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Lo opuesto a Palexco: la reconversión «respetuosa» del puerto de A Coruña coge fuerza

Mila Méndez Otero
m. méndez A CORUÑA / LA VOZ

SOMOS MAR

Regenerar lo construido y priorizar lo colectivo, dos premisas en los muelles

24 jul 2021 . Actualizado a las 08:39 h.

«La arquitectura es como la música, un conjunto de bellas piezas para formar una bella sinfonía», dijo Renzo Piano. La descripción del italiano sigue estando hoy vigente cuando se habla del desarrollo de procesos urbanos. El que ocupará a la ciudad de A Coruña los próximos años no es uno menor: por delante está el reto de integrar en la urbe su considerable puerto interior, el que ocupan los muelles de Batería y Calvo Sotelo, a un lado, y el de San Diego, colindante con el barrio de Os Castros, al otro.

Cuando en el 2005 se inauguró en el otro extremo de la dársena, en el muelle de Trasatlánticos, el conjunto formado por Palexco y los Cantones, la arquitectura de las grandes obras estaba en auge. Hoy, consideran los arquitectos y urbanistas consultados, la cohesión y la coherencia con la volumetría de la ciudad, así como el respeto a su memoria pesquera deben ser la pauta.

Elementos diáfanos

«Palexco impide todas las vistas del puerto en la zona en la que está implantado. No es un problema del edificio en sí, sino del concepto. Debería de haber una mayor diafanidad entre lo que es el muelle y el resto de la ciudad. Huiría de ese tipo de edificios. Eso no quiere decir que un buen arquitecto pueda hacer un buen edificio, pero que no sea gigantesco, sino a escala humana de la ciudad», apunta el responsable del departamento de Representación e Teoría Arquitectónicas de la Escola Técnica Superior de Arquitectura da UDC, José Antonio Franco Taboada.

Cita un ejemplo, la actuación diseñada por Oriol Bohigas en Barcelona, «abrieron un puerto que estaba cerrado y daba la espalda a la ciudad». En el de A Coruña, en gran medida está cerrado. Con todo, esto no quiere decir «que tengamos que tirar por ejemplo toda la muralla. Es una verja que ha adquirido un valor histórico. Lo que hay que permitir es la permeabilidad, que esa muralla no sea un cierre, sino una invitación a entrar al puerto», explica Franco Taboada.

Poco partidario de lo que define como «arquitectura espectacular» se postula el urbanista coruñés que, como Franco Taboada, fue director de la escuela de arquitectos de la UDC, José González-Cebrián Tello. «Eso dio resultado en Bilbao, pero no fue solo por el Guggenheim. Fue toda una política de transformación que convirtió una ciudad industrial en una de servicios con equipamientos potentes y una parte residencial desde una visión de lo público. A Coruña, una ciudad media, tiene ya unos equipamientos de una categoría muy superior a su dimensión», remarca González-Cebrián, autor del nuevo entorno de la plaza de Pontevedra y que, en último momento, perdió la remodelación de la Marina con el gobierno local de Carlos Negreira.

Líneas rojas

Ambos arquitectos coinciden al definir la principal línea roja en la regeneración de las dársenas interiores. «Privatizar» el proceso, resume José Antonio Franco Taboada. «Los que realmente pueden hacer que las ciudades sean mejores son los agentes públicos», asiente González-Cebrián.

Para el también arquitecto y catedrático de Urbanismo Xosé Lois Martínez, el error a evitar se contempla hoy en la Marina. «Non hai verde, árbores que corten o vento. O que fixo que puidera haber comercio, bancos e oficinas nos Cantóns. Por iso fracasou ese gran centro comercial que hai no porto e na Marina», argumenta.

Defiende el corredor verde que se extendió a finales del siglo XIX desde los Cantones a la rosaleda, una franja de cien metros de ancho por un kilómetro de largo que iba de Puerta Real a la plaza de Ourense y que separaba la fachada urbana del mar ejerciendo como parapeto. Martínez insiste en que, en la otra esquina del puerto, A Coruña tiene un ejemplo de buenas prácticas en su historia «e da que aínda desfrutamos en parte agora, nos xardíns de Méndez Núñez», recuerda. «A diferenza de Vigo, que se construíu sobre o ensanche do Areal, A Coruña non se levantou sobre os terreos gañados ao mar», dice Xosé Lois.

