su oferta deportiva municipal con actividades de surf. Este servicio es una concesión que terminará el próximo año.

Santa Cristina y Mera también tienen escuelas, pero más orientadas al pádel surf, que tiene otros nombres como Stand Up Surf o surf de remo. Según los investigadores, es probable que este deporte que se puede aprender en algunas playas de Oleiros se practicase en Egipto hace 3.000 años.

El jefe de playa de Bastiagueiro, Alejandro González, recuerda que sus inicios en el surf, al igual que los de muchas otras personas, fueron en la playa de Bastiagueiro. «Es muy buena para iniciarse, porque son pocos los días en los que el mar está grande», afirma. El problema, como no podía ser de otra forma, es la cantidad de surfistas que se juntan en el agua, y que tienen que convivir con el resto de la playa.