Reaprovechar si es posible

La superficie que ocupan Batería y Calvo Sotelo (equivalente a ocho plazas de María Pita) y San Diego (la dársena más grande de la ciudad con 377.000 metros cuadrados) no es una gran explanada vacía. Hay naves, silos y también algún edificio con cierto valor patrimonial, como el del mareógrafo, en Calvo Sotelo.

Regenerar los espacios que se van abrir en estos tres muelles no pasa tanto por obras colosales, sino por respeto a lo que existe. «Derribar todo nunca es conveniente. Incluso es antiecológico por su coste energético y en CO2. Por otro lado, se pierde la memoria industrial de la ciudad», defiende Franco Taboada, que aboga por los usos «colectivos» de los equipamientos.

«Hay una mezcla de edificios portuarios, algunos de calidad y otros que son almacenes o talleres. Algunos se acabarán trasladando al puerto exterior. Otros se pueden aprovechar. Habrá que transformarlos y mejorarlos y, a larga, algunos tendrán que ser sustituidos por uno nuevo más representativo», matiza José González-Cebrián Tello. Eso sí, todo lo que se construya nuevo ha de hacerse «dentro de unas volumetrías generales específicas, sin superar la altura de lo que existía», concluye.

Los muelles de Batería y Calvo Sotelo y la dársena de San Diego: dos casos diferenciados

Los tres espacios que se van a abrir paulatinamente a la ciudad del puerto interior -sin contar Trasatlánticos-, son los muelles de Calvo Sotelo y Batería, los más próximos al centro, y San Diego, que seguirá alojando instalaciones y equipamientos pesqueros hasta el final de la década. Cuando se habla de su reconversión e integración en A Coruña, el urbanista José González-Cebrián remarca que hay que diferenciar ambos casos.

«Por un lado, tenemos Batería y Calvo Sotelo. Por consenso global, en esta zona todo lo que puede hacerse es público. Es una superficie enorme de suelo donde hay ya edificios enormes que tienen la capacidad de tener equipamientos grandes. Algunos pueden aprovecharse y otros sustituirse a la larga, pero la imagen del puerto debe seguir. No se trata de volver a hacer ahí una parte de ciudad. Lo que se construya no debe desvirtuar que fueron un puerto», apunta.

La vivienda y la especulación

El caso de San Diego, donde antes desembocaba el río Monelos y estaba la batería, «elementos históricos que podrían reencontrarse», dice González-Cebrián, será más complejo. El área que ocupa es mucho mayor a la de las otras dos dársenas juntas. «Aquí tienen que coexistir varias referencias. No es como los otros, que pasarán a formar parte de los espacios libres de la ciudad, donde habrá paseos, equipamientos y zonas verdes con un uso colectivo», detalla.

«Se trata de elaborar un proyecto de urbanización que entienda, fundamentalmente, la posición de unos barrios que han sido los más castigados en relación con el puerto: Os Castros y A Gaiteira. Todo ese borde debe recuperarse desde el punto de vista del equipamiento. Por otro lado, hay instalaciones que cualquier puerto tiene que mantener», argumenta.

Debería, por tanto, tener unos usos «más variados», entre ellos, el residencial. «Es otra forma de construir ciudad. Que aparezcan viviendas no debe verse como una imagen especulativa ni vincularse solo a lo privado. En todos los desarrollos portuarios hay un espacio residencial. Obviamente, se tiene que controlar todo el proceso. El hecho residencial no es especulativo en sí mismo, solo si la Administración deja que lo sea», alega el urbanista, que pone como ejemplo el tan alabado caso de Bilbao y que remarca la prioridad de que sea una actuación pública.

El vuelo de las «Alas de gaviota» que «decepcionó» a Francisco Vázquez

El Palacio de Exposiciones y Congresos, Palexco, es el centro de convenciones de la ciudad que se levantó en el muelle de Trasatlánticos. Diseñado por el arquitecto gallego y Premio Nacional de Arquitectura César Portela y por el catalán Ricardo Bofill, se inauguró en el 2005 y no estuvo exento de polémica. El edificio que forma parte de un complejo de 22.000 metros cuadrados fue calificado por el exregidor Francisco Vázquez como hecho «al revés. No me gusta, estoy muy decepcionado... y ese suelo de pizarra, mi mujer me pone verde». El proyecto «Alas de gaviota» se impuso, pese al escepticismo y las críticas, en un concurso internacional de ideas en el 2001 y ganó el premio OPC al mejor Palacio de Congresos de España. En el 2006 fue finalista al APEX y considerado uno de los tres mejores palacios de congresos del mundo.